Le pedí que me dé la oportunidad de seguir trabajando

Un 26 de junio Walter Acuña fue testigo de la intercesión de Josemaría Escrivá. Las posibilidades eran mínimas, pero la devoción era grande. Se iba a quedar sin trabajo. Pronto, la sorpresa se combinó con la alegría.

Conoció a Josemaría por la arquitectura. El Ministerio de Salud lo había contratado para hacer perfiles de pre-inversión del PARSALUD (Programa de Apoyo a la Reforma del Sector Salud) en Ayacucho, Huancavelica, Junín y Huánuco. Estando en Huancavelica, el 26 de junio del 2002, asistió a Misa en la Catedral a las 6 a.m., ofrecida en honor a Josemaría, y en ella, le regalaron una estampita.

“La estampita la guardé y al terminar mis actividades la leí. Recuerdo que el 30 de junio se me acababa el contrato y le pedí a Josemaría que me lo renovaran, que me diera la oportunidad de seguir trabajando. Cuando vine a Lima, me llamaron para extenderme el contrato hasta fines de año, y me acordé de él, de que se lo había pedido”.

Walter dice que se animó a hacerlo porque había leído en uno de los párrafos de la estampita que la persona a través del trabajo cotidiano podía santificarse aquí en la tierra. Desde ese entonces confiesa que se hizo su amigo espiritual y que todos los años, desde el 2002, le pide que lo ayude, que le dé la oportunidad de seguir trabajando, y siempre le ha cumplido.

A partir de entonces

“Después del favor concedido, leí en la Catedral de Lima que todos los 26 de junio se celebraba la actividad de Josemaría. Me invitaron a ir y participé de la fiesta litúrgica, me dieron más información y me interesé mucho por su vida. He leído bastante de él y ahora mi esposa y yo nos hemos puesto la meta de ir a la Iglesia de Italia-Roma a conocer dónde está enterrado. Ojalá podamos cristalizar esa meta”.

Walter asegura que desde que conoció a Josemaría, ha sabido afrontar sus problemas y dificultades cada vez mejor, no de manera ofuscada sino con alegría y pensando que todo, con mucha actitud e inteligencia, se puede resolver. Él mismo se ha dado cuenta de su cambio, “ya no me fijo en que me paguen bien o mal, sino de hacer los proyectos lo más perfectos posibles”.

“Desde que lo conocí ha sido como una escalera. En el 2002, fue como un peldaño, en el 2003 fueron 3 peldaños, y así ha ido creciendo mi trabajo profesional y cotidiano. No me ha faltado y sé que estoy colaborando con la obra de Dios aquí en la tierra, comenzando por mi familia”.

En casa

Y la santificación no sólo es en el ámbito profesional, sino también en el cotidiano. “A mí me gusta barrer y a veces le ayudo a mi esposa a hacer la limpieza en la casa, siempre trato hacerlo lo mejor posible. Recuerdo que una vez mi nietecita María Fe que había estado leyendo la historia de Fray Martín de Porres, cuando me vio barrer, le dijo a mi hija: a mi papá le gusta barrer, y creo que se está santificando, como Fray Martín de Porres”.

“Cuando llego a mi casa, si tengo problemas los dejo afuera. En mi hogar encuentro la paz, mi esposa y yo leemos la biblia, desde 1991 compramos el Candelario Litúrgico y todos los días, al levantarnos, agradecemos a Dios y leemos lo que nos toca ese día. También hemos aprendido a bendecir la mesa, a dar gracias por el alimento y hemos enseñado a que nuestros hijos también lo hagan. Cuando yo estoy de viaje, me cuentan que todo lo hacen como si yo estuviera presente”.

Walter dice que la grandeza del favor concedido por Josemaría es mucho más valiosa al tener él 65 años. “Acá en el Perú, ya cuando pasamos los 50 años, es difícil encontrar trabajo, más aún cuando los jóvenes salen con las nuevas tecnologías, si nosotros no nos capacitamos vamos quedando en el olvido. Gracias a Dios, mi hijo, que recién ha terminado arquitectura, me ayuda mucho en el uso de estas nuevas tecnologías”.

Haciendo hospitales

El favor concedido, la ayuda de su familia y su esfuerzo, le han permitido desempeñarse en muchos trabajos. Pasó de perfiles de pre-inversión a proyectos y luego a las estructuras de hospitales. El año pasado hicimos tres hospitales, uno en Pisco, otro en Ica y otro más en Ayacucho. Este año estamos haciendo el hospital San Juan de Dios para Pisco, el Instituto Nacional del Niño, pronto el hospital Villa El Salvador y otro más”.

Lo que le llena bastante de satisfacción y le gusta hacer son los hospitales, “porque sé que haciéndolos estoy contribuyendo con mucha gente que tiene su salud resquebrajada y que a través de un buen hospital pueden recuperarla. Más que por el dinero, me gusta contribuir en la parte que sea provechosa para mi prójimo”.

Así es como Walter puede dar testimonio del favor concedido por Josemaría: “Al principio fue uno y ahora estoy viendo hasta cuatro proyectos y todos los hago con amor, con bastante paciencia, sabiendo que mi trabajo va a agradar al hermano que me ha contratado. Creo que ese es el secreto. He aprendido de él a tener mucha humildad, porque lo daba todo, era un padre muy alegre y creo que esa es la alegría que debemos tener todos para compartir con los demás. Yo creo que Josemaría quiere que lo hagamos con alegría, con amor, cariño, como ese don que Dios le regaló”.

Josemaría, mi amigo espiritual

“Desde que lo conocí converso mucho con él, le hablo así como lo hago con mi esposa y me dice que no debo preocuparme, que él resolverá los problemas. Muchas veces se me han cruzado varias entregas y él ha influido ante Dios para que pueda ordenar un trabajo con el otro. Es increíble como me llaman y me lo postergan hasta un día o dos, y logro entregar todos a tiempo.

Él nunca me ha fallado y yo tampoco. Cada vez sé que he ido afinando mi espíritu y comunicándome mejor con él. Me considero un fiel creyente de lo que ha profesado y lo considero como mi amigo espiritual”.

Un día especial

“Cada 26 de junio yo me declaro feriado medio día. En la tarde me preparo para ir a la Catedral de Lima a la festividad que se hace en honor a Josemaría, desde el 2002 a la fecha, no he dejado de ir con mi familia. Una vez me tocó estar en Huánuco, pero ese día, como si estuviera acá, estaba rezando en la Catedral”. 

Walter Acuña estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y hace 30 años que se dedica a ella. Cuenta que siempre le gustó crear y dibujar y que su carrera le ha traído muchas satisfacciones en la vida personal y profesional, pero sobre todo, en la espiritual, ya que por ella conoció a San Josemaría Escrivá.

“Sé que con mi testimonio puedo colaborar con otros hermanos que en este momento no tienen trabajo. Yo les diría que no se desesperen, que le pidan a Josemaría para que interceda antes Dios, ya que para él nada es difícil".