A los 18 años viví en una residencia universitaria donde compartí la vida cotidiana con personas del Opus Dei. Esa experiencia me permitió conocer su espíritu de forma directa, y a poner en práctica en mi vida muchas cosas que me gustaron.
Con la perspectiva de los años comprobé que, gracias a ese encuentro con el Opus Dei, aprendí a concretar en obras una semilla que mis padres sembraron en mí: la solidaridad.
A partir de entonces, empecé a involucrarme en proyectos que me permitieron conocer de cerca la vulnerabilidad en la que viven muchas personas y a dedicarme a impulsar iniciativas que ayuden a aliviar esas realidades. He participado en diversas iniciativas solidarias, llevando ayuda concreta —como alimentos, ropa o apoyo en emergencias—, pero también tiempo, compañía y esperanza a quienes más lo necesitaban.
La labor de voluntariado a la luz de los últimos papas
Este año, —la Iglesia celebra un año jubilar— el Papa Francisco decía con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz: “Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero”.
Esta frase me ha ayudado a dar a mis cuarenta años de trabajo de voluntariado un nuevo sentido. Hoy puedo decir que trabajar por y con los demás no solo se ha convertido en mi trabajo profesional, también es una experiencia transformadora que saca lo mejor de cada uno. Para mí, el voluntariado es una mina de enriquecimiento personal.

San Juan Pablo II, el papa que marcó a mi generación, tenía una predilección especial por los jóvenes. Las Jornadas Mundiales de la Juventud nacieron durante su pontificado, y siempre nos animaba a vivir esta etapa de la vida como un don. En un mensaje dirigido a los voluntarios en diciembre de 2001, decía: “A través de la actividad que lleva a cabo, el voluntariado llega a experimentar que la criatura humana solo se realiza plenamente a sí misma si ama y se entrega a los demás”. Estas palabras resumen con fuerza lo que he vivido a lo largo de los años: que el amor y la entrega a los demás son caminos seguros hacia una vida plena.
El origen de una nueva iniciativa profesional
El voluntariado me abrió un nuevo horizonte profesional y me animó a seguir una formación más sólida. Por eso, en 2019 decidí estudiar como segunda carrera Trabajo Social. La pandemia de 2020 reafirmó mi decisión, haciéndome aún más consciente de los miles de peruanos que viven al día para llevar sustento a sus hogares.
Este llamado a la acción concreta dio forma, con el tiempo, a la creación de “Impulso Social” una ONG desde la cual tendría una plataforma para pedir ayuda y multiplicar el impacto de nuestras acciones, como muestran los testimonios de algunos voluntarios.
Francisco Mariño, venezolano, ha participado en varias actividades de voluntariado con su familia. Pancho ve en el voluntariado una forma de agradecer a Dios la hospitalidad recibida en nuestro país.
Me ha mencionado que ser parte de Impulso social, no solo le ha permitido poner en práctica conocimientos de trabajo en equipo, procesos, finanzas, fundraising sino también ejercitarse en la vocación de trascendencia y ayudar a cultivar valores cristianos a favor de nuestros hermanos peruanos más desfavorecidos.
Con Bruno Farfán, quien no es católico, pero participa de la fe cristiana, hemos reflexionado sobre nuestra labor. Me ha mencionado que ser parte de Impulso social, no solo le ha permitido poner en práctica conocimientos de trabajo en equipo, procesos, finanzas, fundraising sino también ejercitarse en la vocación de trascendencia y ayudar a cultivar valores cristianos a favor de nuestros hermanos peruanos más desfavorecidos.
Impulso social
Impulso Social en Perú toma el nombre y algunos valores de una iniciativa del mismo nombre de Argentina con la que desde el primer contacto sentí una conexión inmediata con sus fundadoras.
En el Perú adoptamos una visión más ambiciosa: ampliar nuestro campo de acción para no solo fomentar la solidaridad entre las personas, sino generar un impacto positivo y sostenible, asegurándonos de que esa solidaridad trascienda y transforme vidas de manera profunda y duradera.

El tiempo trabajando en la ONG me ha ayudado a madurar la forma de describir quiénes somos cuando nos lo preguntan. La respuesta define nuestra esencia: somos una ONG formada por personas comprometidas, con espíritu de servicio y firme deseo de aportar soluciones concretas a los problemas sociales de nuestro país.
En Impulso Social articulamos nuestro trabajo en dos líneas de acción complementarias: por un lado, promovemos el voluntariado y la conciencia solidaria a través de programas y talleres que fortalecen los valores familiares y cultivan una cultura de solidaridad activa; por otro, impulsamos proyectos sostenibles que brindan herramientas concretas —como la educación y el empleo digno— para que las personas puedan salir de la vulnerabilidad y construir un futuro mejor.
Nuestro propósito no es solo ayudar a expandir la solidaridad, sino que esta virtud genere cambios sostenibles en las vidas de quienes más lo necesitan. Nuestro lema sintetiza muy bien lo que queremos lograr: corazones solidarios para un mundo más humano.

El 2025 se presenta lleno de retos, y desde Impulso Social seguimos trabajando con el mismo compromiso. Uno de nuestros focos es el proyecto Empleo Sostenible para Mujeres del Rímac, que desarrollamos a través de un taller textil enfocado en la educación y el empleo digno. Guisel Farfán, una de las participantes, afirma que esta experiencia ha significado un verdadero crecimiento personal: le ha permitido descubrir habilidades ocultas, fortalecer su personalidad de manera positiva y, sobre todo, ver la vida de otra manera.
Próximo objetivo: Yauyos
También queremos expandir nuestro trabajo a las zonas de Pueblo Antiguo y Laraos, en la región de Yauyos, una de las zonas con mayor pobreza en Lima, donde planeamos iniciar un proyecto educativo dirigido a niños y jóvenes.

Aunque el camino no ha sido fácil, y los desafíos continúan, cada día reafirma mi convicción de que el esfuerzo vale la pena.
Gracias a Impulso Social, he tenido el privilegio de conocer a personas que, más allá del credo que practican, están comprometidas con el bien común, lo que me recuerda una de las enseñanzas de san Josemaría, quien nos animaba a trabajar por una mejor sociedad.
Gracias a Impulso Social, he tenido el privilegio de conocer a personas que, más allá del credo que practican, están comprometidas con el bien común, lo que me recuerda una de las enseñanzas de san Josemaría, quien nos animaba a trabajar por una mejor sociedad, amando la libertad de todos.
El fundador del Opus Dei describía la trascendencia social de la caridad personal, acudiendo al ejemplo de los fieles de la primitiva Iglesia: “así actuaron los primeros cristianos. No tenían, por razón de su vocación sobrenatural, programas sociales ni humanos que cumplir; pero estaban penetrados de un espíritu, de una concepción de la vida y del mundo, que no podía dejar de tener consecuencias en la sociedad en que se movían”.