Como sabéis, durante estas semanas –al pasar por España, Portugal, Francia, y ahora Alemania, Holanda y Bélgica–, estoy teniendo la ocasión de encontrarme con muchas personas de la Obra, con sus familias, y con cooperadores y amigos. Compartiendo sus alegrías, sus penas y, sobre todo, el deseo de llevar el amor de Cristo a tantas personas, recuerdo aquellas palabras que a san Josemaría le salían tan de dentro del alma, en agradecimiento a Dios: «pienso en la Obra y me quedo abobao».
Seguramente a vosotros os sucederá lo mismo, aunque a veces, por las dificultades o los problemas del día a día, se pueda hacer difícil ver más allá de nuestra labor inmediata. Pido a Santa María, en la fiesta de la Asunción, que nos ayude a levantar siempre la mirada del corazón a Dios a través de lo que tenemos entre manos; a cuidar de la Obra, que para nosotros es el modo principal de cuidar de la Iglesia. El Opus Dei no es un conjunto de edificios e iniciativas. Es mucho más: es una familia, y una familia que no se cierra en sí misma, sino que hace familia a su alrededor, abriéndose a las necesidades materiales y espirituales de todos. En las familias cada uno es importante. Cuidemos, pues, de cada una y cada uno, con nuestra oración, con nuestra cercanía, con nuestra comprensión, con nuestro buen humor.
Solingen, 15 de agosto de 2017