Áncash: ejercer la medicina con vocación de servicio

Fernando cuenta su experiencia en la localidad de Sanachgan, en Áncash, limítrofe con Huánuco, cercana del río Marañón, donde se desempeña como médico.

Mi nombre es Fernando Orosco Figueroa, médico cirujano. Desde hace algunos años, soy supernumerario del Opus Dei, vocación que da unidad a mi vida cristiana y que orienta mi modo de ver el trabajo profesional, la familia y el servicio a los demás.

Sanachgan

La medicina no es solo una profesión, sino una vocación

El Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud del Perú (SERUMS) es una etapa que realizan muchos profesionales al culminar sus estudios universitarios.

Consiste en ejercer la medicina durante un año en comunidades rurales o zonas de difícil acceso, donde los recursos suelen ser limitados y el médico se convierte en uno de los principales referentes de la localidad. Es un tiempo que uno personalmente se confronta con realidades duras, pero que facilita descubrir la vocación de servicio a la que es llamado en la profesión médica.

Estudié en el colegio “Los Álamos” en Lima. Al concluir la secundaria, decidí estudiar medicina movido por el deseo de servir y de aliviar el sufrimiento humano. Con los años entendí que no es solo una profesión, sino una vocación: una forma concreta de amar al prójimo, reconociendo en cada paciente la dignidad de hijo de Dios.

Uno de los desafíos más importantes del SERUMS es saber que, en cualquier momento, puede llegar una emergencia. Muchos colegas me comentan la preocupación que sienten ante la posibilidad de no saber cómo reaccionar frente a una situación grave. En mi caso, más que miedo, experimento una profunda confianza.

La filiación divina: fuente de confianza en Dios

la filiación divina me recuerda constantemente que no estoy solo, que Dios me acompaña en todo momento: en la guardia médica, en cada consulta y decisión laboral. 

Como he aprendido en el Opus Dei, la filiación divina me recuerda constantemente que no estoy solo, que Dios me acompaña en todo momento: en la guardia médica, en cada consulta y decisión laboral. Esa certeza, sostenida por la oración, me da serenidad para actuar y hacer lo mejor posible con los medios disponibles.

Al llegar al centro poblado de Sanachgan, en el distrito de Fidel Olivas Escudero, provincia de Mariscal Luzuriaga, en Áncash, para ocupar mi plaza del SERUMS, junto con ver todo el trabajo que tendría por delante en el ejercicio médico, uno de los hechos que me impactó fue encontrar la capilla del pueblo cerrada. Solo se abría durante el aniversario de la comunidad y no había una vida parroquial activa. Esto me generó una inquietud real.

Con confianza en Dios, lo puse en oración y empecé a procurar buscar la manera de reabrir la capilla, incluso algo tan concreto como saber quién tenía las llaves, ya que nadie me daba razón.

La respuesta llegó de manera sencilla. Una noche, cerca de las nueve, acudí a una emergencia domiciliaria. Luego de la atención médica, la paciente me preguntó si era católico. Al decirle que sí, le comenté mi inquietud por la capilla cerrada. Ella me dijo que vivía en Lima, pero que tenía una copia de la llave, y me la entregó.

A la búsqueda de un sacerdote

Con la capilla abierta, surgió el reto de conseguir un sacerdote cercano a Sanachgan. Al contactar a uno proveniente de un pueblo cercano, me preguntó el motivo por el cual buscaba una santa misa si no era una fecha festiva en el pueblo.

Le respondí: “porque soy católico y necesito comulgar”. Me contestó sorprendido porque un médico pidiera misa y le causaba alegría ver a un profesional preocupado no solo por el bienestar del cuerpo, sino también del alma.

Durante mi permanencia en esta localidad, procuro vivir mi fe de manera visible: rezar el rosario, confesarme y comulgar. Ese testimonio, que procuro dar sin llamar la atención, va dando frutos; algunos pobladores se animaron a volver a los sacramentos, lo cual me dio una profunda alegría.

Al mes siguiente, se celebró la primera misa en Sanachgan; y, a la fecha, con la ayuda de otros pobladores de la zona se ha conseguido cierta regularidad. Durante mi permanencia en esta localidad, procuro vivir mi fe de manera visible: rezar el rosario, confesarme y comulgar. Ese testimonio, que procuro dar sin llamar la atención, va dando frutos; algunos pobladores se animaron a volver a los sacramentos, lo cual me dio una profunda alegría.

Con frecuencia escucho a alguna madre decir a sus hijos: “Mira, tú también debes rezar, como el doctor”. Comprendo que el médico es una figura de referencia en la comunidad y creo firmemente que parte de mi responsabilidad cristiana implica procurar hacer mi trabajo lo mejor posible. Como bien dice el dicho “fray ejemplo es el mejor predicador”.

El Opus Dei es familia

El inicio del SERUMS tiene una carga importante de soledad. No sólo es mi caso, sino el de cientos de jóvenes que cada año desarrollan esta actividad en los lugares más recónditos de la patria. El primer mes es especialmente difícil: no conoces a nadie, vives solo, la señal de telefonía celular es baja y el acceso a internet es casi inexistente en muchos sitios a donde somos destinados.

En esos momentos, el apoyo del Opus Dei fue fundamental para mí. Saber que, apenas había algo de señal de telefonía, encontraba un mensaje de la persona con quien hago mi charla fraterna, me daba una alegría inmensa. Saberme acompañado no solo por la filiación divina propia de un hijo de Dios, sino que soy parte del Opus Dei, donde hay personas que rezan y se preocupan por uno, me ha ayudado estos meses donde sientes con fuerza un desarraigo.

Además, la oración del acordaos a la Virgen María, que los fieles de la Obra se comprometen a rezar todos los días por el que más lo necesita, más de una vez, me ha ayudado y ha sido una fuente de consuelo y alegría.

El SERUMS me ha confirmado que la medicina y la fe no solo son compatibles, sino que se enriquecen mutuamente. Sanar cuerpos, acompañar personas y vivir la fe en medio del trabajo cotidiano son expresiones concretas de una misma vocación de servicio cristiano, que no es exclusiva para mí, sino que procuro transmitir a otros colegas dedicados al apasionante mundo de la salud.

Fernando Orosco Figueroa