Paola y Alfredo: Nuestra pequeña gran historia

Paola y Alfredo llevan más de dos décadas juntos. En ese tiempo, hubo cambios laborales, mudanzas y un amor matrimonial puesto a prueba en más de una oportunidad, una de las cuales se la contaron al Prelado del Opus Dei en su viaje al Perú.

Hace unos meses, cuando vino monseñor Fernando Ocáriz, en la tertulia en Lima, en el polideportivo Villa El Salvador, le pedí que rece por nuestra familia, para conseguir “la paz y la alegría de quienes se saben hijos de Dios” porque a nuestra hija, Antonella se aplica lo que san Josemaría escribe en Surco: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado” y estamos seguros de que ella está enamorada de Dios, porque vida cómoda no tiene; sin embargo, sonríe a las cosas simples de la vida como una caricia.

Antonella, es el mejor ejemplo de que la alegría no se debe de perder jamás mientras estás con Dios. A continuación, un breve relato de nuestra vida: Desde hace más de 17 años, somos la Familia Pilares Zegarra. Nos enamoramos muy jóvenes, yo, Paola de 15 y Alfredo de 20.

Mi familia y mi vocación a la Obra

Tenemos dos hijas maravillosas: Antonella de 17 e Isabella de 7. Con Alfredo queríamos una familia grande. Cuando nos enteramos de la llegada de Antonella, no podíamos estar más felices. Soy supernumeraria del Opus Dei y esa vocación me ha ayudado a llevar con alegría todas las pruebas que he ido afrontando en mi vida.

Isabella bebé con su hermana Antonella

Una primera prueba

Nos mudamos a Piura recién casados. Recuerdo a Alfredo comprando con mucha ilusión la cuna para Anto, como llamamos cariñosamente a nuestra hija mayor Antonella. Y luego, llegó el día de su nacimiento. Recogimos unas pocas cosas en casa y nos fuimos; pasamos por la iglesia para rezar: “Señor, que nazca sana, solo eso”, fue la oración de Alfredo. Yo, solo recuerdo que ese día, estaba nerviosa. A la 1:50 am, un 21 de noviembre del 2007, nació Antonella. ¡Una niña sana y hermosa! Pero, a los pocos días comenzó una pesadilla.

Anto, sin razón alguna, comenzó a hacer movimientos extraños. Alfredo incluso, al comienzo, lo minimizaba. En Piura, no había neuro-pediatra, por lo que acudimos a un neurólogo de adultos quien recomendó llevarla a Lima de emergencia.

Me fui sola, Alfredo no pudo ir ese día conmigo, tenía sus últimos exámenes de la carrera. Gracias a Dios, mi mamá pudo acompañarme. Sin embargo, tan pronto pudo Alfredo se vino a Lima.

Nuestras familias fueron fuerza y amor para nosotros. La segunda: –“Siempre hacia adelante”, intenta vivir bajo ese lema cada segundo de su día

Alfredo cuenta que después del miedo de dejarnos solas los primeros días, no volvió a sentir miedo por dos razones: La primera: –-Nuestras familias fueron fuerza y amor para nosotros. La segunda: –-“Siempre hacia adelante”, él intenta vivir bajo ese lema cada segundo de su día.

En Lima, pasamos los primeros meses de Anto averiguando sobre su enfermedad. Nos mudarnos a la capital y Alfredo consiguió un trabajo. Los primeros diez meses fueron fuertes. Era muy duro. Dormir en una silla con gente que entraba y salía, con malos tratos en un hospital, era una realidad que jamás pensé conocer. Hoy sé que Dios me estaba hablando.

Más pruebas de vida

Luego, con Anto más “estabilizada” Alfredo consiguió un trabajo en la selva, y yo me mudé a Piura otra vez, para estar en compañía de mis papás. Él, tenía un régimen laboral, iba y venía de la selva con frecuencia. Nos costó, y si no fuera por el apoyo de mis padres, a lo mejor no seguiríamos juntos.

¡Dios provee! Trabajo nuevo. Nunca nos ocupamos del futuro, siempre del presente, el futuro se lo dejamos a Dios. Nosotros a lo nuestro, que Él hace lo suyo.

Alfredo me cuenta que recuerda dos momentos en donde mi papá y mi suegro, cada cual, a su estilo, lo hicieron repensar su vida. Dios, escoge sus modos. Pasó un año y nos mudamos juntos a la selva. Luego renunció. Gran decisión, ¡Dios provee! Trabajo nuevo. Nunca nos ocupamos del futuro, siempre del presente, el futuro se lo dejamos a Dios. Nosotros a lo nuestro, que Él hace lo suyo.

Con el tiempo, Dios permitió que pudiéramos contar con un seguro médico y ser atendidos en una clínica. Hoy agradezco ambas cosas, la experiencia previa en el hospital también. Aprendí mucho allí, me enseñó a ser más agradecida.

Mi hija Antonella y nuestro sueño de una “familia grande”

Mi Anto se alimenta mediante una gastrostomía. Hoy, a sus 17 años, necesita ser atendida en todo, normalmente está en su cama especial (salvo cuando nos juntamos en la sala o las pocas veces que salimos). No se sienta ni sostiene su cabeza y no tolera estar mucho tiempo sentada. Ya estuvo al borde de la muerte dos veces.

En 2016 estuvo entubada por una neumonía que casi se la lleva y el año pasado estuvo internada por otra neumonía fuerte, incluso la trajimos a casa con oxígeno y con un “acá no hay nada más que hacer, les deseo mucha suerte”, dicho por uno de los doctores…. la cual desencadenó unas convulsiones que aún no se logran controlar del todo. Aunque, Dios siempre nos bendijo con una gran alegría.

Una hermana para Antonella

Nuestro “sueño” de formar una familia grande, parecía trunco. Pero nuevamente, Dios tiene sus formas. En el 2016, me fui de retiro. Allí leí un libro donde sugería aprender a dejar todo en manos de Dios. Regresé diferente, y conversando con mi esposo, decidimos volver a intentar el sueño de ser padres.

Paola embarazada de Isabella junto con su esposo Alfredo
Paola embarazada de Isabella junto con su esposo Alfredo

En octubre del 2016 salí embarazada de Isabella. Su nombre, significa: “La que ama a Dios”. Es una niña feliz, amable, divertida, empática y sensible. ¡Dios nos ha acompañado siempre! Nuestra vida ha tenido momentos difíciles, pero nunca nos ha faltado nada. Años más tarde, Alfredo me contó lo que escribí en el tercer párrafo del artículo: Antes del parto de Antonella, él le pidió a Dios solamente que ella nazca sana. Dios se lo concedió, y lo hemos llegado a entender hace unos años.

¡Si!, ¿Qué más sano quien tiene el alma cuidada como Anto la tiene? Sin malicia, sin envidias, sin debilidades humanas. Una niña de 17 años con el alma de una niña de meses. Anto tiene una condición que hace que su calidad de vida se vaya deteriorando día a día, y es probable que su paso en la tierra sea breve, pero estamos seguros que se irá directo al cielo. ¿Como lo sé? Creo en un Dios maravilloso y lo veo en los ojos de mi hija, ¡Lo sé!

¿Y es que acaso no es lo que todos buscamos como padres, que nuestros hijos lleguen al cielo? Dios nos ha concedido a nosotros el milagro de tener como hija a una santa, y a Isabella, tener de hermana a una santa. ¿Qué mayor alegría que esa?

Paola Zegarra