«Mónica, ¿eres tú, mi hermana?»: una historia tras 62 años

Después de más de seis décadas, Mónica —una madre de familia en Singapur y supernumeraria del Opus Dei— descubre algo nuevo sobre su familia. Lo que parecía una coincidencia termina revelando la delicada forma en que la providencia de Dios puede actuar a lo largo del tiempo.

La difícil decisión de una madre

En 1962, Madam Lim, enfrentando serias dificultades económicas, tomó una decisión desgarradora: dar en adopción a su sexta hija. Esa niña era Mónica.

Mónica pasó la mayor parte de su vida sin saber que había sido adoptada. Cuando finalmente lo descubrió, no salió en busca de su familia biológica. En cambio decidió decirle a Dios: «Si tú quieres que esto ocurra, Tú lo harás realidad».

Y así, su vida continuó. Pero Dios, en su silenciosa providencia, ya había comenzado a escribir una historia que solo Él podía imaginar.

La familia de Mónica

¿Cómo se convierten los santos en santos?

Mónica fue criada en una familia católica, pero su relación personal con Dios llegó mucho más tarde. Se casó hace 38 años y tiene siete hijos. Durante su cuarto embarazo, tuvo que guardar reposo absoluto, pues había tenido sangrados en los anteriores embarazos.

En esos meses, alguien le dio una torre de libros de espiritualidad para pasar el tiempo. Mientras leía sobre la vida de los santos, le surgió una pregunta: ¿Cómo se convierten los santos en santos?

Casi al instante, recibió una respuesta desde su interior: son las madres.

Ese pensamiento le golpeó. Se dio cuenta de que si quería que sus hijos fueran santos, debía comenzar por buscarlo seriamente ella misma.

Poco tiempo después, Mónica conoció al padre Connor, un sacerdote del Opus Dei. Ella nunca había oído hablar de la Obra. El caso es que el padre Connor le invitó a unas clases sobre la Eucaristía, en el momento perfecto, ya que estaba preparando a su hijo mayor para la Primera Comunión. Empezó a asistir regularmente a las clases y las vio como una forma práctica de profundizar en su fe y criar a sus hijos en el amor a Dios.

Con el tiempo, Mónica se dio cuenta de que eso era lo que había estado buscando. Pronto descubrió con claridad su vocación como supernumeraria del Opus Dei y pidió la admisión.

Cristina

Mónica conoció a Cristina por primera vez en agosto de 2017. Estaban en el mismo coche, camino a un retiro espiritual en Bukit Tiram (Malasia).

Aquí cambia el protagonismo de la historia... Porque cuando Cristina conoció a Mónica, hubo algo en su nombre que le llamó la atención: «Mónica de Silva», el apellido de sus padres adoptivos euroasiáticos. Ese nombre le resultaba extrañamente familiar. La madre de Cristina solía contarle a ella y a sus hermanos sobre una hermana menor que había sido dada en adopción… y cuyo nombre era Mónica de Silva.

Cristina y Mónica

Parecía una coincidencia demasiado grande para ignorarla. Pero también demasiado personal como para mencionarlo apenas sin conocerla.

Acabó el retiro y Cristina no le preguntó nada sobre el tema. Pasaron años en los que Cristina guardó ese encuentro en su corazón y lo hablaba con Dios en la oración.

¿Eres tú mi hermana?

El 11 de octubre de 2024, en la fiesta de la Divina Maternidad de María, Mónica y Cristina estaban nuevamente en el mismo coche, durante un paseo.

Una amiga sentada al lado de Mónica se volvió hacia ella y le dijo: «Mónica, ¿nadie te lo ha dicho antes? ¡No pareces euroasiática, pareces china!».

En ese momento, Mónica sintió una inspiración interior: «Díselo».

Respiró hondo y dijo: «En realidad, soy adoptada».

Desde el asiento delantero, Cristina se dio vuelta de inmediato, extendió la mano, tomó la de Mónica y le preguntó: «¿Eres tú mi hermana perdida?».

Mónica quedó atónita. «¿De qué estás hablando?», preguntó.

Asumiendo que Cristina estaba bromeando, siguió conversando con los demás en el coche. Pero al cabo de un rato, notó que Cristina se había quedado callada. Todavía sostenía su mano… y estaba llorando.

Mónica le miró y le dijo: «¿Hablas en serio? ¿Tienes una hermana perdida? ¿Cómo lo sabes?».

Cristina estaba abrumada. Años de oración la habían llevado a este momento. Con lágrimas en los ojos, susurró en silencio a Dios: «¿Es esto, Señor?».

De la mano del Rosario y la Eucaristía

Esa noche, Mónica no pudo conciliar el sueño, pero en la oscuridad de su habitación rezó el rosario. A la mañana siguiente, después de recibir la Comunión, comenzó a llorar. Lo mismo ocurrió los días siguientes. Simplemente no podía dejar de llorar después de cada Misa.

Sentía como si hubiera estado perdida… y ahora había sido encontrada.

El reencuentro

Cristina se encontró con su madre unos días después de sus vacaciones y le contó todo lo que le había pasado aquel día del paseo.

Madam Lim quedó atónita y empezó a hacerle muchas preguntas: ¿Dónde se habían conocido? ¿Mónica está bien? ¿Está casada? ¿Y su familia? ¿Cómo estaban sus padres adoptivos? ¿Dónde vive ahora?

Cristina la tranquilizó: «Mamá, Mónica está bien, está casada ¡y tiene siete hijos, igual que tú».

Madam Lim, la madre biológica de Mónica

Días más tarde Madam Lim accedió a reunirse con Mónica, aunque naturalmente estaba nerviosa. ¿Cómo reaccionaría Mónica? ¿La aceptaría después de haberla dado en adopción?

Fijaron una cita para el 19 de octubre de 2024.

Mónica estaba lista. Quería conocer a su madre, saber quién era, cómo estaba, y saber todo lo que fuera posible de su familia.

Apenas una hora antes del encuentro, su hermana menor, Teresa, encontró los documentos originales de adopción. Lo confirmaban todo.

Mónica, que había vivido toda su vida creyendo que era hija única, empezaba lentamente a asimilar que en realidad era la sexta de siete hermanos. De niña, siempre había deseado tener hermanos, porque a menudo se sentía sola.

Cuando conoció a sus hermanos, la envolvieron con un cálido abrazo. «Estamos muy felices», le dijeron.

Eran lo suficientemente mayores para recordar el día en que Mónica fue entregada en adopción. Había sido un día muy triste en sus vidas. Nunca imaginaron que llegaría ese momento: el día en que volverían a ver a su hermana, 62 años después.

El día del reencuentro de la familia natural de Cristina y Mónica

«El Señor escribe con la pata de la mesa, para que se vea que es Él el que escribe»

Esta es una historia que solo Dios pudo haber escrito.

Mónica y Cristina fueron conducidas, cada una a su manera, a una vocación en el Opus Dei. A través de esa llamada común, los hilos de sus vidas fueron entrelazados de nuevo, en silencio y con belleza.

Mónica ve cómo Dios ha sido como un gran cuidador desde el inicio de su vida: no fue abortada, nació en una familia que le dio las primeras caricias, fue criada por padres adoptivos amorosos, formada en la fe y, finalmente, guiada hacia su hermana a través de su vocación al Opus Dei.

Cristina, que era solo un bebé cuando Mónica fue dada en adopción, también ve la mano providente de Dios con claridad: «No es mi historia», dice. «Tampoco es la historia de Mónica. Es la historia de Dios».