Este episodio contado a san Josemaría en su viaje al Perú en 1974 lo conmovió mucho. También, Huaraz fue destruida por los efectos del terremoto que provocó el deslizamiento del nevado Huascarán en Yungay.
La distancia entre Huaraz y Yungay es de 55 kilómetros por carretera, ambas ciudades se encuentran en el Callejón de Huaylas conocida por su belleza paisajística de nevados y lagunas de la Cordillera Blanca, que es la cordillera tropical más alta del mundo.
Estos parajes son ampliamente visitados por expedicionarios de muchas partes del mundo, quienes vienen para escalar en sus nevados como el Huascarán a 6768 metros sobre el nivel del mar.

2025: Una misa en Huaraz en honor a san Josemaría
A 50 años del tránsito al cielo de san Josemaría, Carmen, yungaína, cooperadora del Opus Dei y su esposo Percy, ofrecieron una misa en honor del santo de lo ordinario, en Huaraz, donde residen y trabajan.
El homenaje tuvo lugar en la Iglesia del Espíritu Santo, el sábado 28 de junio, posiblemente una de las primeras o sino la primera que se organiza a san Josemaría en esa ciudad.
Carmen nos cuenta algunos detalles. Ella llegó junto a su esposo a la iglesia temprano, no había nadie, el sacerdote estaba preparando la misa, sólo se encontraba la pareja del coro. Poco después comenzó la celebración y ya eran cuatro, dos parejas de esposos, se sumaban los coristas y el padre Fernando.
Fue emocionante escuchar la canción de entrada dedicada a nuestra Madre y la imagen de San Josemaría al pie del altar. Se leyeron las lecturas y el salmo fue cantado por la corista, el cual abordaba la misericordia de Dios.

Luego, en la homilía el sacerdote resaltó que san Josemaría, fue un hombre que procuró la santidad en lo ordinario, en los detalles pequeños de vida, convirtiendo lo ordinario en extraordinario por amor a Dios y a los hermanos.
Respecto a las lecturas, la primera contaba cuando Dios le dijo a Abraham que tendrían un hijo y Sara que escuchaba detrás de la puerta se sonrió, porque le parecía imposible, el sacerdote nos dijo que, para Dios, no hay imposibles y que hasta lo que parece que no funciona, Dios lo prevé así y saca fruto.
“Dios escribe hasta con la pata de una mesa”
Aproveché para recordar un dicho que escuché alguna vez de alguien del Opus Dei: “Dios escribe hasta con la pata de una mesa”, para que se vea que es él siempre el que escribe, y que solo espera nuestra correspondencia a su gracia y fe. Todo lo demás lo hace Dios.
En su homilía, el sacerdote encaminó las lecturas hacia las enseñanzas de san Josemaría, resaltando el amor en todas las circunstancias de la vida ordinaria: en nuestra familia, con los amigos, en el trabajo, porque eso es lo que Dios quiere de nosotros.
La misa continuó con una canción que decía a la letra “esto que te doy, es mi trabajo (..), mi caminar… toma mi vida, ponla en tu corazón”, hasta que concluyó con el rezo del “Salve Regina”.
Al culminar la misa, aprecié la iglesia y ahora éramos más. El sacerdote bendijo las estampas de san Josemaría que me enviaron desde Lima y las pude repartir entre los asistentes.
Pienso que esta misa es la antesala a otras tareas que Dios hará en este rinconcito montañoso cercano al cielo, que es Huaraz, para levantar la cruz de Cristo hasta llegar a las estrellas.
Pienso que esta misa es la antesala a otras tareas que Dios hará en este rinconcito montañoso cercano al cielo, que es Huaraz, para levantar la cruz de Cristo hasta llegar a las estrellas.
En el libro Forja, san Josemaría escribe en el punto 216: “Con la gracia de Dios, tú has de acometer y realizar lo imposible…, porque lo posible lo hace cualquiera”.

Una historia eucarística que une a san Josemaría y Yungay
No quiero terminar este artículo sin dejar de recoger un extracto del libro sobre san Josemaría en el Perú, de Antonio Ducay, donde refiere una catástrofe natural que conmovió a san Josemaría y que refleja su amor por la sagrada eucaristía. Se llama: el alud del Huascarán.
Dice así: “El Huascarán es uno de los picos más altos de Los Andes peruanos, se acerca a los 7.000 metros. El día 31 de mayo de 1970, mientras el equipo peruano de fútbol jugaba en un campeonato mundial, se produjo un terremoto en la zona y un enorme alud de nieve y barro se desprendió del nevado Huascarán arrollando a su paso todo lo que encontraba.

En su camino estaba Yungay, una preciosa ciudad andina de cuarenta mil habitantes, protegida por un pequeño cerrito; el alud subió el cerro, como un trampolín y cayó sobre Yungay, sepultándola totalmente. Solo sobresalía la punta de la torre de la iglesia.
Mientras estuvo en Lima, en julio de 1974, a san Josemaría le interesa mucho conocer, y amar, las costumbres y las personas de cada país, y también sus paisajes, su historia, sus dificultades y problemas
Mientras estuvo en Lima, en julio de 1974, a san Josemaría le interesa mucho conocer, y amar, las costumbres y las personas de cada país, y también sus paisajes, su historia, sus dificultades y problemas. Después de comida, en la noche, algunas veces se le proyectan reportajes y fotografías de gentes y costumbres peruanas. Uno de los reportajes describe el alud que sepultó Yungay.
A san Josemaría le impresiona profundamente. El padre Vicente Pazos, que está junto a él, y era el vicario regional del Perú en ese entonces, lo relata así: “El Padre sigue con gran interés todas las explicaciones y datos que le damos sin perder un solo detalle. Se nota claramente que cada silencio del Padre está cargado de intensa oración, de pedir al Señor por este Perú que, desde hace muchos años, quiere con cariño de predilección. (..) Durante la proyección comentamos al Padre que la iglesia de Yungay quedó también sepultada por el barro.
Un sagrario enterrado por el alud
El Padre preguntó: “¿Quedó también el Sagrario enterrado?” Le dijimos que sí. Se le veía muy apesadumbrado. Al día siguiente comentó que no había dormido, no solo por la pena de los que habían muerto, sino sobre todo pensando en el Señor ahí enterrado, la gente caminando por encima, nadie adorándole. Pasó la noche haciendo actos de amor y de adoración”.
Tiempo después, el obispo de Huaraz, decidió organizar una expedición para recuperar el sagrario enterrado en el alud de 1970, posiblemente enterado del impacto de esta historia en la vida del fundador del Opus Dei.
Así es como culmina esta historia de san Josemaría que muestra su amor por las tierras del Perú, por las almas del mundo entero, por la eucaristía y que ha unido para siempre a Yungay, Huaraz y a san Josemaría en torno a la devoción eucarística para la eternidad. Siempre recuerdo su invitación “A soñad y os quedaréis cortos”.
Desde ahora, como cooperadora del Opus Dei rezo para que el Opus Dei llegue algún día a Huaraz, mientras tanto, me toca procurar vivir esa invitación a santificar la vida ordinaria, mensaje tan actual y desafiante para el mundo contemporáneo.
Fotografías: Percy Olivera Gonzales