15 de septiembre de 1975: el beato Álvaro sucede a san Josemaría

Tras el fallecimiento de san Josemaría, se convocó un congreso Electivo para elegir a su primer sucesor. El beato Álvaro fue elegido por unanimidad el 15 de septiembre de 1975. Recordamos esa fecha con textos de la biografía “Álvaro del Portillo. Un hombre fiel”, escrita por Javier Medina.

15 de septiembre de 1975: el beato Álvaro sucede a san Josemaría

El 26 de junio de 1975, con el tránsito al Cielo del Fundador, se cerró la etapa fundacional del Opus Dei. En ese preciso instante comenzó lo que don Álvaro denominaría “etapa de la continuidad en la fidelidad”. 

Durante los diecinueve años que estuvo al frente de la Obra –hasta su fallecimiento en 1994–, desarrolló su tarea de pastor en estrechísima unión espiritual con san Josemaría.

A don Álvaro le correspondió cumplir un legado importantísimo del Fundador: llevar a término el camino jurídico del Opus Dei, hasta alcanzar su configuración como prelatura personal de ámbito universal. Además, bajo su mandato, la Autoridad Suprema de la Iglesia declaró beato a san Josemaría: con ese solemne acto, ponía el Papa como un nuevo resello al espíritu del Opus Dei, porque también se declaraba que se trata de un camino de santidad, para cristianos llamados por Dios a desarrollar su existencia en el cumplimiento de sus deberes ordinarios en medio del mundo.

Muchas otras tareas llevó a cabo Mons. del Portillo hasta el final de su vida, para extender la labor apostólica a nuevas naciones y para promover proyectos educativos y asistenciales –clínicas, escuelas para promocionar las tareas del hogar y de la hospitalidad, institutos de formación profesional, colegios, universidades–, con el fin de contribuir al bien común, en países industrializados como en emergentes.

La elección de cabeza de la Obra

En la carta que dirigió a Pablo VI, el 30 de junio de 1975, con el fin de agradecer sus oraciones y consuelos, don Álvaro decía: «Ante la tumba de nuestro queridísimo Fundador, todos nosotros, Santo Padre, renovamos el firme propósito de ser fidelísimos a su espíritu y ofrecemos también nuestras vidas por la Iglesia y por el Papa»[1]. Estas palabras sintetizan el horizonte de su existencia y de su ministerio pastoral, mantenido hasta el final de sus días.

Como Secretario General, le correspondía convocar el Congreso para elegir al sucesor de san Josemaría. La fecha quedó fijada para el 14 de septiembre de 1975, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz[2]. Al día siguiente, memoria de Nuestra Señora de los Dolores, don Álvaro abrió oficialmente el Congreso, con la Misa del Espíritu Santo. En la homilía, volvió a insistir en la necesidad de formular propósitos firmes de fidelidad al espíritu del Fundador[3].


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Entre los congresistas, y entre todos los demás fieles del Opus Dei, reinaba la convicción de que saldría elegido Álvaro del Portillo[4], porque sabían que ese era el deseo del Fundador. Así lo ha dejado escrito uno de los participantes en aquella sesión: «San Josemaría nos repetía, una y otra vez, que don Álvaro era la persona que con más fidelidad y generosidad se había entregado al Señor ayudándole a sacar adelante la Obra que Dios le pedía. Y nos contaba con qué fortaleza le apoyaba en momentos difíciles, con qué humildad servía, (…) con qué fidelidad se entregaba al servicio de la Iglesia»[5]. Precisamente dos días antes de su fallecimiento, había confiado a Mons. Alonso, en voz baja, señalando a don Álvaro: «Hijo mío, si no sois tontos, cuando yo muera seguiréis a este hermano vuestro»[6].

El directo interesado era consciente de esta posibilidad; pero, no obstante, «lleno de humildad, conservó la calma y el buen hacer de quien se encuentra en las manos de Dios, aceptando lo que Él disponga»[7].

