Evangelio del viernes: Sagrado Corazón de Jesús

Comentario de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (Ciclo C). “Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió”: Alegrémonos y acudamos a la intercesión de la Virgen María, cuyo corazón latió al unísono con el de Cristo, para que no dejemos nunca de pasmarnos frente a este misterio: que nosotros somos el tesoro del Corazón de Dios.

Evangelio (Lc 15, 3-7)

Entonces les propuso esta parábola:

—¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió». Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.


Comentario

Hoy celebramos en la Iglesia la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Una fiesta para honrar a nuestro Señor. El Sagrado Corazón de Jesús es un símbolo de amor divino. El corazón de Jesús como expresión de su entrega y amor total a los hombres. San Juan nos dice “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). En 1675, Jesús le dijo a Santa Margarita María Alacoque que quería que la Fiesta del Sagrado Corazón se celebrara el viernes después de la octava del Corpus Christi. En 1856, la Fiesta del Sagrado Corazón se convirtió en fiesta universal. San Juan Pablo II, gran devoto del Sagrado Corazón, decía: "Esta fiesta nos recuerda el misterio del amor de Dios por el pueblo de todos los tiempos".

Para conocer cómo es el Corazón de Jesús, la Iglesia nos presenta hoy la parábola del Buen Pastor. Jesús es ese pastor que aparece anónimamente en la historia de la oveja perdida. Su grey es grande: las cien ovejas de esta parábola significan a toda la Humanidad. Sin embargo, por más numeroso que sea su rebaño, no le da igual perder a una sola de sus ovejas. Jesús no redondea la cifra de noventa y nueve hasta cien: si le falta una oveja, él siente que su rebaño está incompleto. Irá a buscar a la perdida por las montañas, las cañadas, los valles y no parará hasta encontrarla…

La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús tiene una significación muy honda para los cristianos. Cuando nos referimos al corazón de una persona pensamos en sus afectos, en sus sentimientos, en su forma de amar. Pero como nos recuerda san Josemaría, “cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella —alma y cuerpo— a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Es Cristo que pasa, n. 164).

Esta última frase puede ser un estímulo para volvernos a sorprender por el amor de Dios: donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos: nosotros somos el tesoro de Dios.

“Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene” (1 Juan 4, 16). El apóstol utiliza dos verbos: conocer y creer. Son dos pistas que nos pueden ayudar para sacar provecho de la Solemnidad de hoy, tan valorada por la piedad popular de la Iglesia. San Juan sabe que está transmitiendo algo sublime, imposible de plasmar en palabras, pero aún así lo intenta. Por eso enfatiza tanto en sus cartas, de todos los modos posibles, que Dios es Amor. Se entrega a la tarea de contárnoslo todo: porque sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.

Conocer el Sagrado Corazón de Jesús para creer en su Amor es la necesidad más honda de nuestro propio corazón. Acudamos a la intercesión de la Virgen, cuyo corazón latió al unísono con el de Cristo, para que no dejemos nunca de pasmarnos frente a este misterio: que nosotros somos el tesoro del Corazón de Dios.