Combate, cercanía, misión (5). «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa
Entrar en caminos de contemplación significa darnos cuenta de que necesitamos a Dios, de que necesitamos «luchar» con él. Y pedirle, una y otra vez, su bendición: no te suelto hasta que me bendigas.
Combate, cercanía, misión (4). «No entristezcáis al Espíritu Santo»: La tibieza
La tibieza es una enfermedad del corazón, por la que las cosas de Dios nos disgustan, y por la que llegamos incluso a convencernos de que la vida, la verdadera vida, está en otra parte.
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios
Cualquier deporte requiere esfuerzo, pero genera un espacio de disfrute y abre posibilidades nuevas. Así sucede con la vida cristiana: en medio del combate y de la lucha, es posible pasarlo bien con el Señor, creciendo y afrontando nuevos retos con él.
Combate, cercanía, misión (1): «Elige la Vida»
Primer capítulo de una nueva serie sobre el camino hacia la santidad, una aventura en la que no solo se trata de «darse» sino, sobre todo, de «recibirse».
La Misericordia divina
Textos de san Josemaría Escrivá sobre la misericordia de Dios.
Para mí, vivir es Cristo (V): la gratitud nos mueve a la lucha
¿Cuáles son los verdaderos motivos que mueven a un cristiano? ¿Qué buscamos cuando decimos que queremos ser mejores? La lucha se debe centrar en Dios, no en nosotros, sugiere este texto.
Para mí, vivir es Cristo (VIII): agradar a Dios. Santidad y perfeccionismo
La llamada del Señor a «ser perfectos como el Padre celestial» (Mt 5,48) consiste en vivir como hijos de Dios, conscientes del valor que tenemos a sus ojos, anclados en la esperanza y en la alegría que nace de sentirnos hijos de tan buen Padre.
Adelante, con más amor
Ese desaliento, ¿por qué? ¿Por tus miserias? ¿Por tus derrotas, a veces continuas? ¿Por un bache grande, grande, que no esperabas? Sé sencillo. Abre el corazón. Mira que todavía nada se ha perdido. Aún puedes seguir adelante, y con más amor, con más cariño, con más fortaleza.
Querer querer
Por mucho que ames, nunca querrás bastante. El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación enorme. Cuando ama, se ensancha en un crescendo de cariño que supera todas las barreras. Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón.
¿La santidad es para mí?
Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de ellos deja de llamar el Maestro. Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de elección, a una vida eterna.