El último tres de marzo del 2021 partió a la eternidad Ángel Lui Vásquez, más conocido como el “Chino", que ha dejado honda huella en sus correrías apostólicas por varios lugares del Perú.
De pequeño, fue campeón de Catecismo en un concurso realizado por la Prelatura de Yauyos, en su jurisdicción. Ángel demostró desde sus años de escolar una gran convicción por la fe católica y un acentuado amor a la Virgen María.
Había nacido en la hacienda Espíritu Santo de Palo, Cañete, un 30 de mayo de 1949. De padre oriundo de la China y madre peruana, conoció el Opus Dei cuando aún estudiaba en el colegio “Buenaventura Sepúlveda”. No tardó en llevar a sus amigos de la colonia china a los medios de formación espiritual y al deporte organizados por el club Azor, club promovido por el Opus Dei y frecuentado por varias generaciones de cañetanos.
Más tarde, integró la primera promoción de la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Piura, época en que incursionó en el negocio de dar pensión universitaria, y donde varios estudiantes constataron su don de gentes, paciencia, sentido del humor y espíritu apostólico por ayudarlos a tratar a Dios en lo ordinario, que había aprendido en el Opus Dei.
En 1992, Ángel pudo estar presente en la beatificación de san Josemaría, integrando una numerosa delegación cañetana de pequeños agricultores y sus familias, organizada por el padre Novato, uno de los párrocos de Cañete. El recorrido incluyó, entre otros lugares, el santuario de Lourdes, en Francia; donde quedó impresionado al participar en la tradicional procesión de las antorchas en honor a la Madre de Dios.
Muchos estudiantes lo recordarán en el Cusco, Huancayo, Trujillo, en el Colegio Humtec, de Comas, en Piura y en su tierra cañetana. Eran tradicionales sus extensas romerías a santuarios marianos, como el de Nuestra Señora de Cocharcas; o el de la Virgen de la Puerta, en Otuzco, La Libertad.
Aficionado al deporte del croquet, que consiste en golpear bolas de madera con un mazo, a través de pequeños arcos de metal enterrados en el campo de juego, participó con maestría en este juego hasta un mes antes de su partida.
Cuesta creer que ya no lo veremos en esta tierra, pero nos queda su ejemplo: trabajador infatigable y hombre de fe; con una sonrisa en los labios a flor de piel; atento en el servicio a los demás; dinámico y espontáneo en su personalidad; muy ameno y divertido para conversar; apostólico y con un gran don de gentes; rezador y con un gran amor a la Virgen María, deja aquí en la tierra innumerables amigos que sabrán valorar sus enseñanzas y seguir sus pasos para buscar a Dios en las múltiples encrucijadas y caminos de la tierra. En el Cielo seguirá animando las tertulias.
Eduardo Salazar, supernumerario del Opus Dei, testimonia: “Era lo máximo, una vez estando en misa y -sin conocerme de nada- me abordó haciendo apostolado, hasta que nos dimos un fuerte abrazo al contarle que estábamos en el mismo carril, el cómo agregado del Opus Dei y yo como supernumerario”.
Como el Papa Francisco nos recuerda en su reciente carta “Con corazón de Padre” con motivo del año jubilar a san José: Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud. Un abrazo hasta el Cielo, Ángel "Chino" Lui.