Juan Carlos partió al cielo

Un profundo dolor ha causado en la UDEP, y a sus numerosos amigos y exalumnos, la noticia del fallecimiento de Juan Carlos. Partió con la serenidad y fe con las que vivió.

Las diversas manifestaciones y testimonios que van apareciendo en las redes sociales reflejan la grandeza humana de Juan Carlos, una persona que supo amar y cuidar con especial cariño de su familia y sus amigos; vivir con alegría y visión sobrenatural, trabajar con profesionalidad y lealtad, como resaltan algunas personas que lo trataron y conocieron.

“Dicen que los ojos son la ventana del alma de las personas. Cuando uno se encontraba con Juan Carlos More y lo miraba a los ojos, era imposible no percibir la bondad, la sinceridad y la nobleza que había en él. Interactué muchas veces con él en la universidad; conversábamos sobre distintos temas (en su oficina o en la mía). Ante los problemas, siempre actuaba con serenidad, pensando con integridad y teniendo muy en cuenta el bienestar de las personas”, expresa el vicerrector de Investigación, Marcos Agurto. “Juan Carlos nos hará mucha falta, pero su manera de trabajar, su nobleza, su integridad y su cariño por la universidad seguirán inspirando a las generaciones de profesores y alumnos que pasarán por esta casa”, agrega.

En la Facultad de Comunicación quedan sus amigos, algunos de ellos de hace más de tres décadas, como Andrés Garay. “No hay palabras que puedan hacer justicia, al intentar decir algo de un amigo de aulas universitarias, de un amigo de 35 años. Juan Carlos fue un apasionado por la imagen desde primer momento, un gran conocedor y crítico del cine y del mundo audiovisual; un papá ejemplar, gran cocinero, fiel esposo y fuente de paz, porque era piadoso. Fue perspicaz e intuitivo. Invirtió mucho tiempo en la lectura, pero también en la escucha sincera del otro”, comenta.

Otro de sus grandes amigos y colega, y, como Juan Carlos, un apasionado por los temas audiovisuales, es Alejandro Machacuay, quien refrenda lo dicho por Andrés, y añade: “Desde muy joven, Juan Carlos destacó por ser muy inteligente y por sus ganas de aprender. Ganó varios incentivos para viajar a Japón, España y otros países. Y, trabajamos juntos en programas educativos auspiciados por Manos Unidas, que nos hicieron viajar a diferentes zonas de Piura”.

"El sábado pasado me llamó”
Asimismo, resalta su serenidad, de siempre. “Como directivo, tomaba las cosas con gran calma. Era muy piadoso y estaba preocupado por los demás, inclusive durante esta última etapa de su enfermedad. Nos pedía serenidad y nuestras oraciones. Nos decía que ofrecía su dolor por nosotros. Hace unos días, por mi cumpleaños, me llamó. Recordamos muchas anécdotas; como que él grabó mi matrimonio. Y, nuevamente, nos pidió que rezáramos por él. Me dijo que él estaba tranquilo”.

Además de ser un amigo leal, Juan Carlos ha sido un extraordinario esposo y padre de familia. “Era muy cariñoso con su esposa e hijos, a quienes cuidaba con gran amor. A sus hijos les enseñaba a cultivar las artes, cantaba con ellos en inglés. Nos compartía las fotos de sus presentaciones; era un padre amoroso y muy orgulloso”, anota Alejandro.

“Estoy seguro de que, aunque muchos nos quedamos tristes con su muerte, sabemos que a donde vaya, va a sumar fuerzas para hacer de este mundo un lugar más feliz y divertido”

“Estoy seguro de que, aunque muchos nos quedamos tristes con su muerte, sabemos que a donde vaya, va a sumar fuerzas para hacer de este mundo un lugar más feliz y divertido”, dice con convicción, desde España, su amigo José Luis Requejo, profesor de la Universidad Juan Carlos III.

Él lo describe como un “profesional positivo y alegre en lo que hacía. Con ojo y oído para las mejores cuestiones de cine y televisión, y también para los detalles cotidianos, ocultos bajo la mesa. Percibía con claridad lo que muy pocos veían. Siempre pudo resumir los caracteres de las personas eligiendo su rasgo más palmario. Manejaba el narrador extra-heterodiegético como nadie”.

Asimismo, José Luis expresa algo de lo que muchos (aunque sea una vez) hemos sido beneficiarios testigos: “Su amplia capacidad de acogida. Te hacía sentir como en casa. Sabía cocinar extraordinariamente bien y, con él, cualquier comida se transformaba en una fiesta fraternal, por lo sabrosa y divertida. Hasta pronto amigo mío. Nos queda pendiente una buena “tirada de cuchillos”, con indignación y regocijo. Porque cualquier situación siempre fue una buena excusa para sonreír. A partes iguales. El vaso medio lleno siempre lo tuviste en tus manos. Rezo por ti y encomiendo a tu familia”.

