Don Álvaro en tiempos de pandemia

Anoche Dios me puso en el corazón la urgencia de escribir esta carta y por eso hoy me levanté temprano, y acá la estoy escribiendo. Todo empezó con mi hijo: tenía asma aguda y no respondía a ningún tratamiento.

Hace dos años, mi hijo Jacobo pasaba por su décimo segunda hospitalización en su primer año de vida en Bogotá: tenía asma aguda, que no respondía a ningún tratamiento y lo agobiaba. Con mi esposo, por un llamado de nuestro corazón, decidimos irnos con nuestros cuatro hijos para Cartagena, una ciudad a nivel del mar en Colombia, confiando en que, con este cambio de clima, Dios pudiera hacer un milagro y mejorarlo.

mi hijo pasaba por su décimo segunda hospitalización en su primer año de vida en Bogotá

Además de los desafíos que este traslado implicó en general, fue especialmente retador en el tema financiero. Una de las cuestiones que más nos agobiaba era que habíamos comprado nuestra casa hace tan solo un año, y estábamos pagando las cuotas del préstamo, para lo cual ya estábamos haciendo un esfuerzo muy importante. Como tuvimos que empezar a pagar un arriendo en Cartagena (una ciudad costosa), pusimos nuestra casa en oferta: venta, arriendo, permuta... cualquier opción nos interesaba, incluso a pérdida, pero ningún cliente apareció. Tuvimos entonces que endeudarnos con mi familia.

Debo decir que a pesar de que la deuda era cada vez más grande, Dios nunca nos desamparó y obró muchos milagros que pueden ser objeto de otras historias. Pero la que escribo es la de los favores que nos fueron concedidos por el beato Álvaro del Portillo.

nunca dejamos de confiar esta intención al beato Álvaro

Decidimos poner en manos del beato la venta de nuestra casa. Todas las noches le pedíamos por esta intención.

La verdad es que pasó un año completo, Jacobo tenía una mejora sustancial, pero la casa no se había podido vender ni arrendar a pesar de que la visitaban muchos clientes y de que estuvimos cerca de realizar muchos negocios. Sin embargo, nunca dejamos de confiar esta intención al beato Álvaro.

Un día, con mi esposo decidimos que, si no se lograba un negocio con la casa el siguiente miércoles, volveríamos a Bogotá, pues ya realmente no podíamos seguir asumiendo tantos gastos: la cuestión es que volver a la casa -única solución que veíamos viable- era una cuestión complicada, puesto que queda en una montaña y sería realmente riesgoso para la salud de nuestro hijo Jacobo. Esto se sumaba a que, con las deudas adquiridas, realmente no podríamos seguir pagando el préstamo. Sin embargo, pensamos que si Dios quería que volviéramos, sería siempre para bien. El omnia in bonum de san Pablo que repetía san Josemaría, no nos abandonó en toda esta aventura; en la que estuvimos siempre unidos, con una familia que es realmente un regalo de Dios.

Llegó el día previsto, ningún negocio se concretó, y decidimos organizar nuestras cosas para volver. Ese mismo día llamaron a mi esposo de su antiguo trabajo para pedirle que volviera. No podríamos volver a nuestra casa inmediatamente (por la cuestión de salud de mi hijo), así que un amigo, como caído del cielo, nos prestó su casa.

estuvimos siempre unidos, con una familia que es realmente un regalo de Dios

Y una vez en Bogotá, ocurrió que apareció una familia que, en pocas semanas, quiso tomar en arriendo la casa (por el valor completo mensual de la cuota del préstamo) y firmó con nosotros promesa de compraventa para más adelante.

Con mi esposo entendimos el favor sin dudarlo: Dios nos quería de regreso y permitiría este arreglo financiero solo en el tiempo correcto. Pudimos encontrar una casa hermosa en arriendo en la ciudad de Cajicá (a las afueras de Bogotá) y Jacobo no volvió a enfermarse. Este es otro milagro de Dios.

***

Pues bien, después de este favor recibido por la intercesión del beato Álvaro, llegó este tiempo de pandemia.

Con mi esposo hemos sido muy bendecidos y hemos ido pagando nuestras deudas de a poco; sin embargo, los temores económicos volvieron a aparecer: me preocupaba el sueldo de dos asistentes que dependen de mí, pues sostienen a sus familias. Así que les dije que oráramos por un favor y ese mismo día volví a empezar la novena al beato Álvaro: no solo por paz y serenidad mental, sino por la solución financiera.

El día que empecé la novena me llamaron

El favor no esperó 24 horas. El día que empecé la novena me llamaron porque necesitaban mis servicios jurídicos en una entidad pública. Aunque financieramente no era muy relevante, vi la mano del beato en ese momento, y dimos gracias. Pasó solo un día y me llamaron de otras dos entidades. En una de estas -ante mi petición- decidieron también contratar a mis dos asistentes ¡No podía yo entender estas bendiciones del cielo!

Los últimos días de la novena me contactaron de otra empresa para una consultoría. Esto, en plena pandemia, donde abundan las preocupaciones por el desempleo. Esta es sin duda, la respuesta de Dios a través de don Álvaro del Portillo. Con estas bendiciones no solo podré pagar mis deudas, sino que espero poder seguir ayudando a más personas que tanto lo están necesitando en estos momentos.

J. A. – Colombia


Beato Álvaro del Portillo (Oración para pedir la intercesión del beato Álvaro y Álvaro del Portillo: siervo bueno y fiel)

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También puede comunicar la gracia que se le ha concedido mediante correo postal a la Oficina de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei (Calle Diego de León, 14, 28006 Madrid, España) o a través del correo electrónico ocs.es@opusdei.org.

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En alternativa puede enviar una aportación por transferencia a la cuenta bancaria de la Asociación de Cooperadores del Opus Dei con IBAN número ES53 2100 1547 7502 0024 4065 y BIC, CAIXESBBXXX en La Caixa (agencia urbana de la calle Cartagena, 4, 28028 Madrid, España).

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