Evangelio (Lc 11,47-54)
»¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo». Sí, os lo aseguro: se le pedirán cuentas a esta generación.
»¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría! Vosotros no habéis entrado y a los que querían entrar se lo habéis impedido.
Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con furia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, acechándole para cazarle en alguna palabra.
Comentario al Evangelio
“¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría!”
Jesús con dolor y con claridad echa en cara a los fariseos el tremendo mal que estaban haciendo. En vez de ayudar al pueblo a que reconocieran en Jesús al Mesías, es todo lo contrario. En vez de abrir la puerta y dejar entrar, la cierran. Se colocan en el lugar de Dios como administradores de su sabiduría.
La actitud de Jesús es todo lo contrario: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11, 28).
Jesús ofrece la salvación a todos y lo que nos pide es fe y humildad. Ver la verdad y amarla.
Caminar con el Señor significa también ser humildes. Porque como contaba santa Teresa: “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad”[1].
La humildad es necesaria para caminar con el Señor. La soberbia cierra sobre sí mismo, se piensa que está en la posesión de la verdad. La humildad, por el contrario, abre el corazón a la verdad al reconocer que no lo sabemos todo. Caminar en la verdad significa tener por delante amplios horizontes. La humildad lleva también a saberse instrumentos en las manos de Dios para ayudar a los demás en el camino de la fe.
Esto es lo que nos dice Jesús con estas palabras: “vosotros no habéis entrado y a los que querían entrar se lo habéis impedido”. Jesús se quiere servir de nosotros, de nuestra vida, de nuestro ejemplo para facilitar a los demás el encuentro con él.
Me acordaba de algo que leí hace unos meses, en el fallecimiento de un buen cristiano. Contaban que tenía encima de su mesa de trabajo estas palabras de san Josemaría: “éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama”[2].
Una buena manera de no apoderarse de la llave de la sabiduría sino de ser buenos conductores de la gracia de Dios es luchar para que los demás puedan descubrir a Cristo en nuestra actuación.
[1] Santa Teresa, Las moradas 6, 10.
[2] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 122