Evangelio del martes: los amigos íntimos del Señor

Comentario del martes de la 29º semana del tiempo ordinario. “Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; (...) los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo”. Para entrar en esa fiesta, el cristiano debe hacerse cargo de lo que Cristo lleva en su corazón: todas y cada una de las personas de este mundo.

Evangelio (Lc 12, 35-38)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».


Comentario

El evangelio de hoy recoge la primera de las parábolas en las que el Señor exhorta a la vigilancia. Está tomada del cuidado de los criados que esperan a su amo que viene de las bodas. El estar ceñidos indica tener levantados y ajustados los vestidos para servir; las lámparas encendidas aluden al cortejo nupcial que llega de noche.

Con esta parábola, Jesucristo nos enseña cuál debe ser la actitud fundamental del cristiano: estar en vela.

Esto es lo propio del alma sacerdotal de todo cristiano: alimentar espiritualmente al pueblo de Dios, mantener el mundo abierto a Dios. Todo cristiano es un guardián, que vela por sus hermanos, vigilando, rezando, custodiando.

Del mismo modo que Jesucristo estuvo en el huerto de los olivos velando; Él pide a cada cristiano que se haga cargo de las necesidades de los hombres, que no se deje llevar por la somnolencia y el descuido.

Y cuando el cristiano vive así, entonces sucede lo que Jesús sigue contando en la parábola: el esposo se ciñe como un siervo, le sienta a su mesa y se pone a servirle. Y entonces se produce la gran transformación: el criado se convierte en el amigo íntimo.

Este es el gran deseo de Jesucristo, llegar a una comunión de vida con cada cristiano.

La relación que Dios quiere tener con nosotros no es una relación de súbdito devoto con el rey o de siervos fieles del amo. Él quiere tener una relación de intimidad, amorosa, con nosotros: es Él quien nos desea, nos busca, nos invita a su fiesta y nos sirve.

Pobres, sencillos, sin méritos, sin talentos, somos los amados, los predilectos de Dios.

Y para entrar en esa fiesta, el cristiano debe hacerse cargo de lo que Cristo lleva en su corazón: todas y cada una de las personas de este mundo.

Luis Cruz / Photo: Love Silhouette - Getty Images Pro