Una ayuda para mejorar la relación en el matrimonio

La preocupación por la inestabilidad matrimonial llevó a Juan a promover una asociación que formara a profesionales que quisieran asesorar a parejas para mantener unida la familia.

Las estadísticas revelan que la duración media de los matrimonios desciende de forma sostenida durante las últimas décadas. Pero paradójicamente, las relaciones estables y duraderas siguen siendo deseadas por la mayoría de las personas.

Juan es abogado en Granada. Durante un viaje en autobús a la Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad, comentó con un compañero de peregrinación su preocupación por los muchos matrimonios que llegaban al despacho para divorciarse, en bastantes casos por motivos de poca entidad.


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Tenía muy presente lo que había leído en Conversaciones, cuando a san Josemaría le habían preguntado sobre las riñas entre los matrimonios: “Que se quieran. Y que sepan que a lo largo de la vida habrá riñas y dificultades que, resueltas con naturalidad, contribuirán incluso a hacer más hondo el cariño. Cada uno de nosotros tiene su carácter, sus gustos personales, su genio —su mal genio, a veces— y sus defectos. Cada uno tiene también cosas agradables en su personalidad, y por eso y por muchas más razones, se le puede querer. La convivencia es posible cuando todos tratan de corregir las propias deficiencias y procuran pasar por encima de las faltas de los demás: es decir, cuando hay amor, que anula y supera todo lo que falsamente podría ser motivo de separación o de divergencia. En cambio, si se dramatizan los pequeños contrastes y mutuamente comienzan a echarse en cara los defectos y las equivocaciones, entonces se acaba la paz y se corre el riesgo de matar el cariño”.

Su interlocutor también tenía esta preocupación. Le contó que había recomendado a algunos amigos dirigirse a una unidad de diagnóstico y terapia especializada situada en otra ciudad; pero que no todos, por la distancia y el tiempo que había que emplear, estaban dispuestos a acudir.

Las batallas para mantener unido el matrimonio

En esa conversación surgió la idea de crear una asociación que ayudase a esas personas a mantener unida su familia. A la vuelta del viaje se reunieron con otros amigos y crearon el Instituto Aster, una asociación sin ánimo de lucro que ayudaría a psiquiatras y psicólogos convencidos de la importancia de la familia en la sociedad a especializarse y a formarse en terapia de pareja y de familia.

Nombraron una Junta Directiva, elaboraron los estatutos, buscaron un local y pusieron en marcha este proyecto hace algo más de dos años, contactando con algunos psicólogos dispuestos a poner todos los medios para reparar las relaciones rotas.


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Manuel es psiquiatra. “Juan me llamó un día para contarme su proyecto y comencé encantado a participar. Me nombraron presidente de la Asociación. La primera tarea fue encontrar psicólogos que estuvieran de acuerdo con nuestros objetivos, dispuestos a estudiar y a formarse bien”.

La primera batalla que habitualmente afrontan con las parejas es la de vencer el individualismo que dificulta la felicidad en la familia. “Los hijos deben ver el compromiso de los padres por mantener unida y feliz a la familia” -asegura-. Y otro reto es conseguir que haya una buena comunicación en el matrimonio y con los hijos.

“Hay algo que se repite mucho -añade Isabel, psicóloga-: el miedo al compromiso”. Por eso procura ayudar a los que acuden a su consulta “a que sepan que el verdadero amor no es egoísta, es el que se da”.

Un trabajo emocionalmente duro, pero con alegrías

Rafael es psicólogo. “Me invitaron, junto a otros psicólogos, a la primera reunión de la Asociación y me entusiasmó el proyecto. Yo tenía mi consulta generalista y desde entonces comencé a estudiar y a profundizar en terapia de pareja y familia”. Rafael advierte de que es un trabajo emocionalmente duro, porque se sufre mucho al presenciar las disputas en la pareja; pero a la vez es un trabajo que llena de alegría cada vez que sale adelante una pareja y sigue la familia unida. “Hemos tratado unos 30 casos en estos dos años, la mitad con resultados positivos”.

Han visto cómo parejas que llevaban separadas varios años, con situaciones muy consolidadas, o en las que uno de los dos estaba muy determinado a no recomenzar, se han animado a probar, han acudido a ayuda profesional y han vuelto a unirse y siguen muy bien pasado bastante tiempo. Han visto matrimonios que vivían discutiendo constantemente y decididos a divorciarse, que no sólo han desechado esa idea, sino que han recuperado la alegría de estar juntos.


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Lógicamente no todo sale siempre bien, y en ocasiones no consiguen sus propósitos. “Procuramos que cada miembro de la pareja se conozca un poco más y conozca al otro –señala Rafael-, y a partir de ahí mejorar la relación. Vemos que es muy importante en el matrimonio saber pedir perdón y saber perdonar: sin esa premisa la relación no puede mejorar”.

Una frase del Papa Francisco les ha alentado en su trabajo: “La gramática de las relaciones familiares —es decir, de la conyugalidad, de la maternidad, de la paternidad, de la filiación y de la fraternidad— es la vía por la que se transmite el lenguaje del amor, que da sentido a la vida y calidad humana a toda relación. Es un lenguaje hecho no sólo de palabras, sino también de formas de ser, de cómo hablamos, de las miradas, gestos, tiempos y espacios de nuestra relación con los demás. Los esposos lo saben bien, los padres y los hijos lo aprenden a diario en esta escuela de amor que es la familia. Aquí también tiene lugar la transmisión de la fe entre las generaciones: pasa precisamente a través del lenguaje de las buenas y sanas relaciones que se viven en la familia cada día, especialmente al enfrentar juntos los conflictos y las dificultades” (Mensaje del Santo Padre a los participantes en el congreso en línea Nuestro Amor cotidiano para la apertura del Año Familia Amoris laetitia, 19 de marzo de 2021).