Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:
–– Pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; ––querer salirte siempre con la tuya; –disputar sin razón o –cuando la tienes– insistir con tozudez y de mala manera;
— Dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; —despreciar el punto de vista de los demás;
— No mirar todos tus dones y cualidades como prestados;
— No reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; —citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;
— Hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; —excusarte cuando se te reprende;
— Encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; —oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;
— Dolerte de que otros sean más estimados que tú;
— Negarte a desempeñar oficios inferiores;
— Buscar o desear singularizarte;
— Insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;
— Avergonzarte porque careces de ciertos bienes... (Surco, 263)