Basta empezar (1): Trabajar gratuitamente

Aquí se puede ver el primer video de la serie “Basta empezar. Maneras de ayudar a los demás”, producida en el año jubilar de la misericordia para contribuir a que se cumpla un deseo del Papa Francisco: que los cristianos contemplemos la misericordia de Dios y la asumamos como estilo de vida.

En distintas partes del mundo, hay profesionales que dedican algunas horas de su trabajo a prestar gratuitamente servicios a personas que no pueden pagar por ellos. En este video vemos el caso de un cirujano plástico brasileño y de un funcionario público alemán.

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A continuación te proponemos preguntas y textos para reflexionar que te pueden ayudar a utilizar este video personalmente, en reuniones con tus amigos, en tu escuela o en tu parroquia.

Preguntas para el diálogo

— Algunas de las personas que aparecen en el video hablan de situaciones difíciles, ¿puedes describirlas?

— ¿Te parece que podrían superar esas dificultades sin la ayuda de otras personas?

— ¿Qué maneras concretas de ayudar a los demás se muestran en el video? ¿Las puedes relacionar con algunas de las obras de misericordia?

— ¿Qué motivos pueden tener quienes prestan esa ayuda para hacer lo que hacen? ¿Cómo influye esa ayuda en los demás?

— ¿A qué se refiere el doctor Luiz Mario cuando dice: “Es un encuentro de Jesucristo con Jesucristo”?

— ¿Qué quiere decir Norbert al explicar que, mientras ayuda, ofrece también un testimonio de fe?

Propuestas de acción

— Prestar gratuitamente, si es posible, algún servicio profesional en favor de personas que no pueden pagarte.

— Compartir tus talentos y conocimientos con aquellos a los que les hagan falta.

— Rezar por las personas con las que entras en relación a través de tu trabajo profesional.

— Apoyar a los enfermos y necesitados con tu ayuda, tu compañía y tu oración.

Meditar con la Sagrada Escritura

— Un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó (Lucas 10, 33-34).

— Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios (Marcos 1, 32-34).

— Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda» (Hechos 3, 6).

Meditar con el Papa Francisco

— Hacer el bien sin esperar algo a cambio. Eso hizo el Padre con nosotros y nosotros debemos hacer lo mismo. Haz el bien y sigue adelante (Audiencia, 10 de septiembre de 2014).

— Para ser imitadores de Cristo ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, y de tocarlo y abrazarlo (Angelus, 15 de febrero de 2015).

— Servir. ¿Qué significa? Servir significa acoger a la persona que llega, con atención; significa inclinarse hacia quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión, como Jesús se inclinó a lavar los pies a los apóstoles. Servir significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos ante todo relaciones humanas, de cercanía, vínculos de solidaridad (Discurso, 10 de septiembre de 2013).

— ¿Me inclino hacia quien está en dificultad o bien tengo miedo de ensuciarme las manos? ¿Estoy cerrado en mí mismo, en mis cosas, o me doy cuenta de quien tiene necesidad de ayuda? ¿Sirvo sólo a mí mismo o sé servir a los demás como Cristo ha venido para servir hasta donar su vida? ¿Miro a los ojos de quienes piden justicia o vuelvo la vista a otro lado para no mirar a los ojos? (Discurso, 10 de septiembre de 2013).

Meditar con san Josemaría

— Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por Él, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen (Es Cristo que pasa, n. 182).

— No pases indiferente ante el dolor ajeno. Esa persona —un pariente, un amigo, un colega..., ése que no conoces— es tu hermano. —Acuérdate de lo que relata el Evangelio y que tantas veces has leído con pena: ni siquiera los parientes de Jesús se fiaban de Él. —Procura que la escena no se repita (Surco, n. 251).

— Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él (Camino, n. 419).

Textos y enlaces para seguir reflexionando

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Sección “Jubileo de la misericordia”

R. Vera

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