Desde joven, Renata Silvestre siempre sintió una conexión profunda con la ciencia, pero también una inquietud interior que la impulsaba a buscar algo más allá de su carrera. Tras perder a su tía Mieko por cáncer, esa experiencia de duelo se transformó en un deseo latente de encontrar soluciones para tratar la enfermedad. Así, se dedicó a estudiar Biomedicina en la UNESP de Botucatu, y más tarde, a realizar su maestría y doctorado en la USP, donde profundizó en el estudio de las células.

Su vida dio un giro cuando, durante una estancia en Alemania, descubrió cómo expresar el receptor CAR (un receptor de antígeno quimérico) en células para tratar leucemias y linfomas. "Fue una auténtica providencia", dice Renata, refiriéndose a ese avance crucial en su carrera científica.

Sin embargo, fue en un momento de transición personal cuando Renata encontró lo que definiría su vocación. Mientras se preparaba para mudarse a Ribeirão Preto, un amigo le presentó el Centro Cultural Paineiras, donde empezó a recibir dirección espiritual del Opus Dei. Fue allí donde, en su proceso de discernimiento, comprendió que Dios la llamaba a vivir su vocación como agregada del Opus Dei, en medio del mundo, sin retirarse del entorno cotidiano.

"Creo que la transformación en cada corazón es lo principal. Si cada persona se decidiera a ser santa, causaríamos la mayor revolución del mundo."

"Si Dios me llama, tiene que ser en medio del mundo", reflexiona Renata sobre su decisión. Y así fue: en su vida como biomédica, Renata combina su labor científica con el espíritu de entrega total de la Obra, buscando reflejar los valores de familia y fraternidad en cada aspecto de su vida, desde el trabajo hasta su vida personal.

Hoy, en su rol en la empresa Nutera, donde trabaja en terapia celular avanzada, Renata ve cómo la ciencia puede ser una herramienta de misericordia. "Descubrir la belleza de las cosas, el funcionamiento, la forma en que operan, es una relación directa con Dios", expresa, conectando su trabajo con su fe. En su camino, Renata ha entendido que tanto en la ciencia como en la espiritualidad, su propósito es el mismo: servir a los demás y hacer del mundo un lugar mejor.