Braval, 20 años en 20 historias

Hace 20 años que, alrededor de la iglesia de Montalegre de Barcelona, comenzó Braval, un proyecto de solidaridad que se consolidó en 2002 con ocasión del centenario de san Josemaría, con el objetivo de promover la cohesión social, luchar contra la marginación… Así empieza el prólogo de este libro, una colección de historias de superación.

Glenn Caliba y Josep Masabeu, Presidente de Braval.

15.000 horas al año por la integración social: noticia con motivo de la presentación del libro '20 historias de superación en el Raval'.

• COPE Entrevista a Josep Masabeu, responsable del Proyecto Braval

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• Europa Press Josep Masabeu, presidente de la ONG Braval que atiende a jóvenes migrantes: “Necesitamos fomentar la cohesión”

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Otras historias del Braval.

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El 12 de abril tuvo lugar en Madrid la presentación, ante un grupo de periodistas, del libro “20 historias de superación en el Raval”, escrito por Josep Masabeu, presidente de Braval. Son relatos breves y ágiles, de lucha por la vida, a veces sin mucho lugar para la esperanza, o mejor dicho, donde la esperanza es precisamente la propia gente.

Glenn Caliba, “el ingeniero que no cree en imposibles”, según el título de una de las historias del libro, ha estado presente en el acto. Su vida ha estado marcada por la tenacidad. Filipino nacido en España, es el primer titulado universitario, ingeniero informático, que sale de las aulas de Braval. Para él todo empezó hace 14 años cuando un amigo le dijo que en Braval se podía estudiar. Ahora, además de trabajar en su propia empresa, es voluntario de la asociación y ayuda a ayudar, como le enseñaron cuando era adolescente.

El Raval, una gran red social

Hay redes sociales online, que a veces separan en lugar de unir, y redes sociales convencionales, las de siempre, que sirven para ayudarse unos a otros. Masabeu lo explica mejor: “El Raval dispone de una gran red social que ofrece hospitalidad y cohesión, y evita la aparición de brotes de violencia”. Además del papel de la familia, la escuela, los servicios sociales, las parroquias y un buen número de entidades similares a Braval, constituyen esa “xarxa social” imprescindible y de gran utilidad para los vecinos.

En el Braval, quien recibe ayuda, también debe ofrecerla a los demás.

El barrio, de apenas 1,1 km2, acoge a casi 50.000 personas. La densidad de población triplica la media de la ciudad, en torno a 15.000 habitantes por km2. Y desde hace años, la mitad son inmigrantes, de procedencias muy variadas: Pakistán, Filipinas, Marruecos, son algunos grupos mayoritarios. ¿Y el paro? En torno al 30%. En resumen, una clase media empobrecida, con frecuencia desalentada ante el futuro.

El estilo Braval

Nada como tener un proyecto definido, un estilo marca de la casa, que orienta todas las actividades. Desde el principio, como señala Masabeu en la presentación del libro, vimos que era necesario “crear espacios comunes de convivencia”, y “mezclar” a todos los chicos en actividades compartidas, sin guetos.

La diversidad está en el ADN de Braval. Los chicos que lo frecuentan, entre 8 y 18 años, son de 30 nacionalidades, 10 lenguas y 9 religiones diferentes. “En contra de lo que algunos piensan -apunta Masabeu-, compruebo que el hecho religioso es un factor estabilizador para la persona. Tantos credos y culturas juntos ayudan más que un Erasmus”, añade con una pizca de humor.

Glenn trabaja en su propia empresa y es voluntario de Braval.

Para ayudar a cada uno, los voluntarios son pieza clave: alrededor de 160, entre estudiantes, profesionales y jubilados, para atender a 250 chicos que pasan cada año por la asociación. Además de las tareas propias organizativas, de gestión, de un voluntario, su gran aportación es la relación personal, la cercanía, el cariño que vence la pobreza “afectiva”, como explica Masabeu.

Equipos que hacen equipo

El deporte es el deporte, y nada aglutina tanto. Acerca un balón a un marroquí, un filipino o un rumano y les harás (casi) eternamente felices. Braval se dio cuenta desde el principio y ofrece programas de deporte multiétnico, en fútbol y basket, con una exigencia previa: la mezcla de jugadores de distintos países en cada uno de sus equipos. Así, unos aprenden de los otros, se conocen porque juegan juntos, se respetan, etc. Y además juegan en la liga de Barcelona, con equipos de todos los barrios de la ciudad.

“Cuando rompes la barrera física, después rompes la barrera mental”, es otro mantra de su apuesta formativa. Y no les ha ido mal: han recibido seis veces el premio a la deportividad que concede cada año el Ayuntamiento de Barcelona.

El deporte, con gente de varios países, mezclados, ayuda a la integración.

Además del deporte, Braval ofrece refuerzo escolar, lengua básica, orientación ocupacional, casal de verano, actividades para padres, etc. Y una constante: inculcar al beneficiario que todos deben hacer cosas por los demás. Según Masabeu, hay que huir de la “sociedad receptora: la de dame educación, dame ropa, dame comida. No, todos podemos y debemos dar algo, aunque parezca poco”.

Al final, toda la labor de Braval consiste en “facilitar el ascensor social” para conseguir una estabilidad laboral. En palabras del presidente de la ONG, “antes el objetivo era que se integraran para conseguir un trabajo aquí. Ahora es básico consolidar su propia personalidad para trabajar donde puedan, aquí o en Singapur, pero con una base que les permita desarrollarse en la vida”.

Mons. Fernando Ocáriz visitó las instalaciones de Braval el pasado mes de julio.

Braval nació pequeño, como cualquier iniciativa. 20 años después, gracias al esfuerzo de mucha gente -15.000 horas de voluntariado al año-, la mezcla ha dado abundante fruto. A por los siguientes 20.