Victoria también es una chica normal, de Madrid, estudiante de Medicina, con manos de futura cirujana -y de violinista, instrumento que domina-. "Me apasiona el trato cercano con los pacientes, poder aliviarles un poco la ansiedad que provoca la enfermedad, ayudarles en lo que se pueda". Y afina, como un buen cirujano, "en los enfermos puedo ver más de lo que mis ojos ven, y esa es una de las razones por las que merece la pena tanto trabajo y sacrificio".
Este verano pasado ha estado haciendo voluntariado en la India y ha sido, nos cuenta, una de las vivencias más espectaculares de su vida. "Ayudar a los más pobres de los pobres te cambia la vida". Su devoción a Isidoro nace en otro viaje, en este caso a Roma, para la canonización de Juan Pablo II. Fue un favor sencillo pero determinante: el cambio de un examen que parecía inamovible.