Desde pequeña, Coral tuvo clara su pasión: la gastronomía. "Yo quería estudiar gastronomía", cuenta con entusiasmo, y sus padres la apoyaron en la búsqueda del mejor instituto. Fue así como llegó a CEFIN, un centro educativo con formación cristiana vinculado al Opus Dei. Sin embargo, lo que comenzó como una simple elección académica, se convirtió en un viaje de descubrimiento personal.
Su padre, escéptico al principio, recordaba su percepción del Opus Dei a través del Código Da Vinci: "Pensaba que era una secta poderosa que dominaba la Iglesia y hasta el mundo". Pero a medida que Coral se sumergía en la formación, su visión cambió. No solo aprendió sobre su carrera, sino que también comenzó a cuestionarse su relación con la fe.
"Volví a reconectar con Dios, volví a reconectar conmigo misma y también volví a reconectar con la Obra"
En CEFIN, el contacto con numerarias auxiliares despertó en ella una chispa inesperada. “Yo veía que las numerarias auxiliares eran muy serviciales, y yo también era servicial”, recuerda. En su primer retiro espiritual, la idea tomó fuerza: "Me fui del retiro diciendo: yo quiero ser numeraria auxiliar".
Sin embargo, su camino no fue lineal. Durante seis años exploró esta vocación, pero en el proceso también se alejó de Dios. La pandemia de 2020 marcó un punto de inflexión. En la soledad del confinamiento, Coral redescubrió su fe y, con ella, otra vocación dentro del Opus Dei: ser agregada.
"No fue una decisión inmediata", explica. Después de cuatro años de reflexión y madurez, finalmente pidió su admisión como agregada del Opus Dei. "Decidí ser agregada y formar parte de la Obra", concluye con convicción.