Fue elegido por unanimidad, en la primera votación[8]. Sus palabras de aceptación fueron sencillas y sobrenaturales, depositando toda su confianza en la ayuda de Dios: «Habéis querido (…) poner el peso de la Obra sobre los hombros de este pobre hombre: sé bien que no valgo nada, que no puedo nada, que no soy nada. Lo habéis hecho porque conocíais que llevaba más tiempo que nadie al lado de nuestro Padre y buscabais la continuidad. No habéis votado a Álvaro del Portillo, sino que habéis elegido a nuestro Padre»[9].

Enseguida, se dirigió a rezar ante la tumba del Fundador. Cuando llegó, todos los que se encontraban allí se pusieron en pie. Pero don Álvaro les indicó que no se incomodaran y, señalando la sepultura, aclaró: «“Donde hay patrón, no manda marinero”, y el patrón está ahí». Se arrodilló, besó la losa y dijo a los presentes: «Pedidle que sea él quien dirija la Obra desde el Cielo, y que sus sucesores seamos solamente instrumentos suyos, y nada más»[10]. Y concluyó: «Si el Padre, siendo santo, pedía que rezáramos por él, figuraos la cantidad de oraciones que necesito yo, que de santo no tengo nada. Estáis más obligados, si cabe, a rezar por mí. Me son absolutamente necesarias las oraciones de todos»[11].

San Pablo VI bendice al beato Álvaro del Portillo.

Comunicó inmediatamente la elección a Pablo VI[12], reiterándole su firme propósito de servir con la máxima entrega y amor a la Santa Iglesia, en filial adhesión y obediencia al Romano Pontífice y a los obispos en comunión con el Papa[13]. Además, pidió audiencia para expresarle de palabra esos sentimientos[14]. También solicitó hora para hablar con muchos eclesiásticos de la Curia romana: «Enseguida de mi nombramiento –escribía al Cardenal Casariego–, visité uno a uno a todos los cardenales y secretarios de las Sagradas Congregaciones, en Roma: ¡qué enorme cariño al Opus Dei y a nuestro Fundador he encontrado en todos!»[15].

La audiencia con Pablo VI se concretó para el 5 de marzo de 1976. El encuentro se prolongó por más de una hora, en un tono cordialísimo[16]. Las afirmaciones del Papa sobre san Josemaría, impresionaron y confortaron a don Álvaro, que obtuvo el permiso para referirlas a los fieles del Opus Dei[17]. Por ejemplo, «afirmó que consideraba al Fundador del Opus Dei “como uno de los hombres que han recibido más carismas en la historia de la Iglesia, y que han correspondido con mayor generosidad a los dones de Dios”»[18]. También «me confirmó que desde muchos años antes leía Camino a diario y que le hacía un gran bien a su alma, y me preguntó a qué edad lo había publicado nuestro Fundador. Le respondí que lo había dado a la imprenta cuando tenía treinta y siete años, pero precisé que el núcleo del libro ya había aparecido con el título de Consideraciones espirituales en 1934, y lo había redactado un par de años antes, es decir, a la edad de treinta años. El Papa se quedó un momento pensativo y después observó: “Entonces lo escribió en la madurez de su juventud”»[19].

Don Álvaro mencionó al Romano Pontífice algo que había repetido a los fieles del Opus Dei desde el primer momento de su elección: que debían rezar mucho por el nuevo Padre, porque debía suceder al frente de la Obra a un santo, y se sentía “un pobre hombre”. Pablo VI le respondió: «Ma adesso il santo è in Paradiso, e ci pensa lui». Ahora el santo está en el Cielo, e intercede desde allí[20]. Y cuando le habló de los últimos viajes de catequesis de San Josemaría, «el Papa se emocionaba muchísimo, y a cada momento me interrumpía para decirme: –¿Está escrito esto?, Y yo: –Sí, Santo Padre, está escrito todo. Y el Papa aseguraba: –Esto es un tesoro, no solamente para el Opus Dei, sino para toda la Iglesia[21].

Por último, contó que Pablo VI le aconsejó ser muy fiel al espíritu del Fundador: «Me decía: –Usted, siempre que deba resolver algún asunto, póngase en presencia de Dios, y pregúntese: en esta situación, ¿qué haría mi Fundador?; y obre en consecuencia. Diga a todos sus hijos y a todas sus hijas que, siendo fieles al espíritu del Fundador servirán a la Iglesia –como la han servido hasta ahora– con eficacia, con profundidad, con extensión»[22].

