Jillian tiene 26 años y trabaja como asistente de investigación en un laboratorio de enfermedades metabólicas en Singapur. Se mudó a Nueva Zelanda con su familia a los 10 años, estudió en Australia y finalmente regresó a su país.
Su camino de fe comenzó en un hogar cristiano. Cuando empezó a asistir a una iglesia católica dirigida por sacerdotes del Opus Dei, encontró algo que nunca antes había experimentado. Vio una profunda alegría en las personas que conocía a su alrededor y quiso ser como ellas.
La decisión de entregar su vida a Dios le llevó tiempo, oración y valor. Tras mucha oración y orientación espiritual, Jillian discernió su vocación y se unió al Opus Dei como agregada. «Me di cuenta de que Él solo quería que le amara. Que le amara primero y que entregara mi corazón más ampliamente a las personas que me rodeaban. Que amara de verdad como Jesús amaba a todo el mundo».
Contárselo a su familia y amigos no fue fácil. Le sorprendió el apoyo incondicional de su padre, aunque su madre necesitó más tiempo para comprenderlo, al igual que sus amigos.
Su vida cotidiana sigue estando llena de la rutina propia de un laboratorio, que puede parecer repetitiva, pero su perspectiva ha cambiado por completo.