Mónica conoció el Opus Dei en los años 80, poco después de que la Obra llegara a Bolivia en 1979. Asistió por primera vez al Club Lurivai, donde ofrecían formación a jóvenes y actividades para madres. "Para mí era toda una novedad, porque yo no tenía formación católica", recuerda. Al inicio, su impresión fue extraña: "Había encontrado personas que eran demasiado alegres y no tenían nada". Sin embargo, su experiencia en el club le permitió descubrir la fe católica de manera natural, "nos iban enseñando con la vida y sobre todo con el ejemplo".
Desde el principio, se sintió atraída por la espiritualidad del Opus Dei, que le mostró "la posibilidad de encontrar un Dios cercano que estuviera a tu lado, que te acompañara. Que es un Padre amoroso". Aprendió que el trabajo podía ser una forma de servicio: "Esta idea de servir con tu trabajo, servir en tu trabajo. Cambiar el mundo desde el trabajo".
“Esta idea de servir con tu trabajo, servir en tu trabajo. Cambiar el mundo desde el trabajo”
La familia de Mónica desempeñó un papel clave en su vocación. Su madre falleció cuando tenía cinco años, y su padre asumió ambos roles. Sobre él asegura que "nos dejó tomar nuestras propias decisiones y nos educó en libertad y responsabilidad". Cuando decidió ser numeraria, su padre le preguntó repetidamente si estaba segura, y ella respondió que sí: "El Opus Dei es mi vida, un proyecto de vida que he elegido y con el cual busco todos los días santificarme".
No obstante, debió enfrentar crisis, como cuando su padre perdió el trabajo y tuvo que decidir si quedarse en Argentina. "Fue un momento de crisis muy grande, porque tenía 19 años y ya no tenía la solvencia económica de mis padres". Agradece que en esos momentos siempre encontró apoyo en el Opus Dei.
Mónica destaca que su formación en la Obra le enseñó a tratar a los demás con igualdad: "Aprendí a mirar a todos como hijos de Dios. También aprendí a sentirme muy hija de Dios".