Evangelio
En aquel tiempo, cuando terminó de decir todas estas palabras al pueblo que le escuchaba, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un siervo enfermo, a punto de morir, a quien estimaba mucho. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su siervo. Ellos, al llegar donde Jesús, le rogaban encarecidamente diciendo: —Merece que hagas esto, porque aprecia a nuestro pueblo y él mismo nos ha construido la sinagoga.
Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: —Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de ir a tu encuentro. Pero dilo de palabra y mi criado quedará sano. Pues también yo soy un hombre sometido a disciplina y tengo soldados a mis órdenes. Le digo a uno: «Vete», y va; y a otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: —Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Comentario al Evangelio
¿Quién era este centurión? Era probablemente un pagano porque pertenecía al pueblo romano que había ocupado Israel. Podría tener muchos prejuicios para acercarse al Señor. ¿Cómo me va a recibir si Él es judío y yo romano? Podría también tener respetos humanos: ¿qué van a pensar mis compañeros de armas si me acerco al Rabbí judío? Por eso envía a los ancianos y luego a los amigos.
Lo que le hace acercarse al Señor en un primer momento es el cariño. Quiere a su siervo enfermo y este cariño le hace vencer los posibles respetos humanos. Jesús escucha a los ancianos y a los amigos, se admira y exclama: ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
¡Qué alabanza más maravillosa!
Ojalá que el Señor nos alabe por nuestra fe. Esta fe se manifiesta de múltiples maneras. Que nos alabe porque manifestamos nuestra fe en Él, porque le buscamos cada día en el Pan y en la Palabra y porque le busquemos en los demás. Jesús me espera en esta persona, me espera para que la trate con cariño, para que sepa disculparla, para que la comprenda, etc.
Cuando Jesús encuentra esa fe, cuando contamos con Él se adelanta a ayudarnos. “Los criados encontraron al criado sano”. Jesús nos da su gracia para encontrarle en los demás.