Cuando Mercè decidió llevar a su hija Laura a una escuela del Opus Dei, lo hizo porque le parecía que ofrecía una buena educación. Pero nunca pensó que eso significaría un cambio radical en sus vidas. “Jamás en mi vida pensé que me la pondría dentro de esta Obra”, recuerda. Cuando Laura decidió unirse como numeraria, Mercè sintió que la perdía.

Las personas de su entorno reforzaron sus temores: “¡La has perdido! ¡No volverás a verla! Apenas la dejarán ir a casa”. Todo parecía confirmar sus peores sospechas. “A mí esto me asustó un poco… Y me lo tomé muy mal, muy mal”, confiesa. Su angustia no solo la afectó a ella, sino a toda su familia.

Pero con el tiempo, Mercè se dio cuenta de algo: Laura seguía siendo la misma. Seguía yendo a casa, montaba a caballo, reía y disfrutaba de su vida. Un día, en un viaje, le preguntó directamente: "¿Te dejan hacer lo que quieres?". La respuesta de Laura fue clara: "Mamá, si a mí no me dejaran hacer lo que quiero, me marcharía".

Eso cambió su perspectiva. Su hija no estaba atrapada, no era una víctima. Era una mujer que había elegido su camino libremente.

"Cada uno debe hacer en esta vida lo que le gusta. Y así es cómo se siente feliz, ya está"

El golpe final a sus prejuicios llegó cuando Mercè decidió separarse de su marido. Temía la reacción de Laura, pensó que intentaría convencerla de quedarse por cuestiones religiosas. Pero su hija fue la primera en apoyarla: "Pues, perfecto, haces muy bien". Ese momento fue revelador. “La vida real la ve igual que otra persona”, comprendió Mercè.

Hoy, con la serenidad que da la experiencia, sabe que sus miedos fueron infundados. “Aún hoy, mucha gente cree que el Opus Dei es como una secta que separa a las familias. Pero, claro, yo que lo he vivido, ahora puedo decir que no. No es así”.

Laura es feliz, y eso es lo único que realmente importa. “Es su vida, no la mía”, concluye Mercè.

Conoce la historia de Laura