Entrevista en 'Avvenire' (Italia): “Queda mucho por hacer para redescubrir el papel de los laicos”

Entrevista al prelado del Opus Dei en el periódico italiano "Avvenire", con ocasión de su reciente reunión con las familias de los colegios FAES, en Milán.

El Opus Dei está embarcado en un auténtico "viaje", invitado por el Papa, para redescubrir la frescura y la fuerza de sus orígenes. En este viaje, ¿qué está saliendo a la luz?

En todas las naciones donde el Opus Dei está presente tienen lugar las llamadas "asambleas regionales", que se celebran cada 10 años. Son momentos preciosos de diálogo y reflexión. Se descubre el deseo de ir a lo esencial, al carisma, encontrando el modo de vivirlo y comunicarlo mejor en las circunstancias actuales. Por ejemplo, una cuestión que emerge de estas asambleas es el deseo de fundamentar cada vez más el trabajo apostólico de la Obra en la amistad sincera y en la transformación del corazón, antes que en estructuras, obras o actividades.

El método que ha señalado para esta reflexión es una amplia consulta en la que están participando todos los miembros del Opus Dei y también otras personas que no forman parte de la Prelatura. ¿Nos puede explicar las razones por las que, en clave sinodal, se ha inclinado por esta opción?

Como la Iglesia en su conjunto, el Opus Dei es familia, y cuando una familia tiene que tomar una decisión importante (retos o prioridades) se escucha a todos. Nos pusimos en contacto con la Secretaría del Sínodo, que nos animó a vivir las asambleas regionales de la prelatura como un momento especial de escucha. Cada asamblea tuvo momentos de encuentro a nivel local, con grupos de discusión, cuestionarios, intercambios intergeneracionales. Este proceso fue simultáneo a la participación de muchos miembros del Opus Dei en las fases diocesanas del Sínodo sobre la sinodalidad en sus respectivas diócesis.

El Opus Dei se encamina también hacia el centenario de su fundación: ¿qué pasos están previstos y qué se espera de esta larga preparación?

En los años que preceden al centenario, queremos interrogarnos sobre las necesidades y los desafíos de la Iglesia y del mundo. Queremos profundizar en nuestra identidad y estudiar cómo la Obra puede contribuir a la santificación de la vida ordinaria a través de su carisma. En este tiempo, por tanto, miraremos al conjunto de nuestro horizonte apostólico (la Iglesia y el mundo) y a la parte, hacia dentro (la Obra), con la esperanza de que ambas miradas converjan en un momento de gracia. Cuando pienso en el centenario del Opus Dei, me viene a la mente una oración que el beato Álvaro dirigía personalmente al Señor: «Gracias, perdóname, ayúdame más». En cierto sentido, en el momento actual todos deberíamos vivir esta aspiración.

¿Cómo va la revisión de los Estatutos?

Como decía el Papa, se trata de que los ajustes preserven el carisma y la naturaleza del Opus Dei, sin encorsetarlo ni ahogarlo: por ejemplo, subrayando su carácter secular, y el hecho de que más del 98% de los miembros son laicos, hombres y mujeres que viven su vocación en la calle, en la familia, en el trabajo. Para ello, se están manteniendo una serie de reuniones entre representantes del Dicasterio del Clero y cuatro canonistas del Opus Dei, tres profesores y una profesora. Como estamos todavía en medio de este proceso, no puedo dar más detalles. Pero puedo asegurarle que los trabajos se están desarrollando en un clima de diálogo y confianza.

La secularidad, tan característica del Opus Dei, con la idea central de la santificación del trabajo y de la vida cotidiana, es uno de los rasgos más importantes de la Iglesia en todo el postconcilio: es como si el "tesoro" de la Obra se hubiera convertido en patrimonio de toda la catolicidad. Este rasgo, tan importante en su espíritu, ¿dice hoy algo nuevo al Opus Dei?

