¿Es igual la oración de un cristiano que la de alguien de otra religión?

Una nueva entrega de la serie de textos con Preguntas sobre la fe cristiana. En este artículo se aborda la diferencia entre la oración de un cristiano y la de una persona que profesa otra religión.

1. ¿Qué es la oración?

2. ¿Cuál es la diferencia entre la oración cristiana y la de otras religiones?

3. ¿Cuáles son los tipos de oración?

4. ¿Cuál es la relación entre la oración personal y la oración de la Iglesia?

5. ¿Cuál es el papel del Espíritu Santo en la oración?


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¿Qué es la oración?

“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”[1]. Es un verdadero diálogo personal, íntimo y profundo, entre el individuo y Dios[2], y cada uno está llamado a descubrir la riqueza de este diálogo y a entrar en relación con su Creador. De forma constante, Dios invita a cada individuo a participar en el misterioso encuentro de la oración. Es Él quien toma la iniciativa, despertando en nosotros la voluntad de buscarlo, de comunicarnos con Él y de hacerle partícipe de nuestra vida. La persona que se dedica a la oración, dispuesta a escuchar a Dios y dialogar con Él, está respondiendo a esa iniciativa divina.

El cristiano tiene como ejemplo al propio Cristo, quien oró constantemente al Padre y nos enseñó cómo hacerlo[3]. Además, la oración cristiana no es el resultado de un ejercicio individual de reflexión o introspección, sino que se inserta en el diálogo entre el Hijo y el Padre, mediante la acción del Espíritu Santo en el alma. “Es en Jesús en quien el hombre se hace capaz de unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de la relación de paternidad y de filiación. Por eso, juntamente con los primeros discípulos, nos dirigimos con humilde confianza al Maestro y le pedimos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1)”[4].

Meditar con san Josemaría

Siempre que sentimos en nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia cristiana, el Espíritu Santo trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: conviene orar perseverantemente y no desfallecer. La oración es el fundamento de toda labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si prescindiésemos de este recurso, no lograríamos nada. Amigos de Dios, 238

Son tantas las escenas en las que Jesucristo habla con su Padre, que resulta imposible detenernos en todas. Pero pienso que no podemos dejar de considerar las horas, tan intensas, que preceden a su Pasión y Muerte, cuando se prepara para consumar el Sacrificio que nos devolverá al Amor divino. En la intimidad del Cenáculo su Corazón se desborda: se dirige suplicante al Padre, anuncia la venida del Espíritu Santo, anima a los suyos a un continuo fervor de caridad y de fe. Amigos de Dios, 240

¿Cuál es la diferencia entre la oración cristiana y la de otras religiones?

La principal diferencia de la oración cristiana con respecto a las formas de algunas corrientes espiritualistas radica en la búsqueda de un encuentro personal con Dios, Uno y Trino (con Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo), y no simplemente como una búsqueda individual de paz y equilibrio interior. “La oración cristiana está siempre determinada por la estructura de la fe cristiana, en la que resplandece la verdad misma de Dios y de la criatura.”[5] Cristo nos enseña la forma en que debemos orar, lo que significa rezar dentro de su cuerpo místico, que es la Iglesia.

La oración cristiana también tiene una dimensión comunitaria: “incluso hecha en soledad, tiene lugar siempre dentro de aquella «comunión de los santos» en la cual y con la cual se reza, tanto en forma pública y litúrgica como en forma privada”[6]. El cristiano, también cuando está solo y ora en secreto, tiene la convicción de rezar siempre en unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto con todos los bautizados para el bien de la Iglesia. La oración del Señor Jesús ha sido entregada a la Iglesia («así debéis rezar vosotros», Mt 6, 9)[7] y, por lo tanto, se realiza plenamente dentro de la comunidad de los bautizados.

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La oración del cristiano nunca es monólogo. Camino, 114

"Minutos de silencio". —Dejadlos para los que tienen el corazón seco.

Los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en los cielos. Camino, 115

“Un minuto de rezo intenso; con eso basta”. —Lo decía uno que nunca rezaba.

—¿Comprendería un enamorado que bastase contemplar intensamente durante un minuto a la persona amada? Surco, 465

¿Cuáles son los tipos de oración?