Las palabras, por muchas que sean, y aunque provengan de distintas personas que lo conocieron en sus diversas facetas de ser humano, no pueden expresar con justicia quién y cómo era Juan Carlos. “Una persona con muchos y muy buenos amigos; un hombre sencillo y sin ‘poses’, que se hacía querer; muy sincero, transparente y que generaba confianza”, como señala el exrector Antonio Mabres.

“También fue muy querido por sus alumnos, cercano y comprensivo. Supo servir a la UDEP donde y como se le pidió, y en la última etapa, asumió con responsabilidad, notable entrega y humildad el cargo de decano de su facultad (…). Una faceta muy hermosa en él fue su familia. Cuánto amor a su esposa e hijos en un ‘hogar realmente luminoso y alegre’, como enseñaba san Josemaría”, subraya.

Un cristiano muy normal
“Fue un cristiano muy normal, en el mejor sentido de esta palabra. Supo vivir su fe en la normalidad de la vida corriente, de familia, como esposo y papá; y también como hijo y hermano, estando muy pendiente de sus padres, cuando fallecieron. Como un hombre de fe, supo sobrellevar los momentos difíciles de salud y otros, con paz y confianza en Dios, incluso con alegría. Siempre, también en esos momentos de su enfermedad, estaba especialmente pendiente de Many, y de sus hijos (Mariana y José), más que de sí mismo. Le ilusionaba ver cómo crecían sus hijos, no sólo físicamente, sino también en las cualidades que iba desarrollando cada uno, y en la fe y amor a Dios y a la Virgen”, describe el padre Ricardo González. “También en el trabajo, procuró comportarse con la normalidad de una persona que quiere santificarlo, consciente de sus limitaciones -que todos tenemos-, tratando de actuar con rectitud de intención y por amor a Dios”, afianza.

“Como autoridad, profesor o amigo, Juan Carlos era una persona coherente. Siempre listo para escuchar, atender, acompañar. Impulsaba el sentido de comunidad en FCom, con el aporte de nuestros egresados a quienes quería muy cerca de la facultad”, expresa Mela Salazar.

“Fui tu profesora, pero supiste darme importantes lecciones de vida”
“Tuve la fortuna de conocerte, como a un hombre bueno, sencillo y cariñoso padre de familia. Te desvivías por darle lo mejor a Many (tu esposa) y tus pequeños hijos. Vi en ti a un decano preocupado por conocer a sus profesores, atento a nuestros problemas personales y profesionales. Siempre dispuesto a resolver toda clase de dificultades con paciencia y una sonrisa. Nunca te escuché gritar, quejarte o hablar mal de alguien. Todo lo contrario, siempre sabías disculpar a los demás”, dice de él Luisa Portugal.

“Te recordaré siempre como el amigo, el colega franco, transparente, sin doblez alguna; recordaré tu sencillez, humildad y tu sonrisa”, acota.

Lo que Juan Carlos halló en la UDEP
“Juan o Juanca o Juanito según como le llamaras era el ‘amigo’; aquel con el que siempre podías contar, el que te abría las puertas de su corazón y de su hogar”, remarca Toña Calopiña, su amiga desde su época de estudiantes universitarios.

Refiere que Juan Carlos exhibía “creatividad e imaginación para decir las ocurrencias más graciosas que puedo recordar. Además, tenía una gran capacidad para realizar un trabajo bien hecho y buscar que el resultado fuera el mejor. Aunque ello implicara hacerme correr una y otra vez hasta que la toma fuera perfecta, quedarnos estudiando toda la noche y salir de madrugada a tomar fotos porque el tema así lo exigía. Pero, todo era divertido, ponía la nota hilarante a esas jornadas pesadas, haciendo que se convirtieran en grandes recuerdos”.

En la universidad, Juan Carlos encontró a sus mejores amigos, a su esposa y, especialmente, a Dios”.

Toña nos menciona el amor especial que Juan Carlos tenía por Many, su esposa, “ella fue la mejor compañera de vida que Dios le regaló. Confiaba plenamente en ella y hablaba con mucho orgullo de sus dones, se sentía realizado a su lado y con sus hijitos. En la universidad, Juan Carlos encontró a sus mejores amigos, a su esposa y, especialmente, a Dios”.

Estamos seguros de que Juan Carlos, realmente, descansa en paz; con esa misma paz, serenidad y confianza con la que vivió y compartió. ¡Adiós (ve con Dios), Juan Carlos!

Elena Belletich