Guadalupe, la beata

Paula Schmidt, columnista del diario digital "El Líbero", nos narra sus impresiones sobre la vida de Guadalupe Ortiz de Landázuri, que será beatificada este 18 de mayo en Madrid.

Guadalupe, la beata. Columna publicada en el diario digital El Libero

En momentos en que la religiosidad está a prueba y pareciera no ir acorde a los tiempos, el conocer la biografía de esta notable mujer me comprueba que para perseverar en la fe cristiana se necesitan cuatro características que ella encarnó (con buen humor): ser exigente con los líderes, racional para ver los errores, lúcida para no perder el camino y valiente para enfrentar la crítica.

Einstein finalmente publicó su Teoría de la Relatividad en 1916, mismo año en que nace en Madrid Guadalupe Ortiz de Landázuri. La inteligencia de él provocaría la primera revolución científica del siglo XX. La de ella, en cambio, llegaría a revolucionar su entorno de una manera muy distinta, 100 años más tarde.

Esta semana, fui invitada a una reunión donde se daría a conocer la vida de esta española que me era totalmente ajena. Sin embargo, decidí asistir porque me atrajeron dos hechos: que fue la primera mujer en entrar a estudiar bachillerato en un país machista y ad portas de sufrir una de las peores guerras civiles de la historia contemporánea; y que, años más tarde, Guadalupe había acompañado a su padre la última noche de su existencia previo a ser fusilado en 1936 . Características de una mujer decidida, moderna para sus tiempos, pionera, aguerrida, pero, a la vez, templada. Y es por eso que he decidido compartir la biografía de esta figura que pronto será beatificada. No tanto por ser perfecta, mística o por haber publicado extensos tratados filosóficos o morales -eso la habría convertido en inalcanzable-, sino por la coherencia que demostró entre su vida pública y privada, porque fue una emprendedora que siempre conservó altura de miras, porque se hacía el tiempo para escuchar a quienes requerían de apoyo o consejo, pero, sobre todo, porque tenía una virtud que hoy es cada vez menos frecuente: un gran sentido del humor. O sea, una mujer común, aunque nada de corriente.

A menudo, la palabra “beata” se emplea en nuestro vocabulario con bastante desconocimiento, prejuicio y una extrema caricaturización. Para la mayoría, una beata sería algo así como una especie de solterona (requisito número uno) que se viste con polleras de colores poco llamativos (hasta los tobillos), que usa medias gruesas (invierno y verano) y que recoge su pelo siempre de la misma manera: en un moño denso y compacto a la altura de la nuca. Todo esto, supuestamente, para opacar su individualidad y como una manera de reflejar su ejemplar fervor religioso; pero si para muchos esa sería la descripción magistral de una verdadera beata, la imagen de Guadalupe Ortiz de Landázuri simplemente no encaja.

Actualmente, la Iglesia Católica experimenta una crisis que ha relativizado la fe y provocado una fuerte desilusión hacia el catolicismo.

Las mujeres cristianas que han dejado huell en la historia no han sido las señoritas pacatas, sin carácter o poco audaces. Más bien, el atractivo de muchas de ellas ha sido lo que les ha permitido canalizar su energía e inteligencia para llevar a cabo su vocación. Ejemplos hay varios. Desde la médica, compositora y escritora alemana del siglo XI, Hildegarda de Bingen, hasta la Madre Teresa de Calcuta. Ésta última, denominada por la guardia Suiza del Vaticano, como la “pequeña tirana”, gracias a una tenacidad incansable para lograr sus objetivos.

En el caso de Guadalupe, la radiografía de su vida, en pocas líneas, se podría resumir así: laica, científica, académica, la mejor alumna de doctorado de su promoción e impulsora de un centro profesional para niñas campesinas en las ciudades mexicanas de Culiacán y Monterrey. No obstante, su desempeño profesional nunca logró opacar su humanidad.

Actualmente, la Iglesia Católica experimenta una crisis que ha relativizado la fe y provocado una fuerte desilusión hacia el catolicismo. No es para menos. Sin embargo, estoy segura que mujeres como Guadalupe no ocultarían su reproche hacia quienes han sido los responsables de debilitar a su iglesia. Lo que mantiene firme a cualquier institución religiosa no son los saltos al vacío de sus fieles o una fe que no ve ni quiere hacerse cargo de los abusos, delitos o medias verdades al interior de su comunidad. Lo que sí necesita son testimonios de vida y ejemplos concretos de cómo aterrizar los principios y valores religiosos en la vida diaria.

En momentos en que la religiosidad está a prueba y pareciera no ir acorde a los tiempos, el conocer la biografía de esta notable mujer me comprueba que para perseverar en la fe cristiana se necesitan cuatro características que ella encarnó (con buen humor): ser exigente con los líderes, racional para ver los errores, lúcida para no perder el camino y valiente para enfrentar la crítica. Es por eso que, a lo largo de la historia, han sido muy pocos los personajes que han logrado reunir todos estos elementos, transformándose en una de las razones de por qué Guadalupe Ortiz de Landázuri, a diferencia de muchos otros, permanecerá viva en la memoria a pesar de haber muerto.

@LaPolaSchmidt

Paula Schmidt, Periodista y Licenciada en Historia