El producto de una cadena de favores

Una iniciativa, inspirada en una de las obras de misericordia, ofrece almuerzos a personas que viven en la mendicidad o que tienen problemas económicos.

Alrededor de 500 personas se benefician de esta labor apostólica

En sus recorridos diarios por Guayaquil, Katy notó que el número de personas pidiendo caridad cada vez era mayor. Le conmovió el corazón que no pedían dinero, solicitaban apoyo para poder alimentarse.

Uno de esos días, mientras hacía su rato de oración con Es Cristo que Pasa, leyó: "Los problemas de nuestros prójimos han de ser nuestros problemas. La fraternidad cristiana debe encontrarse muy metida en lo hondo del alma, de manera que ninguna persona nos sea indiferente". Esto le llevó a pensar que debía buscar la forma de ayudar a los indigentes que todos los días encontraba en las calles.

Inició sola, compartiendo la comida de su casa. Luego, decidió comentarlo con sus amigas de la urbanización en la que vive. Y así nació el apostolado de llevar alimentos a las personas de la calle.

Los alimentos listos en tarrinas para entregarlos a los que lo necesiten

Se unieron 23 voluntarias para sacar adelante esta labor. La identifican con el nombre: “Almuerzos Río Grande". Eligen recetas sencillas de preparar y que rindan para ayudar a la mayor cantidad de personas posible. Realizan las compras en el supermercado y la cocinan en sus casas.

Inicia la cadena

Al comienzo no tenían muy clara cuál sería la forma más efectiva de llegar a los que necesitan. Buscaron unirse a otros grupos que ya estén realizando actividades similares. Se pusieron en contacto con las misioneras de la Madre Teresa de Calcuta y empezaron a entregarles 200 almuerzos para que ellas puedan distribuirlos.

Otro punto de ayuda es la Parroquia San Agustín, en el centro de la ciudad. Aquí conocieron al Padre Wilson, un sacerdote que desde el 2016 saca adelante un comedor para personas de escasos recursos.

Desde hace 5 años funciona el comedor del Padre Wilson

Este servicio social que ofrece todos los días comida, llega a alrededor de 500 beneficiarios. Antes de que sean las 18:00, hora de entrega, empiezan a hacer fila en los exteriores de la parroquia. Se pueden ver ancianos, personas con discapacidad, mujeres y niños. La mayoría se encuentran en la mendicidad. También asisten familias que, a consecuencia de la pandemia, tienen afectada su economía.

Un voluntario durante la entrega de alimentos

Katy y sus amigas cubren los almuerzos de los días viernes; pero son cada vez más las interesadas en dar una mano, que están organizando un nuevo grupo de voluntarias para otro día de la semana.

Este apostolado une a diversas agrupaciones o carismas. Personas particulares, miembros del Opus Dei, colaboradores de Juan XXIII, Legión de María, Carismáticos, Catecúmenos. Entre todos logran reunir los almuerzos para la semana. Las puertas siempre están abiertas a quienes deseen ayudar.

Voluntarias distribuyen las raciones de alimentos que se entregan diariamente

Tarrinitas de amor

Otra iniciativa que va por la misma línea es la denominada “tarrinitas de amor”. Está dirigida a familiares de personas hospitalizadas. Alrededor de 200 almuerzos se distribuyen en los exteriores de los centros de salud del Suburbio y el Guasmo.

Historias que conmueven

No existe discriminación. Este servicio llega a personas que han caído en la drogadicción o alcoholismo, trabajadores informales, activistas de la comunidad LGBTI y migrantes. A todos se los acoge con el mismo cariño y disponibilidad.

Algo importante de resaltar es que algunas de las personas beneficiadas, han podido salir de la mendicidad. Lo más alentador es que luego se han convertido en voluntarios. De lo poco que ganan, donan alimentos para seguir preparando más almuerzos. Así la cadena de favores continúa y pueden llegar a más personas que necesitan ayuda.