Su ejemplo es mi camino

La historia de Guelfi comienza en una infancia marcada por dificultades familiares y por la interrupción de su formación cristiana. La separación de sus padres lo confrontó con una verdad que transformó su vida: le permitió conocer sus raíces, iniciar un nuevo camino y abrirse al encuentro con Dios.

Guelfi tuvo una infancia difícil marcada por cierta inestabilidad: «Mi madre me inscribió para hacer la Primera Comunión. Al principio, solía retrasar mi llegada a casa para evitar los momentos de tensión y maltrato que vivíamos mi madre y yo; me quedaba jugando béisbol o fútbol en el camino». Con el tiempo, Guelfi terminó por abandonar por completo la catequesis.

La situación en casa se volvió complicada y sus padres se separaron. Fue entonces cuando su madre le reveló: «él no es tu papá; tu verdadero papá vive en otra ciudad, en Lara» (Venezuela). Guelfi decide viajar a conocer a su padre. «Al conocerlo, sentí el deseo de irme a vivir con él, y así lo hice. A pesar de esos cambios, siempre sentía que Dios me llamaba, pero no me atrevía a dar el paso para responderle», relata.

Mientras estudiaba Química en la universidad, Guelfi conoció a la mujer de su vida, quien lo acercó a la fe y a las enseñanzas de san Josemaría. Gracias a su manera de ser y a su ejemplo, pudo entender mejor lo que significaba vivir la fe cristiana. Después de cuatro años de noviazgo, decidieron casarse. «Ella me dijo con claridad: “yo me voy a casar contigo, pero tienes que prepararte”». Mientras se preparaba para el matrimonio, Guelfi retomó también la catequesis para recibir la Primera Comunión, que había dejado inconclusa años atrás.

me voy a casar contigo, pero tienes que prepararte

En esos años, conoció más de cerca la Obra y a san Josemaría, a través de la formación que recibía en un colegio desde donde entonces es profesor. Para mí fue —y sigue siendo— una gran ayuda, porque me ayuda a ofrecer a Dios mi trabajo y esforzarme por hacerlo cada día mejor, explica.

Durante la pandemia de COVID-19, un duro golpe cambió la vida de la familia de Guelfi. Primero lo internaron a él, y poco después ingresó su esposa. Así lo recuerda: «Los médicos me decían que ella iba a salir primero, porque estaba en mejores condiciones. Sin embargo, a los pocos días sufrió un fuerte dolor de cabeza que derivó en un derrame cerebral que no pudo resistir». Las medidas sanitarias le impidieron despedirse de ella en persona.

Los médicos me decían que ella iba a salir primero

«El primer año tras la partida mi esposa fue muy duro, aunque trataba de disimularlo por nuestra hija, mientras le pedía fortaleza a Dios para seguir adelante».

Como decía san Josemaría en un encuentro en 1974 en Caracas (Venezuela): «Señor, si me abandonas, ¿a dónde voy? Él te hará que busques a su Madre y a san José, nuestro Padre y Señor. Y ellos nos llevarán a Jesús, y seremos la fortaleza que es Jesús. Con la gracia de Dios lo podemos todo».

«No ha sido fácil —confiesa Guelfi—, pero la oración me ha ayudado tener la fortaleza y la esperanza de seguir lo que mi esposa hizo. Su ejemplo es el camino que debo seguir».