Lima: Mirar al futuro con fe y esperanza

Daniela Cangahuala nos cuenta el significado de ser joven en la actualidad, con sus desafíos por delante, procurando mirar el futuro con ojos de fe, con esperanza y sin miedo.

En Washington DC en "In Altum"

De las cosas más bellas que existen en la vida es: compartir. Con compartir no me refiero solo a bienes materiales, sino a todo: momentos, experiencias, actividades, pensamientos, etc. Cuando uno comparte dándose uno mismo a los demás, siente una felicidad inexplicable.

Soy Daniela, una joven de 23 años, hermana mayor de tres mujeres, que le gusta la música, compartir con mis amigos y que procura amar a Dios siempre. He tenido la suerte de vivir experiencias enriquecedoras rodeada de personas estupendas. Mis papás se preocuparon para que mis hermanas y yo recibamos una buena formación complementada con actividades sociales y deportivas.

Del Perú a Taiwán

Cuando tenía 6 años, fuimos con mi familia a vivir a Taiwán por tres años. Allí conocimos una cultura distinta. A pesar de estar lejos y en un entorno donde el catolicismo no era común, mis papás no descuidaron nuestra formación espiritual. Por ejemplo, descubrimos una iglesia con sacerdotes argentinos quienes nos ayudaron a entender la misa en chino con un misal bilingüe que hicieron para hispanohablantes.

Dos semanas antes de volver al Perú, hice mi primera comunión en esa iglesia con las personas que se habían vuelto nuestra familia en Taiwán. Durante esos tres años, estudiamos en un colegio chino en las mañanas, un colegio americano en las tardes, y al final del día llegábamos a nuestra casa a cenar en familia. Mis papás conocieron a una familia católica, que eran músicos, con hijas de nuestras edades y los sábados mis papás les daban clases de español y ellos nos enseñaban piano.

De vuelta a casa

Al regresar al Perú, estudiamos en un colegio de mujeres y no dejamos el piano. Yo regresé con 9 años y desde ahí estuve en el coro hasta terminar el colegio. A los 10 años empecé a ir al club Alki, donde aprendimos manualidades, pastelería, se organizaban paseos y muchas más actividades, acompañadas de charlas de formación personal y espiritual.

Con el equipo de Hockey

Mi hermana y yo fuimos parte de Alki hasta terminar el colegio. Además practicamos hockey por cinco años y squash por dos años aproximadamente. También seguimos tocando piano.

La vida universitaria

Estas experiencias moldearon mucho mi forma de ser, de vivir y de ver el mundo. Saliendo del colegio, tenía que aprender a manejar mis tiempos sola, organizarme, ver hacia dónde iba a dirigir mi vida y eso, sin descuidar mi vida espiritual y familiar. Estudié Administración de Empresas en la Universidad de Piura – Campus Lima. Mi vida universitaria, a pesar de los dos años de pandemia, ha sido lo mejor que me ha ocurrido.

No veía la universidad como una carga, como ir, estudiar y sacarme buenas notas; sino que trataba de aprovechar al máximo la oferta extraacadémica. Volviendo de la pandemia, participé en el coro de la universidad, animé a mis amigos a comprometerse en las Olimpiadas, ayudando a organizar y motivar a las personas de mi facultad a estar presente allí.

Además de las actividades de la universidad, apoyé a mi mamá con el Club Alki. Atendíamos alrededor de 25 niñas entre 9 y 14 años, para quienes organizábamos actividades los viernes y algunos sábados. La idea del club es complementar la formación que reciben en casa y en el colegio, en un entorno donde pueden compartir con sus amigas y aprender y crecer juntas divirtiéndose.

In Altum: una experiencia esperanzadora

En mi último año de carrera universitaria, se presentó la oportunidad de ir a In Altum, un programa dirigido a jóvenes católicos. Tiene como misión contribuir a la sociedad a través del estudio de la tradición intelectual católica y la doctrina social, a través de ponencias de diversos temas que terminaban en conversaciones o debates muy interesantes. Este programa fue mi “punto de inflexión”. Me tocó viajar a Washington D.C. junto a cientos de jóvenes de México, Uruguay, España, Portugal, Estados Unidos, Perú, entre otros países.

Digo que esta experiencia fue mi “punto de inflexión” porque conocí a muchos jóvenes extraordinarios, que practicaban su fe con alegría y naturalidad en medio del mundo; que eran buenos en su trabajo y estudios; con iniciativas apostólicas admirables (podcasts, grupos, música, cursos, etc.); y, lo mejor, que irradiaban una alegría auténtica del amor a Dios.

Contemplar a esos jóvenes ilusionados por vivir y luchar por defender su fe y ser parte de ellos, me ayudó mucho a tomarme más en serio mi fe.

Esta experiencia me llenó de esperanza. Contemplar a esos jóvenes ilusionados por vivir y luchar por defender su fe y ser parte de ellos, me ayudó mucho a tomarme más en serio mi fe.

En el centro cultural Ausangate

Al regresar de Washington D.C. empecé a ir al centro cultural universitario Ausangate, vinculado al Opus Dei. Allí conocí a jóvenes universitarias y profesionales con ilusión por formarse personal y espiritualmente. Tuve la oportunidad de ser parte de la organización de varias actividades para familias, jóvenes y amistades.

en un mundo que avanza velozmente los jóvenes no nos podemos dejar llevar. Nosotros debemos vivir nuestra vida con propósito, autenticidad y amor, disfrutando cada momento y haciendo bien lo que hacemos y por amor a Dios

Mientras escribo estas líneas, quiero mencionar que en un mundo que avanza velozmente los jóvenes no nos podemos dejar llevar. Nosotros debemos vivir nuestra vida con propósito, autenticidad y amor, disfrutando cada momento y haciendo bien lo que hacemos y por amor a Dios.

La fe de los jóvenes: llamados a la santidad

Una vez que uno descubre que la fe es una fuerza que nos impulsa, empezamos a vivir con más plenitud, construimos relaciones más sanas y miramos el futuro con esperanza.

Pienso que muchos jóvenes católicos, sentimos una presión de ir al ritmo del mundo y de la sociedad. Pero, debemos luchar, aprender a ir contracorriente y como el Papa León XIV nos ha recordado recientemente en la canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, aspirar a la santidad. No es tarea sencilla, por eso necesitamos de la fuerza de Dios.

Y también, en el reciente jubileo de los jóvenes, hemos apreciado a jóvenes alegres, llenos de fe y esperanza no solo rezando juntos, sino pasándola bien, divirtiéndose, bailando, y haciendo muchas actividades juntos.

Es cuestión de mirar alrededor, hay muchos jóvenes que, como tú y como yo, buscan vivir su fe sin dejar de ser ellos mismos, que no se aíslan del mundo, sino que lo habitan con una mirada distinta.

Es cuestión de mirar alrededor, hay muchos jóvenes que, como tú y como yo, buscan vivir su fe sin dejar de ser ellos mismos, que no se aíslan del mundo, sino que lo habitan con una mirada distinta. Jóvenes que celebran la vida con alegría, disfrutan las fiestas, los estudios, las amistades, los deportes, los viajes, pero que lo hacen con coherencia y unidad de vida, desde ese motor que da sentido a todo: el amor a Dios.

Como nos invitaba el Papa León XIV desde la plaza de san Pedro, en Roma: “Los santos Pier Giorgio FrassatiCarlo Acutis son una invitación para todos nosotros, sobre todo para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra”.

Daniela Cangahuala