El Sermón de la montaña

"Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos". Así comienza la narración de San Mateo del Sermón de la Montaña.

Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; [2] y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

[3] Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [4] Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. [5] Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. [6] Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. [7] Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. [8] Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. [9] Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. [10] Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [11] Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. [12] Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron.

[13] Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente. [14] Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; [15] ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. [16] Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.

[17] No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. [18] En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la tierra no pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. [19] Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. [20] Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

[21] Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. [22] Pero yo os digo: Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano «raca» será reo ante el Sanedrín; el que le llame «renegado», será reo del fuego del infierno. [23] Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, [24] deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. [25] Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. [26] Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.

[27] Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. [28] Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. [29] Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [30] Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

[31] Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, déle libelo de repudio. [32] Pero yo os digo que todo el que repudie a su mujer `fuera del caso de fornicación` la expone a cometer adulterio, y el que se una con la repudiada comete adulterio.

[33] También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás tus juramentos al Señor. Pero yo os digo: [34] No juréis en absoluto; ni por el Cielo, porque es el trono de Dios; [33] ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. [36] Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. [37] Sea, pues, vuestro modo de hablar: Sí, sí, o no, no. Lo que exceda de esto, viene del Maligno.

[38] Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. [39] Pero yo os digo: No repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. [40] Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también la capa. [41] A quien te fuerce a andar una milla, ve con él dos. [42] A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado.

[43] Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. [44] Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, [45] para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. [46] Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso no hacen eso también los publicanos? [47] Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen eso también los paganos? [48] Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Capítulo 6

Guardaos bien de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los Cielos.

[2] Por tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [3] Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, [4] para que tu limosna quede en oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.

[5] Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [6] Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. [7] Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. [8] No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. [9] Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; [10] venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. [11] El pan nuestro de cada día dánosle hoy; [12] y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; [13] y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. [14] Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial. [15] Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.

[16] Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [17] Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, [18] para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.

[19] No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y los roban. [20] Amontonad en cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. [21] Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.

[22] La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. [23] Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán grande será la oscuridad.

[24] Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.

[25] Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? [26] Fijaos en las aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? [27] ¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? [28] Y acerca del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, [29] y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. [30] Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! [31] No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? [32] Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados.

[33] Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. [34] Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad.

Capítulo 7

No juzguéis y no seréis juzgados. [2] Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá.

[3] ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que hay en el tuyo? [4] O ¿cómo vas a decir a tu hermano: Deja que saque la mota de tu ojo, cuando tú tienes una viga en el tuyo? [5] Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.

[6] No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen.

[7] Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. [8] Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá. [9] O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? [10] ¿O si le pide un pez le da una culebra? [11] Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?

[12] Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas.

[13] Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. [14] ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!

[15] Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. [16] Por sus frutos los conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las zarzas? [17] Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. [18] Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. [19] Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. [20] Por tanto, por sus frutos los conoceréis.

[21] No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. [22] Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿pues no hemos profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y hecho prodigios en tu nombre? [23] Entonces yo les diré públicamente: Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la iniquidad.

[24] Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: [25] cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.

[26] Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: [27] cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina.

[28] Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes quedaron admiradas de su doctrina, [29] pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.