1. Introducción. Acoger el don de Dios y hacerlo fructificar con nuestra libertad.
2. Meditación I. La parábola del sembrador.
3. Meditación II. La parábola de la cizaña.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción. Acoger el don de Dios y hacerlo fructificar con nuestra libertad
Dios siembra con generosidad: reparte su gracia a manos llenas, y confía en nuestra libertad para acogerla y hacerla fructificar. Como en la parábola del sembrador, la semilla cae cada día sobre nuestro terreno: a veces fértil, otras endurecido por el ruido, las prisas, el egoísmo… Pero siempre está en nuestra mano preparar la tierra, cuidar lo sembrado, abrir el alma a su Palabra.
En este tiempo veraniego, con sus cambios de ritmo, de horarios, de ambiente, podemos encontrar una oportunidad: para escuchar mejor a Dios, para retomar el Evangelio, para sembrar paz donde estamos. Porque también ahora, entre viajes, familia, cansancio y tareas, el Señor sigue saliendo a sembrar. Y también ahora podemos ofrecerle un corazón dócil, una vida disponible.
Este año jubilar es una invitación a comenzar de nuevo, a dejarnos reconciliar, a abrir caminos de esperanza. Todos estamos llamados a ser sembradores de paz y de alegría: a cultivar un pequeño ecosistema de paz en lo cotidiano. Las guerras de la vida diaria no empiezan con grandes gestos, sino con palabras duras, con desprecios que se acumulan, con indiferencia. Y también la paz empieza por lo pequeño: una mirada, una disculpa, una sonrisa ofrecida a tiempo.
Las parábolas del sembrador y de la cizaña nos ayudan a comprender este dinamismo: Dios actúa con paciencia, y espera. La historia no la escriben solo los grandes acontecimientos, sino cada gesto de fe, cada acto de amor, cada respuesta libre al don recibido. Que este retiro nos ayude a escuchar más hondamente, a trabajar mejor la tierra… y a dar fruto, allí donde el Señor nos ha plantado.
Primera meditación
Opción 1: Meditación. La parábola del sembrador.
Opción 2: La parábola del sembrador comentada por el Papa León XIV (Primera Audiencia General, ciclo de catequesis jubilares).
Segunda meditación
Opción 1: Meditación. La parábola de la cizaña.
Opción 2: La parábola de la cizaña explicada por dos Papas: Benedicto XVI y Francisco.
Charla
Sembradores de paz y de alegría: todos estamos llamados a cultivar, desde nuestro lugar, un ecosistema de paz.
Dios se encuentra en lo cotidiano, y también allí se edifica la paz. Las guerras de la vida cotidiana no empiezan con bombas, sino con palabras duras, desprecios pequeños, gestos de egoísmo o de indiferencia, que van escalando. Artículo de Mons. Fernando Ocáriz publicado en el diario El Mundo con motivo del 50 aniversario de la muerte de san Josemaría.
Lectura
«Hemos sido llamados a la libertad». Carta del Prelado (9 enero 2018), nn. 2- 9.
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
Consiste en ponernos bajo su mirada amorosa que nos acompaña y protege. Invocamos al Espíritu Santo para entender cómo hacer nuestra vida más grata a Jesús.
1. «Salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla (...) parte cayó en tierra buena y comenzó a dar fruto» (Mt 13, 3-8). ¿Confío en la fuerza de la semilla que el Señor ha dejado en mi alma? ¿En qué puedo ser más paciente conmigo mismo y con los demás, sin desanimarme cuando los esfuerzos parece que no dan el fruto deseado?
2. «¿Deseo ser esa tierra buena que se deja transformar por la Palabra de Dios? Por todos los caminos honestos de la tierra quiere el Señor a sus hijos, echando la semilla de la comprensión, del perdón, de la convivencia, de la caridad, de la paz. Tú, ¿qué haces?» (Forja, n. 373).
3. A cada uno de nosotros Dios nos ha dado talentos o cualidades diferentes y espera que los hagamos fructificar. ¿Cómo agradezco al Señor lo que me ha regalado y cómo busco maneras creativas de poner mis cualidades a su servicio, para acercar almas a Dios?
4. Un hombre «sembró buena semilla en su campo. Pero (...) vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue» (Mt 13, 24-25). ¿Sé convivir con la imperfección propia, ajena y de las instituciones? ¿Le pido al Señor que eso no me desanime y que sepa tener una mirada comprensiva y sobrenatural?
5. Ante las dificultades, ¿procuro recordar con san Pablo que «todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8, 28)? ¿En qué aspectos podría crecer mi seguridad en que Dios saca bienes incluso de las circunstancias más difíciles o negativas?
6. «Mis elegidos consumirán la obra de sus manos. No se fatigarán en vano (...) porque serán semilla bendita del Señor (...). Antes de que me llamen yo les responderé, aún estarán hablando, y ya los habré escuchado» (Is 65,23-24). Movido por la confianza en Dios, ¿trato de superar los obstáculos que me encuentro cuando intento acercar a alguien al Señor? ¿Rezo y busco formas de ayudar a esas personas?
7. El tiempo de verano puede dispersar o puede abrir el alma. ¿Aprovecho las vacaciones —aunque sean breves o intensas— para renovar mi vida interior, para leer el Evangelio con más hondura, para sembrar paz y alegría en mi entorno más cercano?
8. En este Año Jubilar, la Iglesia me invita a acoger con gozo el perdón y la gracia. ¿He pensado en hacer una buena confesión, en reconciliarme con alguien, en dar un paso concreto para comenzar de nuevo? ¿Qué gesto podría tener que sea signo de paz y de conversión?
Acto de contrición