Recuerdo que el día de la canonización de san Josemaría, un conocido dirigente sindical de Polonia dijo a los periodistas que, como representante de los trabajadores, se sentía de fiesta porque tenían un nuevo "santo patrón". En realidad, la santificación del trabajo es un tesoro que Jesús nos mostró durante los treinta años de su vida oculta, trabajando y manteniendo así a su familia. San Josemaría lo recordaba con especial fuerza. Hoy, de todos modos, aunque este mensaje se haya convertido en patrimonio de toda la Iglesia, queda mucho todavía por hacer para redescubrir el papel fundamental de los laicos, su responsabilidad eclesial y sus infinitas posibilidades de evangelización de la sociedad.

Laicos son casi todos los miembros del Opus Dei, que están por tanto inmersos en las realidades del mundo, atentos a lo que sucede, desde las grandes heridas de la humanidad hasta las nuevas oportunidades que se abren. ¿Cómo participa la Obra en los cambios y sufrimientos de nuestro tiempo?

Las guerras en curso, el problema de la soledad y de la pobreza y, en general, el sufrimiento de tantas personas no pueden quedar en materia de noticias de actualidad, sino que deben implicar a todos. En sus catequesis en Sudamérica, san Josemaría animó a miles de personas a tener un corazón grande, imitando a Cristo en la cruz, que tenía los brazos abiertos para acoger a todos, sin distinción. Así deberá actuar cada miembro de la Obra para aliviar el sufrimiento, llevando el amor de Dios a los rincones más apartados de la sociedad. Dios confía a todos los bautizados la tarea divina de construir el mundo (la familia, el barrio, el progreso, las artes, el ocio) como hijos suyos.

Secularidad significa también estar preparado para afrontar nuevos retos: ¿qué espera de los miembros de la Obra y qué ve surgir en el mundo por iniciativa suya?

Las iniciativas de los miembros se adaptan y surgen en función de las nuevas necesidades. Por ejemplo, en Madrid ha nacido el hospital "Laguna" para atender a enfermos terminales; personas de la Obra con sus amigos en Colombia han creado un grupo para apoyar a los presos; oigo hablar de otros miembros del Opus Dei en países del Este de Europa que acogen a familias víctimas de la guerra; también me da especial alegría una iniciativa de familias que ayudan a otras familias a vivir cristianamente, siendo un apoyo las unas para las otras y extendiendo esa ayuda a otros amigos, a otros matrimonios... Son algunos ejemplos de cómo combatir la pobreza material y espiritual, que nos recuerdan lo que san Josemaría hizo desde el principio con los enfermos y necesitados en el Madrid de los años 30 del siglo pasado, tratando de implicar a los primeros jóvenes que le seguían. Pero la respuesta a los nuevos retos sociales se concreta especialmente a través del trabajo profesional, tratando de generar relaciones de justicia –condiciones laborales, pago de impuestos...­–, de servicio, de amistad. La dimensión social del cristiano, aunque con diferentes manifestaciones, debe interpelarnos a todos para intentar transformar nuestra vida en donación, en siembra de paz y alegría.

Escrivá recordaba a menudo a sus hijos espirituales su deber de «servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida»: ¿qué lectura hace hoy de esta famosa frase suya?

Yo diría que su significado no ha cambiado desde el día en que fue pronunciada: el amor a la Iglesia y al Papa está en el ADN del mensaje de san Josemaría. Desde un punto de vista práctico, esto se traduce en ayudar lo más eficazmente posible en las diócesis donde viven y a las que pertenecen los miembros del Opus Dei. Por ejemplo, hay muchos laicos que colaboran activamente en catequesis o cursos prematrimoniales en sus parroquias, en iniciativas de servicio como Cáritas, en actividades con jóvenes, etc. Del mismo modo, recibo muchas peticiones de obispos diocesanos para que tal o cual sacerdote colabore en una parroquia, en un hospital, en un determinado servicio a la diócesis. Siempre que es posible, estamos encantados de colaborar.

¿Qué indica hoy una iniciativa típicamente laical como las escuelas del grupo FAES (Famiglia e Scuola: Familia y Escuela), en las que participan personas vinculadas a la Obra y muchos de sus amigos, también no creyentes?

Cincuenta años de esta institución son un patrimonio importante al servicio de la familia en la educación de los hijos. Me alegro de este hito y animo a las familias a seguir por este camino, con esa simpatía y capacidad resolutiva tan típicas de los italianos.