Roma, 10 de enero de 2009
Al recibir las noticias sobre el terremoto que ha afectado a parte del país, deseo poneros unas líneas para aseguraros que, desde Roma ─¡y desde el mundo!─, estamos especialmente pendientes de todos, acudiendo a San Josemaría, para que siga velando por sus hijos, por sus familias y por toda la gente de esa queridísima tierra. Es un gran tesoro de unidad, que Dios ha dispuesto que vivamos, y que hemos de cuidar día a día.
Imitando el ejemplo de San Josemaría, no puede dejarnos indiferentes el sufrimiento físico o moral de la humanidad. Por eso, nos metemos en el dolor de cuantos están sufriendo, y pedimos con toda el alma a Nuestro Señor que todos los hombres y mujeres se mantengan serenos, llenos de paz. Considerad que en estas circunstancias debemos crecer con fuerza en el sentido de la filiación divina y en nuestra gratitud a Dios.
Ofrezco sufragios por las víctimas y encomiendo a la Santísima Virgen, Consolatrix afflictorum (Consoladora de los afligidos), a los perjudicados y a sus parientes, para que encuentren consuelo en su sufrimiento.
Os quiere y os bendice con inmenso cariño
vuestro Padre,
+Javier