La Iglesia tradicionalmente divide las principales expresiones de la oración en tres tipos: oración vocal, meditación y oración contemplativa. Al complementarse entre sí, todas son esenciales para un cristiano que busca profundizar su relación con Dios y comparten la característica común del recogimiento del corazón.

1) Oración vocal: Se refiere a una forma de oración que se expresa verbalmente, es decir, mediante palabras articuladas o pronunciadas, y que puede manifestarse tanto externa como internamente, en lo profundo del corazón. Esta forma de oración se realiza utilizando fórmulas preestablecidas, ya sean largas o breves, tomadas de la Sagrada Escritura (como el Padre Nuestro y el Ave María) o recibidas de la tradición espiritual (como la Salve).

“La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana. Pero incluso la más interior de las oraciones no podría prescindir de la oración vocal. (..) Por ello la oración vocal se convierte en una primera forma de oración contemplativa.”[8]

2) Meditación (también conocida como oración mental) - Meditar implica enfocar la mente en la consideración pausada de una realidad o idea, con el propósito de obtener una comprensión más completa y mejorada. Para un cristiano, la práctica de la meditación implica dirigir los pensamientos hacia Dios. “La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo.”[9]

Existen diversas formas de meditación, de acuerdo con la diversidad de maestros espirituales en la Iglesia. “Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús.”[10]

3) La oración contemplativa - “es la expresión más sencilla del misterio de la oración. Es un don, una gracia; no puede ser acogida más que en la humildad y en la pobreza.”[11] La Iglesia la señala como la forma más íntima de diálogo personal con Dios, en la que el alma alcanza la unión con la oración de Cristo que nos hace partícipes de su misterio, en una atmósfera interior de amor silencioso[12].

Todo cristiano está llamado a alcanzar la plenitud de la contemplación en cualquier circunstancia de su vida. Esta oración conduce a un crecimiento activo y a la conciencia de la presencia de Dios, así como al deseo de una profunda comunión con Él, tanto en los momentos específicamente dedicados a la oración como a lo largo de toda la vida. La oración, por lo tanto, tiene como objetivo integrar todas las dimensiones de la persona humana, abarcando la inteligencia, la voluntad y los sentimientos, y llega al centro del corazón para transformar sus disposiciones y dar forma a toda la vida cristiana, haciéndolo semejante a Cristo.

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En este entramado, en este actuar de la fe cristiana se engarzan, como joyas, las oraciones vocales. Son fórmulas divinas: Padre Nuestro…, Dios te salve, María…, Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Esa corona de alabanzas a Dios y a Nuestra Madre que es el Santo Rosario, y tantas, tantas otras aclamaciones llenas de piedad que nuestros hermanos cristianos han recitado desde el principio. Amigos de Dios, 248

Que no falten en nuestra jornada unos momentos dedicados especialmente a frecuentar a Dios, elevando hacia El nuestro pensamiento, sin que las palabras tengan necesidad de asomarse a los labios, porque cantan en el corazón. Dediquemos a esta norma de piedad un tiempo suficiente; a hora fija, si es posible. Amigos de Dios, 249

Quisiera que hoy, en nuestra meditación, nos persuadiésemos definitivamente de la necesidad de disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle, del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios, que no debe decaer a lo largo del día. Si pretendemos seguir lealmente los pasos del Maestro, ése es el único camino. Amigos de Dios, 238

Empezamos con oraciones vocales, que muchos hemos repetido de niños: son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. (…)

Primero una jaculatoria, y luego otra, y otra..., hasta que parece insuficiente ese fervor, porque las palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina, en un mirar a Dios sin descanso y sin cansancio. Vivimos entonces como cautivos, como prisioneros. Mientras realizamos con la mayor perfección posible, dentro de nuestras equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condición y de nuestro oficio, el alma ansía escaparse. Se va hacia Dios, como el hierro atraído por la fuerza del imán. Se comienza a amar a Jesús, de forma más eficaz, con un dulce sobresalto. Amigos de Dios 296.

¿Cuál es la relación entre la oración personal y la oración de la Iglesia?

