De Piura a Madrid: Crónica de un viaje a la beatificación de GOL

Un grupo de familias, profesores y alumnos de los colegios Turicará y Vallesol de Piura asistieron a la ceremonia de beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, en Madrid y fueron testigos en vivo y en directo de la primera mujer del Opus Dei en llegar a los altares.

“-¿Josué? ¿Alguien ha visto a Josué?”

“-Creo que está con mi papá”, responde Majo a su mamá.

“-No lo veo”, responde Fanny, mostrando la intuición materna.

Parece que se ha perdido. El dialogo en voz baja se da al final de la misa del domingo 19 de mayo, en el Real Oratorio del Caballero de Gracia, donde está la tumba de Guadalupe Ortiz de Landázuri. La iglesia es pequeña y está más llena que de costumbre por la presencia de los peregrinos que han venido de los cinco continentes.

Al terminar la Misa, la familia Lizama Torres se junta y no está Josué. El niño de once años parece que repite lo sucedido con Jesús cuando se perdió en el templo. Aunque no se sabe si se perdió antes de llegar a la iglesia. Quizá se quedó en alguna tienda de la Gran Vía. Telva, la abuela, se muestra serena y dirige la mirada al cuadro de Guadalupe que está en el presbiterio. Le pide que aparezca su nieto. En eso, Majo dice: “creo que he visto los pies de Josué”. Efectivamente, sus pies sobresalen en el confesionario del lado lateral derecho del templo. Un respiro invade el alma de todos. Josué apareció. Estuvo en la cola del confesionario y después, éste se lo “comió”, dejando sólo sus pies a la vista.

“Le pedí a ella que aparezca mi nieto cuanto antes y así fue”

La abuela nunca estuvo desesperada. “Sentía que no iba a pasar nada pues hemos venido a Europa para asistir a una beatificación, no por motivos superfluos. Guadalupe no podía dejar de ayudarnos. Le pedí a ella que aparezca mi nieto cuanto antes y así fue”.

La anécdota marca lo que fue el viaje de un grupo de familias, profesores y alumnos de los colegios Turicará y Vallesol de Piura. Quisieron estar presentes en un acontecimiento histórico para la Iglesia. Ser testigos directos del primer laico y mujer del Opus Dei en llegar a los altares.

Fanny se interesó al conocer el viaje porque le llamó la atención que sea una mujer quien iba a ser beatificada. “para mí, el papel de la mujer está un poco rezagada en la iglesia, y el que ahora se beatifique a una, me parece que es una señal positiva y de reconocimiento a todas”.

Un ambiente familiar entre todos

Para la gran mayoría de los asistentes, el viaje ha supuesto una experiencia muy enriquecedora. A pesar que el grupo era heterogéneo, rápidamente se formó un ambiente familiar entre todos. “Nos hicimos amigos al toque” reconoce Edith. “Y gracias a eso, los problemas que surgieron se quedaron como anécdotas”. Mayer coincide: “vine sola y salgo con muchas amigas”. Para otra Fanny, quien viajó con su hijo José Luis lo que más le gustó fue descubrir que la Obra es una familia. “La acogida cariñosa de la gente fue estupenda. En especial, me gustó el almuerzo campestre en Librilla (Murcia) donde en una tertulia familiar, escuché recuerdos personales sobre san Josemaría. Eran evocaciones muy actuales a pesar del tiempo que había transcurrido. La generosidad y amabilidad de los murcianos será un recuerdo inolvidable”.

Al famoso niño Josué, lo que más le gustó fue que viajó con su familia. Su papá Augusto se queda con el mensaje de la vida de Guadalupe para la juventud: “su beatificación es sinónimo de alcanzar un logro. Es el final de una vida con mucho esfuerzo, también de ir contra las costumbres de su época”.

Mayer coincide en que la vida de Guadalupe es inspiradora: “una mujer fiel, útil y santa”, “así la veo y así quiero ser”, concluye.

Para casi todos, realizar el viaje fue el primer milagro. Piura está a miles de kilómetros de Madrid. Y en algunos casos, la salud era una primera limitación para hacer un trayecto tan largo. Para Fanny, las dudas surgían de la recomendación del médico para operarse de la vesícula. Si se operaba, no viajaba. El especialista le ofreció como alternativa hacer dieta. La comenzó a vivir pero a los pocos días, la dejó, porque no era fácil. Temió que regresaran las molestias y se quedara en tierra. Gracias a Dios, no tuvo ningún problema, ni antes, ni durante el viaje. Algo parecido le pasó a su mamá. Para ella, era su primer viaje al extranjero. Le preocupaba la gastritis que padece hace años y la dieta estricta que debía vivir. Cuando llegó a Madrid, se olvidó de la dieta y no tuvo ningún inconveniente.

Pepe es profesor de teatro. Se entusiasmó con hacer su primer viaje largo. Sin embargo, le parecía un sueño inalcanzable. Le pidió a Guadalupe que removiera los obstáculos. Y así fue. Su mamá se curó y por lo tanto, la podía dejar sola por unos días. Además, le salió el préstamo, consiguió los permisos y lo mejor: consiguió un aumento de sueldo en los trabajos paralelos al colegio. Las montañas se habían movido. Podía viajar.

Lucho viajó con su esposa Angélica y su hijo Cristian celebró su cumpleaños en el primer día del viaje. Coincidió con la beatificación de Guadalupe. Pidió que se le encomiende en Misa. En el hotel recibió un canto espontáneo de Happy Birthday de un grupo de escolares gallegos que estaban en Madrid por motivos deportivos. Fue la cereza en el pastel de un día lleno de agradecimiento. “Este viaje fue el regalo de mis hijos por mi onomástico. Ha sido el mejor regalo que he tenido”.

Para terminar, Lucas, de 16 años, se llevó muchas experiencias. Le gustó mucho el encuentro con el Prelado del Opus Dei, Monseñor Fernando Ocáriz. En general, dice que “regresa de Europa más culto”.

Podemos resumir que el viaje ha sido un encuentro personal. En cada uno, el Señor ha sembrado la buena semilla. Nos queda el encargo de hacerla fructificar en bien de todos. Como lo hizo Guadalupe, hija fiel de San Josemaría.