Es fácil imaginar la alegría de don Álvaro, al ver confirmado en aquel momento de labios del sucesor de Pedro, el criterio de actuación que guiaba su vida desde hacía tanto tiempo. Al referir a sus hijas e hijos esta audiencia, salían de su boca palabras de agradecimiento al Papa y deseos de mayor servicio a la Iglesia[23].

(Texto extraído del libro: "Álvaro del Portillo. Un hombre fiel", de Javier Medina, ediciones Rialp, 2012, pp. 449-454)


[1] Del Portillo, Á., Carta a S.S. Pablo VI, AGP, APD C-750630.

[2] La decisión, refrendada por el Consejo General y la Asesoría Central, de convocar el Congreso electivo en el mes de septiembre, agotando prácticamente el plazo concedido en los estatutos, «resultó muy beneficiosa: además de evitar retrasos en las actividades formativas y apostólicas ya previstas en muchos lugares para los meses de julio y agosto, contribuyó a transmitir a todos una gran sensación de paz, aunque fuéramos protagonistas de un gran dolor» (Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, pp. 200-201).

[3] Cfr. Del Portillo, Á., Homilía pronunciada el 15-IX-1975: AGP, Biblioteca, P01, 1975, 1458-1459.

[4] «Me parece que todos los fieles del Opus Dei teníamos una idea clara: debería tomar el relevo la persona que, a lo largo de tantos años, había sabido secundar, servir y mantener el espíritu que San Josemaría había recibido» (Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, p. 200; cfr. Testimonio de Carmen Ramos García, AGP, ADP T-18498, p. 7; testimonio de Joaquín Alonso Pacheco, AGP, APD T-19548, p. 31; etc.).

[5] Testimonio de Joaquín Alonso Pacheco, AGP, APD T-19548, p. 96.

[6] Ibid., p. 97.

[7] Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, p. 201. Refiriéndose a ese momento, don Álvaro confiaría semanas después: «Yo estaba en las manos de Dios desde hace mucho tiempo» (Del Portillo, Á., cit. en Testimonio de Paulino Busca Maganto, AGP, ADP T-16317, p. 34).

[8] Cfr. Testimonio del Card. Julián Herranz Casado, AGP, APD T-19522, p. 17.

[9] Del Portillo, Á., Cartas de Familia, vol. 2, n. 74.

[10] Del Portillo, Á., Cartas de Familia, vol. 2, n. 62.

[11] Del Portillo, Á., Palabras pronunciadas en una reunión familiar, 15-IX-75: AGP, Biblioteca, P01, IX-33.

[12] Cfr. Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, p. 203.

[13] Lo hizo mediante un telegrama al Secretario de Estado, Cardenal Jean Villot: cfr. Del Portillo, Á., Carta al Card. Jean Villot: AGP, APD C-750915. También lo comunicó al Sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Benelli, mediante una carta, donde le llamaba «amigo fiel y leal» y le pedía contar en el futuro «con el afecto, la comprensión y la ayuda sacerdotal que hasta ahora he encontrado siempre en su sabiduría y su bondad» (Del Portillo, Á., Carta a Mons. Giovanni Benelli, AGP, APD C-750915). Además, informó a la Congregación competente: cfr. ibid.

[14] Cfr. Del Portillo, Á., Carta al Card. Mario Casariego Acevedo, C.R.S., AGP, APD C-760112.

[15] Del Portillo, Á., Carta al Card. Mario Casariego Acevedo, C.R.S., AGP, APD C-760206.

[16] Cfr. Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, p. 288.

[17] Cfr. Del Portillo, Á., Palabras pronunciadas en una reunión familiar: AGP, Biblioteca, P01, 1976, 281.

[18] Del Portillo, Á., Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei..., op. cit., p. 213.

[19] Ibid., p. 18.

[20] Cfr. Del Portillo, Á., Palabras pronunciadas en una reunión familiar: AGP, Biblioteca, P01, 1976, p. 281.

[21] Cfr. ibid., p. 284.

[22] Ibid, p. 282.

[23] Cfr. Testimonio de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, AGP, APD D-19544, pp. 203-204.