Jaime Nubiola: «Educar siempre es educar en libertad»

Jaime Nubiola es profesor emérito de Filosofía de la Universidad de Navarra. En esta conversación reflexiona sobre la importancia del buen profesor, del acompañamiento en la formación de los jóvenes, del arte de vivir, de la libertad, de la belleza y también de la fe.

Un buen profesor, según Jaime Nubiola, “tiene que ser competente, tiene que conocer la materia que trata y saber cómo se enseña, en segundo lugar, tiene que ser coherente, ejemplar, y, en tercer lugar, tiene que querer a los alumnos, eso es clave. Un profesor tiene que querer a sus alumnos, lo que quiere es que los alumnos crezcan, aprendan, que sean cada vez mejores. Me viene a la cabeza la frase de Plutarco que dice que ‘educar no es llenar un vaso sino encender un fuego’, los buenos profesores contagian las ganas de aprender”. Justamente por este motivo, Nubiola defiende que la educación no es adoctrinar -eso sería una mala educación- ya que“educar siempre es educar en libertad”.

Como profesor transmite una gran pasión por despertar la curiosidad de sus alumnos, invitándolos a pensar a pesar de que en muchas ocasiones son los propios alumnos los que muestran reticencia a hacerlo porque según ellos “quien piensa se raya” e incluso puede hacer sufrir. La manera amable de acompañar a los alumnos a que piensen que ha encontrado el profesor Nubiola es hacerles escribir sobre cuestiones que les interpelan y así abrir la puerta al diálogo: ni más ni menos que el método socrático, explica.

Sin prisas. Así le gusta vivir. Disfrutando de la vida y poniendo en práctica el slow movement, como él mismo dice: detenerse “para disfrutar de la belleza y contemplar las cosas bonitas de la vida, el hecho de disfrutar de los placeres intelectuales se contagia”. Y todo esto siempre con plena libertad porque para despertar el espíritu crítico no se puede obligar a leer o formarse. 

Estas reflexiones también sirven a este filósofo para adentrarse en el mundo de la fe, “las personas reciben enseñanzas cristianas, en la escuela, en la parroquia, en la familia, pero siempre hay un momento, como es el caso de la adolescencia en el que se cuestionan estas enseñanzas y unos dejan de practicar y otros empiezan a pensar de manera propia”. Así afirma que el camino es “una fe bien vivida, pensada y acogida, que ensanche nuestra libertad”.

Fe y cultura

Como buen filósofo Jaime Nubiola no rehúye ninguna pregunta. Una vez hemos entrado en el terreno de la fe avanzamos hablando de cultura y amor a la verdad. En uno de sus últimos libros, “Pensadores de frontera”, el autor presenta veinte pensadores y pensadoras del pasado reciente con grandes mensajes para continuar reflexionando hoy. 

Sus breves capítulos invitan a consultar los textos originales de cada autor y a repensar la propia fe en el horizonte cultural de nuestro tiempo. Nos confiesa que “hay libros que cambian la vida. Yo descubrí Camino de san Josemaría y me lo leí en una noche, pensé: «este libro me cambia la vida, quiero conocer a este autor»”.

Una fe que no se hace cultura no es plenamente acogida, asegura, idea que recoge de san Juan Pablo II. Acoger, pensar y vivir la fe en una cultura es un hecho que comporta pluralismo, no hay una sola manera de vivir la vocación cristiana. “La fe tiene que impregnar nuestra vida. Parte central del mensaje del Opus Dei consiste en el hecho de que la santidad donde se realiza es en nuestro trabajo profesional, es en nuestras relaciones familiares, sociales, no es algo exclusivo de la vida sacramental” dice Nubiola.

Hablamos de la necesidad de que “todo cristiano sea intelectual, a Jesucristo no se le sigue tan solo con el corazón también con la cabeza”. Hacen falta intelectuales que amen la verdad porque como dice el evangelista san Juan «la verdad os hará libres» (Jn 8, 31).

Hablar de Dios en el mundo actual

¿Cómo hablar de Dios en un mundo secularizado? Ante esta pregunta, Nubiola recurre a unas palabras de san Agustín: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba”. Y así hace la conexión entre belleza e interioridad que según Nubiola es la manera de hablar de Dios actualmente.

La identidad cristiana es amarnos los unos a los otros, ser personas amables, cordiales, que escuchan. Todos tenemos nuestras heridas, limitaciones, errores, que nos apartan de Dios y de los otros, pero si reflexionamos sobre ellas somos capaces de corregirnos, de mejorar, de rectificar, y cambiar las cicatrices en condecoraciones.

Para este profesor “se trata de convertir nuestra vida en la mejor obra de arte de la que uno sea capaz. Yo recomiendo que uno tenga una libreta donde anotar sus reflexiones, procurando expresar lo que uno piensa. Eso da paz, alivia las preocupaciones, para que cuando uno llegue al final de la vida diga: esto es lo que quería hacer con la ayuda del Cielo y los otros, y ha salido bastante bien”.