Rosaura tiene veintiocho años y es hija de Henar Zamora, que era profesora experta en griego clásico de la Universidad de Valladolid. El ambiente familiar en el que crecieron ella y sus tres hermanos era muy abierto, activo y de mucha mezcla de creencias. Sus padres, aunque se casaron por la Iglesia, dejaron pronto de practicar y se adentraron en una espiritualidad de las energías: “Nosotros nos criamos un poco con esa mezcla entre lo que nos decían en el colegio del cristianismo y lo que nos transmitían mis padres de otras cosas… pero todo muy mezclado”.

Los padres de Rosaura eran muy inquietos y llevaban años buscando la verdad de forma activa, donde fuera. Todo cambió cuando encontraron la verdad en la fe católica. En un testimonio de Henar grabado con anterioridad –pues falleció el año pasado– cuenta cómo fue el final de esa búsqueda: “La diferencia radical cuando uno ya comprende por la fe cuál es la verdad es que todo cobra sentido. Y, claro, todo empieza a adquirir un relieve que antes no tenía porque en esas otras espiritualidades, cuando uno anda dando tumbos buscando, encuentra ciertas respuestas o más bien soluciones a cosas que le pasan… Pero cuando descubres por la fe la verdad todo empieza a encajar”.

Sin embargo, por aquel momento, a ojos de una Rosaura adolescente y de sus hermanos, el sentido no aparecía por ningún lado. “Pensaba: mis padres han perdido el juicio. Hasta hacía poco me estaban hablando que si las energías… que si no sé qué… y, ¡ahora me estaban hablando de que la verdad estaba en Cristo!”, recuerda.

Pero Henar y su marido estaban ya en otro escalón. Una emocionada Henar explicaba qué supuso su conversión: “Uno descubre su historia de salvación (es verdad que cada uno tenemos la nuestra) y en la mía se iban colocando las piezas. Vi que era mi historia, que yo podía leerla hasta donde estaba. ¡Podía ir leyendo mi historia de salvación! Tenía sentido hasta lo mal hecho porque el amor infinito de Dios hacía que aquello sirviera o hubiera servido para que yo entonces me acercara”.

Henar: “Desde que tuvimos la conversión mi esposo y yo, toda la familia empezó a ser partícipe de ese nuevo ambiente. Nuestro segundo hijo, que estaba terminando Físicas nos comunicó que sentía vocación. En el Opus Dei encontró personas que lo ayudaron mucho y hoy en día es dominico”.

Pese al desconcierto y las rebeliones interiores por las que atravesó Rosaura al ver el cambio radical de vida que implicaba la conversión de sus padres, recuerda que el ambiente y la armonía familiar regresaron progresivamente cuando los hijos comprendieron la perspectiva y el enfoque por el que ahora sus padres miraban la vida. Poco a poco, ellos también fueron acercándose a la Iglesia y a buscar formación en la fe católica.

Rosaura explica que su conversión se produjo a los diecinueve años, cuando acudió a un campamento de verano organizado por el movimiento Comunión y Liberación. Reconoce que en ese momento tenía una vida fácil y cómoda, las cosas le iban bien, pero que sentía una necesidad interior de algo más. Ella lo describe así: “Yo creo que en el fondo lo que estaba buscando era más bien a Alguien: tener ese encuentro con Cristo, pero en ese momento yo no lo sabía”.

Para Rosaura, el primer encuentro con Cristo tuvo lugar en un campamento de verano organizado por Comunión y Liberación. Pero esto no supuso el final de su camino. De su educación con los jesuitas aprendió a hacer oración con los ejercicios espirituales, y de su contacto con los jóvenes de Comunión y Liberación aprendió a compartir la fe. Por el trabajo de su madre, también tenía un contacto asiduo con la espiritualidad de los dominicos, con los que iba a celebrar pascuas. Finalmente, acudió en busca de más formación doctrinal a un centro del Opus Dei.

Rosaura: “Dios siempre respeta el ritmo de cada uno”

Henar y su marido encontraron su lugar en la Iglesia al descubrir su vocación como supernumerarios del Opus Dei. Unos años más tarde, Rosaura también encontró su vocación en esta llamada. Recuerda que le costó comprenderlo y dice que no puede dar una respuesta clara para explicar esta llamada: “No lo sé. Me parece algo tan natural…el mensaje del Opus Dei es muy sencillo (…) yo creo que eso es lo más lo más impactante: que no tienes que hacer cosas extraordinarias para llevar a Dios contigo o para estar cerca de Dios”.

Ambas, Henar y Rosaura, coinciden en que, cuando se recibe tanto, cuando se aprende tanto, la única opción es lanzarse, “no quedarse en la orilla”, compartir e intentar devolver lo recibido dando gracias a Dios.