“Me llamo Brigilda, tengo 26 años y nací en Durazzo (Albania). Soy hija única. A la edad de 2 años, mis padres decidieron dejar mi país por la dictadura comunista y buscar un lugar en Italia que les permitiera vivir en paz”. Así comienza el relato que esta joven italo-albanesa hace de su itinerario hacia Dios. Un viaje que arrancó en sus primeros años de vida, y que concluyó el pasado mes de abril, durante la Vigilia Pascual celebrada en la Catedral de Burgos donde recibió el bautismo, la confirmación y la comunión.
Sus padres y el resto de su familia eran musulmanes, pero no practicaban su religión. A excepción de su abuela, la persona que le enseñó a rezar oraciones en árabe, y le habló de Alá, un ser superior, poderoso y omnipotente. Pese a la admiración que sentía por su abuela, Brigilda no dejaba de envidiar a los niños católicos de su escuela, a los que veía comulgar después de asistir a misa. “A los 9 años les dije a mis padres que quería hacer la Primera Comunión. Ellos me respondieron que me dejarían libre, pero que decidiría cuando creciera”, relata.
Un grave accidente de tráfico
Un grave suceso influyó decisivamente en la fe de Brigilda. Su madre tuvo un accidente de tráfico que la dejó gravemente herida y la colocó al borde de la muerte. Brigilda rezaba sin saber a quién. “No conocía a Dios, pero le pedía con fuerza que salvara a mi madre”.
Al final, tras una larga convalecencia, la madre de Brigilda salió adelante, ante el asombro de los médicos, que lo consideraron un verdadero milagro. Para Brigilda, el accidente fue una circunstancia que sirvió para unir más a sus padres y para ponerla en camino hacia Dios, alguien a quien deseaba conocer cada vez más. Sin embargo, pasó su adolescencia y sus años en la Universidad lejos de Él.
Por aquellos años se aficionó al boxeo y llegó a ser incluso campeona nacional. Cursó la carrera de Ciencias Biológicas en Alessandria y conoció a Salvatore, su novio. Más tarde hizo un máster en Biología y Biomedicina Molecular, logrando las máximas calificaciones. Todo ello la ayudó a recuperar la autoestima, después de algunos episodios dolorosos vividos como consecuencia de sus orígenes albaneses. Sin embargo, según recuerda, siempre le faltaba algo.
Un doctorado en Burgos
Fue entonces cuando solicitó una beca internacional de doctorado Marie Curie para completar sus estudios en el extranjero, pese a que sólo se ofertaban catorce plazas para más de 3.000 candidatos. Deseaba hacer el doctorado en nanotoxicología, y le dieron la beca. Su centro de investigación sería la Universidad de Burgos, en España.
Al llegar a Burgos, buscó un piso cerca de la Universidad. Lo encontró en una zona de viviendas nuevas, cerca de un supermercado y de una parroquia moderna que resultó ser la parroquia de San Josemaría. Cuando pisó la iglesia descubrió que celebraban la fiesta de su patrón el 26 de junio, justo el día de su 25 cumpleaños.
“Empezó a gustarme Burgos, sus gentes, sus abundantes iglesias católicas… ¡Respiraba un ambiente cristiano y alegre! En esta ciudad castellana empecé a vivir de nuevo un periodo de reflexión y búsqueda de Dios”, rememora. Un día, mientras cocinaba, en voz alta se dirigió al Señor: “Dios mío, no conozco a tu Hijo Jesús. Por favor, preséntame a una persona cristiana, católica al cien por cien, que sepa explicarme la Biblia y sobre todo la vida de tu Hijo”.
Una italiana y la parroquia de san Josemaría
A las tres semanas, coincidió en un curso de la Universidad con Daniela, otra italiana que resultó ser del Opus Dei, y que se encontraba en Burgos haciendo también un curso de doctorado. Pronto se hicieron amigas. “Empezamos hablando de nuestros trabajos de investigación, y luego ella me empezó a hablar del Papa Francisco, del cristianismo y de Jesucristo. Yo rompí a llorar, porque en ese momento tuve la certeza de que Dios había escuchado mi oración, y Daniela era el instrumento que Él había puesto en mi camino”, refiere.
Daniela le acompañó a la parroquia de San Josemaría y le presentó al párroco, y Brigilda comenzó una catequesis para prepararse para el bautismo. Durante nueve meses, martes a martes, fue conociendo las principales verdades de la fe gracias a Conchita, su nueva catequista.
Cuando ya estuvo preparada, fue a charlar con el obispo de Burgos, Fidel Herráez, quien muy contento la animó a dar gracias a Dios por haberla buscado y salido a su encuentro. “Este paso que vas a dar es un comienzo, un nuevo nacimiento que tendrás que ir alimentando”, le dijo el prelado.
La noche del 20 de abril, durante la Vigilia Pascual, y rodeada de su familia, sus amigos y su catequista, Brigilda recibió por fin el bautismo, junto a la confirmación y a la comunión. “Pude experimentar la misericordia de Dios Padre, ver y reconocerlo así, dispensador de un Amor Infinito hacia todos los hombres. Y luego la figura de Jesús, de ese Dios hecho Hombre que vino a dar su vida en expiación por todos nuestros pecados. Recordé entonces esas palabras de san Agustín: ¡Tarde te amé, Señor, belleza antigua y nueva! Jesús me liberó de todos mis sentimientos de resentimiento, aprendiendo a perdonar a quienes me lastimaron. Ahora me pregunto con frecuencia, ¿cómo logré vivir 26 años sin Él?