Lo que está en juego es ser verdaderamente feliz

El Prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, confirió el sábado 24 de mayo la ordenación sacerdotal a 36 fieles de la Prelatura. Uno de los ordenados es el peruano Carlos Enrique Guillén, de 31 años, ingeniero electrónico, que trabajó como administrador de sistemas de la Escuela de Dirección de la Universidad de Piura.

Una vocación sacerdotal es una alegría para la Iglesia. ¿Cómo asume esa responsabilidad?

- Estoy convencido de que el sacerdocio es uno de los regalos más grandes que Dios ha hecho a su Iglesia. En efecto, es una gran alegría saber que Dios está empeñado en que la Iglesia crezca y se extienda y que por eso no deja –ni dejará– de darle sacerdotes. Por eso entiendo que una vocación sacerdotal pueda ser un motivo de profunda alegría para todos los cristianos, y se puede decir que para todos los hombres, aun para los no creyentes. Ciertamente es también una responsabilidad, como Ud. dice. Pero, por otra parte, todos hemos recibido algún “don” de Dios por el que nos hemos de sentir responsables. En todo caso, sé que no me faltará la ayuda de Dios ni la oración de todos aquellos que rezan a diario por la santidad de los sacerdotes (y espero que cada vez sean más).

En la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, el Santo Padre Benedicto XVI advierte frente a una participación superficial en la liturgia eucarística. Usted ha hecho el doctorado en teología Litúrgica. ¿Podría explicarnos qué importancia tiene la Misa en la vida del cristiano y cómo aprovecharla mejor?

- Quien quiera darse cuenta de la importancia que tiene la Misa en la vida del cristiano, tiene que considerar que todo lo que es ahora (hijo de Dios) y todo lo que está llamado a alcanzar (la felicidad eterna junto a Dios) se lo debe al sacrificio de Cristo en la Cruz. Si bien nosotros no hemos podido estar en ese momento junto a Cristo, sí que podemos estar presentes a través de la Misa, para recibir las gracias abundantes que nos consiguió Cristo con su sacrificio, para hacerle compañía -como la Virgen y san Juan- , para desagraviarlo, para agradecerle que se haya dado hasta ese extremo por el amor que nos tiene, y para unir toda nuestra vida –con todas sus facetas: social, familiar, laboral, etc.– a la ofrenda que hace al Padre. A quien ve la Misa así, le resultará natural procurar acudir con más frecuencia y vivirla mejor.

La capacidad de perdonar los pecados es un don no pequeño otorgado por Dios a un sacerdote. En algunos ambientes se va perdiendo el sentido del pecado. Algunas personas preguntan: ¿por qué hay que confesarse? ¿Qué les respondería?

- Yo no recuerdo ninguna persona del Evangelio que haya sido curada por Jesús, del alma o del cuerpo, que no saliera feliz de ese encuentro. ¿No será esa la felicidad que algunas personas sienten que les falta? Al menos puede ser un estímulo para escuchar lo que Jesús tiene que decir a cada persona. Si de ahí surge la necesidad de rectificar el rumbo de la propia vida en algunos puntos, creo que ningún esfuerzo puede parecer demasiado si lo que está en juego es ser verdaderamente feliz. Y una prueba de que Jesucristo sigue estando dispuesto a perdonar al hombre es que ha instituido el sacerdocio precisamente para estar disponible “24 horas” y donde haga falta para devolverle al hombre ese “algo” de la vida divina que perdió con el pecado.

Se habla a veces de conflicto entre fe y ciencia. Usted es ingeniero y sacerdote. ¿Nota que efectivamente se dé ese conflicto en la vida práctica?

- Puede suceder que muchos de estos supuestos “conflictos” provengan de problemas que –una vez analizados– resultan no serlo, o surjan de aceptar formas de pensar que en realidad no resuelven un problema. Ciertamente la fe implica el misterio y la grandeza de Dios, que no puede quedar reducido a los límites del pensamiento de una criatura, pero esto no quiere decir que sea algo incomprensible o irracional. Quizás hará falta profundizar en la formación religiosa recibida o enfocar un problema con una actitud distinta (con la ayuda de un buen consejo o a través de la experiencia de otros), más positiva y menos “conflictiva”.

En el Perú hay gran devoción a los santos, como santa Rosa de Lima o san Martín de Porres, pero existe la sensación de que los santos pertenecen a una realidad de siglos pasados. ¿Es posible ser santo en el mundo de hoy?

- He tenido la suerte de vivir en Roma la experiencia de la canonización de San Josemaría Escrivá el año 2002 y puedo decir que estaba rodeado de muchísima gente convencida de que es realmente posible ser santo en el mundo de hoy. En esa ocasión, Juan Pablo II dijo a los participantes que el nuevo santo había sido elegido por Dios para anunciar que la vida de todos los días es ocasión de encuentro con Dios y, por eso, es camino de santidad. Incluso llamó a San Josemaría “el santo de lo ordinario”, para animarnos a todos a imitar su ejemplo y acudir a su intercesión en nuestra vida cotidiana. Se trata, en el fondo, de tener confianza en que Dios sigue queriendo a los hombres, y los sigue buscando en la realidad concreta en la que Él mismo los ha puesto. Hay que animarse a encontrar a Dios entre las cosas que cada día tenemos entre manos. Ciertamente nadie nace “sabiendo” cómo ser santo, se aprende como se aprende a andar: andando. Pero es un camino que Dios no ha querido que recorramos solos, sino acompañados fundamentalmente por Él y acompañados también por tantas personas que han llegado ya a la meta del Cielo y por tantas otras que quizás no conocemos pero que en todo el mundo se esfuerzan por vivir su vida de cara a Dios.