Amor a la Iglesia, responsabilidad en la Iglesia

Javier Echevarría. 'Itinerarios de vida cristiana', cap. 5. Planeta, 2001. La Iglesia es mucho más que una institución humana, explica el Prelado.

"Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam!..." Me explico esa pausa tuya, cuando rezas, saboreando: creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica...". Y también: "¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!". Estas palabras de Camino, que brotaron del corazón enamorado de san Josemaría, resumen una de las convicciones más características de la conciencia cristiana; a saber, que nadie es cristiano aisladamente; se es cristiano en la Iglesia y por la Iglesia.

(...) La Iglesia es mucho más que una institución humana; más, también, que la simple reunión de los que, participando de una misma fe, continúan la tradición nacida hace veinte siglos en tierras de Palestina. La Iglesia está formada por hombres, pero viene de Dios. Y esto no sólo porque Cristo, Hijo de Dios encarnado, la constituyó llamando a los primeros discípulos y enviándoles después a predicar hasta los confines del mundo, sino, además, porque Él —como lo prometió expresamente, en frase recogida por san Mateo— permanece con su Iglesia, "todos los días hasta el fin del mundo"; porque, en unión con el Padre, envía el Espíritu Santo, que, actuando desde el momento del Bautismo en el alma de cada cristiano, y asistiendo a los Pastores, hace surgir la comunidad eclesial y la guía, manteniéndola en la verdad y comunicándole la vida (...).

Por el Bautismo, todos los fieles nos convertimos realmente no sólo en seguidores de Cristo, sino en miembros de su Cuerpo místico, partícipes de su sacerdocio. Todos los bautizados, en efecto, han recibido el sacerdocio común de los fieles, en virtud del cual están llamados a cooperar en la misión que Él vino a realizar en la tierra. Cada uno cumplirá esta misión según el modo que le sea propio, según su personal vocación; pero todos hemos de llevarla a cabo unidos estrechamente a los Pastores, que han recibido —por el sacramento del Orden— el sacerdocio ministerial.

"Los cristianos debemos esforzarnos por mantener bien fuertes los vínculos de unidad de la Iglesia, con una adhesión viva y real al Papa y a los demás Obispos".

Conocer con profundidad el misterio de la Iglesia lleva a aumentar nuestro amor hacia Ella y a desear servirla como hijos cada día más leales. De igual modo, adentrarse en el designio divino que encierra el ministerio del Papa y de los demás Obispos mueve necesariamente a agradecer a la providencia divina —al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo— los medios que ha dispuesto para cuidar de la fidelidad de nuestra fe y de la rectitud de nuestro obrar moral. Empapados con esa convicción de fe y caridad, los cristianos debemos esforzarnos por mantener bien fuertes los vínculos de unidad de la Iglesia, con una adhesión viva y real al Papa y a los demás Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro. El afecto filial, recio y sincero, al Romano Pontífice lleva a amar y a rezar intensamente por los Obispos en el mundo.

Así, con responsabilidad personal, con espontaneidad apostólica y con sentido eclesial, tomará cuerpo el deseo que le gustaba formular a san Josemaría: omnes cum Petro, ad Iesum per Mariam;  todos, unidos a Pedro y la Iglesia, y protegidos por la intercesión poderosa de Santa María, podremos llegar —llevando con nosotros a la humanidad entera— hasta Jesús, Amor de nuestros amores.