Puedo quedarme horas mirando el mar. El mero hecho de ver moverse el agua me hace pensar en la inmensidad de Dios. Esta contemplación me hace sentir feliz. Estar entre la gente también me hace feliz. Necesito a la gente, y sentir que me necesitan me hace querer dar lo mejor de mí misma. Ningún hombre es una isla... nos necesitamos los unos a los otros.

Soy de Kenia, una nación multicultural. La gente de mi país es muy acogedora, cálida y muy trabajadora. A pesar de que algunos pasan apuros económicos, Dios lo ha compensado dándonos corazones generosos y una profunda confianza en Él. Creo que lo llevo en la sangre.

“Me gusta estar entre la gente. Sentir que me necesitan me hace querer dar lo mejor de mí misma”

La mayor parte de mi vida he sido estudiante. Siempre quise ser enfermera. Cuando terminé el bachillerato, antes de entrar en la universidad, hice un cursillo de asesoramiento sobre el VIH y el sida, y también de visitadora de hospitales... allí me interesé por la restauración y la hostelería para poder aconsejar a la gente sobre cómo prevenir las enfermedades relacionadas con el estilo de vida.

En aquella época, también trabajé en el ámbito social con niños que vivían en la calle y sin padres. Creo que estas experiencias me confirmaron en la vocación que vivo en el Opus Dei como numeraria auxiliar. Luego estudié hostelería y restauración. Me apasiona la gastronomía.

Al final, me gusta pensar que el servicio que he ofrecido a los demás les ha ayudado, a ellos y a mí, a amar más a Dios.