Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
El próximo día 15 celebraremos la gran solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas realmente distintas que son un solo y mismo Dios. Se trata de un misterio que, con esfuerzo, la teología logra ver que no es una contradicción, pero que supera nuestra capacidad de comprender.
En alguna ocasión, san Josemaría —en los próximos días celebraremos el 50.° aniversario de su marcha al Cielo— nos decía que, contemplando esta verdad de nuestra fe, a veces le parecía ver un poco de luz, y otras solo oscuridad; entonces, se ponía muy contento, considerando la grandeza infinita de Dios, que no cabe en nuestra inteligencia. «El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales!» (Amigos de Dios, n. 306).
El Espíritu Santo, con la gracia santificante, nos introduce realmente en la vida divina, haciéndonos hijos del Padre en el Hijo. Sabemos que estas palabras se quedan muy cortas ante lo que desearían expresar. Pero Dios se ha hecho visible en Jesucristo. Como respondió el Señor al apóstol Felipe, también a nosotros nos dice: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9).
Que nuestra madre María, hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo, esposa —templo— del Espíritu Santo, nos ayude a participar más y más intensamente de la vida divina de la Trinidad y, así, cada vez más identificados con Cristo, nos entreguemos al servicio de los demás.
Finalmente, quiero informaros sobre el trabajo de adecuación de los Estatutos. Se había previsto completar su estudio en el Congreso general, pero, como sabéis, al coincidir con la sede vacante, se consideró oportuno no hacerlo. Los congresistas dieron su parecer positivo para que, con los nuevos Consejo y Asesoría, concluyéramos la revisión de los Estatutos y los entregáramos a la Santa Sede para su aprobación, cosa que hemos hecho hoy mismo. Ha sido un camino de tres años, acompañados de la oración de todos, que os pido que intensifiquemos en esta etapa final.
Naturalmente, sigamos acompañando al santo padre León XIV, con nuestra oración y entrega diaria.
Con todo cariño, os bendice
vuestro Padre

Roma, 11 de junio de 2025