Como se mencionó anteriormente, la oración cristiana no se limita a un individuo, sino que lo trasciende y se inserta en el propio diálogo de amor entre el Padre y el Hijo, a través del Espíritu Santo. Como canal para ello, Dios instituyó su Iglesia, que actúa como mediadora en nuestra relación con Él: para alcanzar la relación íntima y confiada a la que estamos llamados, necesitamos de los sacramentos de la Iglesia, ya que son los signos e instrumentos “mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene, por tanto, y comunica la gracia invisible que ella significa”[13].

A través de los sacramentos, el cristiano es introducido en el misterio de la Comunión de los Santos, donde está unido a toda la comunidad de la Iglesia y participa de sus bienes espirituales. De esta manera, al orar, lo hace junto con toda la Iglesia, al mismo tiempo que la oración de la Iglesia se individualiza en cada cristiano. “La oración cristiana es siempre auténticamente personal e individual y, al mismo tiempo, comunitaria; rehúye técnicas impersonales o centradas en el yo, capaces de producir automatismos en los cuales, quien la realiza, queda prisionero de un espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Dios trascendente.”[14]

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Comunión de los Santos. —¿Cómo te lo diría? —¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma. Camino, 544

Si sientes la Comunión de los Santos —si la vives—, serás gustosamente hombre penitente. —Y entenderás que la penitencia es "gaudium, etsi laboriosum" —alegría, aunque trabajosa: y te sentirás "aliado" de todas las almas penitentes que han sido, son y serán. Camino, 548

Comunión de los Santos: bien la experimentó aquel joven ingeniero cuando afirmaba: “Padre, tal día, a tal hora, estaba usted pidiendo por mí”.

Esta es y será la primera ayuda fundamental que hemos de prestar a las almas: la oración. Surco, 472

¿Cuál es el papel del Espíritu Santo en la oración?

Por participar en el diálogo de amor entre el Padre y el Hijo, la oración cristiana es el resultado de la acción del Espíritu Santo, que actúa en el alma infundiendo las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, y lleva al ser humano a crecer en la presencia de Dios. Independientemente del camino o método de oración, es el Espíritu Santo quien obra en cada cristiano. “El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana. Es el artífice de la tradición viva de la oración. (...) En la comunión en el Espíritu Santo la oración cristiana es oración en la Iglesia.”[15]

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¿Cómo hacer oración? Me atrevo a asegurar, sin temor a equivocarme, que hay muchas, infinitas maneras de orar, podría decir. Pero yo quisiera para todos nosotros la auténtica oración de los hijos de Dios, no la palabrería de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús: no todo el que repite: ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el reino de los cielos. Los que se mueven por la hipocresía, pueden quizá lograr el ruido de la oración —escribía San Agustín—, pero no su voz, porque allí falta la vida, y está ausente el afán de cumplir la Voluntad del Padre. Que nuestro clamar ¡Señor! vaya unido al deseo eficaz de convertir en realidad esas mociones interiores, que el Espíritu Santo despierta en nuestra alma. Amigos de Dios, 243

Han transcurrido muchos años, y no conozco otra receta. Si no te consideras preparado, acude a Jesús como acudían sus discípulos: ¡enséñanos a hacer oración!. Comprobarás cómo el Espíritu Santo ayuda a nuestra flaqueza, pues no sabiendo siquiera qué hemos de pedir en nuestras oraciones, ni cómo conviene expresarse, el mismo Espíritu facilita nuestros ruegos con gemidos que son inexplicables, que no pueden contarse, porque no existen modos apropiados para describir su hondura. Amigos de Dios, 244


Referencias

Catecismo de la Iglesia Católica, Cuarta Parte: La oración cristiana (2558-2565)

Orationis Formas Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989


[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2559

[2] cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe [CDF], Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989, n. 3

[3] Lc 11, 1-4

[4] Benedicto XVI, Audiencia general (Catequesis sobre la oración), 4-V-2011

[5] CDF, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989, n. 3

[6] CDF, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989, n. 7

[7] CDF, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989, n. 7

[8] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2704

[9] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2708

[10] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2707

[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2713

[12] cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2724

[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 774

[14] Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15-X-1989, n. 3

[15] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2672