Caminábamos con mi marido por una zona peligrosa, regresábamos de tomar un café. Después de andar unos diez minutos, nos dimos cuenta de que se había olvidado su mochila con el ordenador, la billetera y el móvil en la cafetería.
Él pensó que alguien lo habría llevado, sin embargo, regresó corriendo a buscarlo. Me quedé esperando segura de que no la encontraría. Pero recé a Dora pidiendo que protegiera la mochila hasta que llegara mi marido.
A los cinco minutos, regresó mi marido con la mochila en la mano. Agradezco a Dora el haber oído mi pedido porque, después del tiempo transcurrido, era muy poco probable que la encontrara.
T. C.