En la sede del Centro Cultural de la Universidad de Piura, el Padre dialogó con las jóvenes que lo recibieron cantando. Muchas de ellas eran nietas de aquellos que escucharon al fundador de la Obra en 1974, en esa misma casa, que entonces se conocía como “Miralba”.
“La formación no solo son ideas, sino que lo que recibimos nos ayuda a transformarnos en Jesucristo. La formación te hace apóstol. Nos vamos transformando en otro Cristo, el mismo Cristo y —aprendemos— a pensar cómo reaccionaría Jesús ante los éxitos y las dificultades”
Mayly y Andrea dieron la bienvenida al Padre. A la invitación que le hicieron a decir unas palabras, mencionó la importancia de la formación: “La formación no solo son ideas, sino que lo que recibimos nos ayuda a transformarnos en Jesucristo. La formación te hace apóstol. Nos vamos transformando en otro Cristo, el mismo Cristo y —aprendemos— a pensar cómo reaccionaría Jesús ante los éxitos y las dificultades”.
“Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.
El Padre enlazó el sentido de la formación con la alegría: “Cuanto más cerca estás de Dios eres más alegre y eso es una experiencia universal”. También recordó lo que decía san Josemaría en un punto del libro Surco: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.

Nicole, estudiante de Psicología de la universidad de Piura, hizo la primera pregunta: “¿Cómo ser una chica de san Rafael en el mundo en que vivimos y, sobre todo, si nos planteamos que Dios nos puede dar la vocación a la Obra?”
En su respuesta, el Prelado comentó que “todos tenemos una vocación y todos necesitamos luz para ver lo que Dios nos pide. El Señor no quiere ser tan evidente para no coartar nuestra libertad”.
María Fe contó que va al club Altea desde hace varios años: “Soy muy feliz en Altea y quisiera que otras tengan la misma experiencia”. También dijo que agradecía la cercanía de muchas personas que rezaron por ella ante una intervención quirúrgica a la que fue sometida y tuvo una recuperación más pronta de lo común.

El Padre recordó cómo san Josemaría afirmaba que el primer apostolado es la amistad: “La amistad es una forma de amor, querer el bien de la otra persona”.
En otro momento, un grupo de jóvenes del club Altea le entregaron unos “vouchers” que equivalían al número de horas de estudio que habían ofrecido por el Papa Francisco y que procuraron convertir en oración.
Al igual que san Josemaría hace 50 años, aprovecharon la oportunidad para dar a Mons. Ocáriz el carné de socio del club Altea.
Natalia, que también estudia Psicología en la universidad de Piura, contó que conoció el Opus Dei a raíz de un voluntariado y que Carolina, una numeraria auxiliar, la había ayudado a acercarse a Dios. Ella está ahora en un proceso de discernimiento vocacional y pidió oraciones.
María José, conocida en las redes sociales como ‘La Majopedia” habló sobre su curiosidad desde niña y sobre sus proyectos digitales, y preguntó sobre el reto del uso de las redes sociales.
“Transmitir la necesidad de vivir la sobriedad en el uso de las redes… Hay chicos que pasan entre 4 a 5 horas en el teléfono, las redes sociales son muy potentes para el bien y también para el mal. La curiosidad es muy buena para la ciencia y muy mala para perder el tiempo”
El Padre le dijo que la posibilidad de iniciar proyectos en las redes sociales dependía fundamentalmente de las capacidades de cada persona y la alentó a “Transmitir la necesidad de vivir la sobriedad en el uso de las redes… Hay chicos que pasan entre 4 a 5 horas en el teléfono, las redes sociales son muy potentes para el bien y también para el mal. La curiosidad es muy buena para la ciencia y muy mala para perder el tiempo”.

Andrea comentó la visita que san Josemaría hizo al club Altea hace 50 años y le hizo una pregunta sobre crear hogar. El Prelado aportó que en los centros de la Obra cada uno tiene la responsabilidad de que sean hogares para quienes viven allí.
Valeria, de 18 años, preguntó al Padre cómo distinguir entre las ganas de hacer las cosas bien y el perfeccionismo. “De lo que se trata es de hacer las cosas lo mejor posible por amor a Dios”, respondió el Prelado, y también recordó las enseñanzas de san Josemaría sobre cómo mantener la presencia de Dios en nuestras tareas.
María, una joven de Venezuela que acude a actividades de formación en Ribalera (Chosica), contó que le fue muy difícil adaptarse al Perú —tras dejar su país de origen— pero se siente muy agradecida por la acogida que han recibido, ella y su familia, por parte de las personas de la Obra. “Hay que dar gracias a Dios por todo porque todo es bueno. Siempre se pueden hacer acciones de gracias, basta un pensamiento”, le dijo el Padre.
Como parte del repertorio musical de la tertulia, las jóvenes que frecuentan el centro Condoray en San Vicente de Cañete, encabezadas por Maylyn, cantaron la canción “Mejor que ayer”.
Desde Chiclayo llegaron Anita, Alexia y Rebeca quienes contaron al Prelado que fueron voluntarias en la JMJ de Portugal 2023 y que trataban de imitar el espíritu de servicio de la Virgen que “se levantó y partió sin demora”. “¿Cómo hacerlo ahora con los estudios y la profesión?” preguntaron. Monseñor Ocáriz respondió: “El arma es la oración personal de cada uno: ser alma de oración y de eucaristía”.
Andrea, de 24 años, contó al Padre que es supernumeraria y le preguntó cómo poder diferenciar en la oración la voz de Dios de la nuestra. “La respuesta es muy sencilla. Primero pidiendo al Señor luz, que pidamos las cosas para que nos las conceda. Pedir consejo, y en eso es muy importante la sinceridad y abrir el alma”.

“Cuando pienses en volver, aquí está tu familia…”, del fallecido compositor y cantante peruano Pedro Suárez Vértiz, fue la última canción que las jóvenes dedicaron al Prelado.
Margarita, numeraria auxiliar, hizo una última pregunta. Contó la labor que realiza con gente necesitada y enfermos en un asilo de ancianos y cómo esa iniciativa ha sido bien acogida por sus familias. “Cuidando a los enfermos estamos cuidando a Jesús”, respondió el Padre recordando la grandeza del servicio, ya que Dios vino al mundo para servir.
Al terminar, algunas jóvenes pudieron saludar personalmente al Padre y contarle sobre sus estudios y familias; incluso una le pidió que le firmara su guitarra y así lo hizo.