"No os preocupéis, en Roma la veré"

El 10 de noviembre de 1958 Montse recibió una noticia que la hizo muy feliz: san Josemaría le escribía diciendo que la esperaba en Roma para conocerla.

La enfermedad de Montse avanzaba rápidamente y comenzaba a tener dificultades para caminar. Hacía poco tiempo que había pedido la admisión en el Opus Dei.

Su madre Manolita pensó en la gran ilusión que supondría para Montse poder conocer al fundador del Opus Dei. Para ello, aprovechó un viaje de Encarnita Ortega, que entonces ayudaba a san Josemaría en el gobierno del Opus Dei, a Barcelona, para plantear esta posibilidad.

Lo que Manolita no sabía entonces es que el verano anterior de 1957 ya le habían propuesto a san Josemaría la posibilidad de que Montse viajara a Londres para verle, aprovechando un viaje de san Josemaría. Su respuesta fue: “No os preocupéis. En Roma la veré”[1].

El 10 de noviembre de 1958 recibieron por carta la noticia de que el fundador le esperaba en Roma a Montse para conocerla

Y efectivamente, así sucedió al año siguiente. Fue una noticia inesperada para Montse, que le produjo una enorme alegría. El 10 de noviembre de 1958, se lee en el diario del centro juvenil Llar, recibieron por carta la noticia de que el fundador le esperaba en Roma a Montse para conocerla. Así se recogió su reacción: »Fue una sorpresa mayor todavía para Montse, pues no sabía ni poco ni mucho que lo estábamos hablando hacía días. Como tenía el pasaporte en regla, por si acaso, fue todo rapidísimo. En cuanto lo supieron, su padre rápidamente se puso a gestionarlo: le hicieron el visado el mismo día, y tiene ya billete para mañana en el avión que sale a las 3 1/4. (...) Ella no acaba de hacerse a la idea. Sólo repite: “pero si me parece un sueño”[2]».

Después de un viaje complicado, Montse aterrizó en Roma el martes 11 de noviembre. En el aeropuerto la esperaban algunas mujeres del Opus Dei: Icíar Zumalde, Milena Brecciaroli y Pepa Castelló.

Desde allí la llevaron a la residencia universitaria Villa delle Palme donde les recibieron algunas de las que vivían allí, y donde permaneció durante los días que permaneció en la Ciudad Eterna.

El Padre –cuenta Encarnita– le preguntó por el viaje, por sus padres y hermanos

El jueves 13 fueron a Villa Sacchetti, donde la recibió san Josemaría. Encarnita Ortega e Iciar Zumalde, que estaban presentes, cuentan sus impresiones. “Lo que más me impresionó fue ver como cambiaba la expresión de la cara del Fundador del Opus Dei. Quizás porque de pronto se encontró de frente a una persona tan joven que estaba muriendo. He visto claramente como sus ojos se llenaban de lágrimas y se emocionaba”[3].

“El Padre –cuenta Encarnita– le preguntó por el viaje, por sus padres y hermanos. Le agradeció los dos ejemplares de Camino que le había encuadernado... También le preguntó qué había visto de Roma y qué le habíamos enseñado de la casa central. Le dijo que pidiera a Dios la salud, porque la salud es una cosa buena, y que le prometiera que si se la concedía, sería siempre fiel. Pero que añadiera que aceptaba plenamente su Voluntad”[4].

Al terminar se tomaron una fotografía en la Galería del Torreón, donde aparecen de un lado san Josemaría y el beato Álvaro, y de otro la venerable Montse Grases, Encarnita Ortega e Icíar Zumalde.

Pudo conocer Villa delle Rose, la primera casa de retiros del Opus Dei en Italia

En Villa Sacchetti vivían muchas mujeres del Opus Dei de diversos países, profesiones y edades, que hicieron todo lo posible para que la estancia de Montse fuera lo más agradable posible.

Durante los días siguientes, las que le acompañaban procuraron que disfrutara lo máximo posible, a pesar de que tuvo que guardar cama en algunos momentos debido a su enfermedad. Pudo conocer Villa delle Rose, la primera casa de retiros del Opus Dei en Italia, que estaba en Castelgandolfo, muy cerca de la residencia de verano del Papa. También pudieron pasear por las calles de Roma y por supuesto fueron al Vaticano.

El lunes 17 llegó el momento de despedirse. Atrás quedaba una semana inolvidable para Montse, que había experimentado en primera persona el cariño de un padre y de tantas hermanas suyas en el Opus Dei.

Relato basado en el libro Montse Grases, la alegría de la entrega, de José Miguel Cejas.


[1] Recogido en el libro Montse Grases, la alegría de la entrega, pág 345; de José Miguel Cejas.

[2] Ibíd.

[3] Traducción del testimonio de Icizar Zumalde en Montse Grases, La ragazza che legò il suo aratro a una stella de Mariagrazia Melfi, pág 32.

[4] Testimonio de Encarnita Ortega en el libro Monste Grases, la alegría de la entrega, pág 350; de José Miguel Cejas.