Meditaciones: Santo Tomás Moro

Reflexión para meditar la fiesta de Santo Tomás Moro. Los temas propuestos son: buen marido y padre de familia; llevar la luz del Evangelio a todos los rincones; un heroísmo forjado día a día.

SANTO TOMÁS MORO nació en 1478 y murió mártir en 1535. Fue profesor de derecho y abogado de prestigio. Ocupó varios cargos públicos y en 1529 fue nombrado Lord Canciller del reino británico. Armonizó esta carrera jurídica y política con el estudio de las disciplinas humanistas, hasta el punto de que fue considerado uno de los hombres más sabios del Renacimiento. Erasmo de Rotterdam, otro de los humanistas más célebres del momento, le profesaba una enorme admiración: «A menos que el gran amor que le tengo me engañe –escribió–, no creo que la naturaleza haya forjado jamás un carácter más hábil, más ingenioso, más circunspecto, más fino (...). Es el más dulce de los amigos, con el que me gusta mezclar la seriedad y el humor con deleite»1.

Tanto en los tribunales como en la corte, no faltaron a Tomás Moro ocupaciones intensas y absorbentes. Sin embargo, siendo consciente de la posibilidad de que sus obligaciones profesionales le llevasen a descuidar su propio hogar, siempre tuvo claro que lo más importante era ser un buen marido y un buen padre. Así lo manifestaba por carta a su hija mayor, durante un viaje que lo tuvo alejado un tiempo de casa: «Te aseguro que antes de que por descuido mío se echen a perder mis hijos y familia capaz soy de gastar toda mi fortuna y despedirme de negocios y ocupaciones para dedicarme por entero a vosotros»2.

En efecto, empleó sus mejores esfuerzos en asegurar que su casa fuese un foco de felicidad y, a la vez, una pequeña escuela familiar. Tanto el mismo Tomás, como profesores bien preparados, enseñaban disciplinas humanistas y científicas, además de doctrina cristiana, a las cinco niñas y al niño que allí vivían. Sin embargo, en una carta a uno de los preceptores, deja claro el orden de importancia en la educación: «Lo esencial debe ser para ellos una vida virtuosa; el estudio debe ocupar solo un segundo lugar; por eso deben estudiar aquellas asignaturas que les conduzcan a ser fieles a Dios, a amar al prójimo, a ser modestos y a tener humildad cristiana frente a sí mismos. Entonces les caerá en suerte la gracia de una vida de buena reputación; entonces no se asustarán pensando en la muerte; pues sus corazones estarán llenos de la verdadera alegría»3.


SAN JOSEMARÍA tuvo devoción a santo Tomás Moro. En 1954 lo nombró intercesor del Opus Dei para las relaciones con las autoridades civiles. Durante sus estancias en Gran Bretaña, entre 1958 y 1962, acudió con frecuencia a rezar ante sus restos mortales en Canterbury. Y animó a un hijo suyo a escribir una biografía sobre este santo inglés, que le parecía un excelente ejemplo de santidad laical, alcanzada, con la gracia de Dios, en medio del mundo y en medio de las encrucijadas de los cambios culturales de su tiempo4. Porque son los fieles laicos, los cristianos corrientes, quienes están llamados a iluminar con la luz del Evangelio todos los rincones: la familia, el ambiente en que trabajan, todos los ámbitos de la sociedad civil y de la cultura. A ellos «les corresponde testificar cómo la fe cristiana (…) constituye la única respuesta válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud»5.

Santo Tomás Moro fue ejemplar tanto en su servicio a la sociedad civil como en su contribución a alimentar la cultura de su tiempo. También hoy los cristianos trabajamos por transformar el mundo, convencidos de que nos pertenece porque es nuestro hogar, nuestra tarea y nuestra patria. «Al sabernos hijos de Dios, convocados por él, no podemos sentirnos extraños en nuestra propia casa; no podemos transitar por esta vida como visitantes en un lugar ajeno ni podemos caminar por nuestras calles con el miedo de quien pisa un territorio desconocido. El mundo es nuestro porque es de nuestro Padre Dios. Estamos llamados a amar este mundo, no otro en el que pensamos que tal vez nos sentiríamos más a gusto; hay que amar a las personas concretas que nos rodean, en los desafíos concretos que tenemos por delante»6.


TOMÁS MORO participaba diariamente en la santa Misa. En los domingos formaba parte del coro de su parroquia. A pesar de su posición social, no ocupaba un puesto de honor. Cuando algunos nobles le hicieron notar que tal vez disgustara al rey que su Lord Canciller no buscase ser tratado con mayor deferencia, respondió con fino ingenio: «No es posible que yo disguste al rey mi señor mientras rindo público homenaje al señor de mi rey»7. Amaba de todo corazón a su patria y a su rey. Pero amaba por encima de todo a Dios. Por eso, cuando llegó el momento trágico de tener que elegir entre la fidelidad a Cristo o el sometimiento a una ley que iba contra su conciencia, santo Tomás Moro se dispuso a abrazar la voluntad divina sin reservas, aun sabiendo que se jugaba su posición, su fortuna e incluso su vida.

Esta respuesta heroica en una situación extraordinaria se había fraguado, en realidad, durante muchos años de heroísmo en la vida ordinaria. Por ejemplo, santo Tomás nunca decidía algo importante sin haber recibido antes, aquel día, al Señor en la Sagrada Comunión; recurría a la oración con fe e insistencia en todas sus necesidades personales y familiares; era generoso y solícito con sus amigos y se ocupaba de los pobres que había en su barrio. En lo que a él se refería, era sobrio y austero. Todo esto le dio «la confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo»8.

También nosotros estamos llamados por Dios a vivir nuestra condición de cristianos en medio de las situaciones más corrientes. A veces encontraremos dificultades en el ambiente, o incluso con leyes que ofenden a la dignidad humana. Será el momento entonces de ser fieles a la voz de Dios que resuena en lo más íntimo de nuestra conciencia9: «Precisamente por el testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad sobre el poder, santo Tomás Moro es venerado como ejemplo imperecedero de coherencia moral –escribió san Juan Pablo II–. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración»10.


Antonio Sicari, Ritratti di santi, vol. 1, p. 40.
Vázquez de Prada, Sir Tomás Moro, pp. 180-181.
Mariano Fazio, Contracorriente… hacia la libertad, pp. 15-16.
Cfr. A. Hegarty, “St. Thomas More as Intercessor of Opus Dei”, en Studia et Documenta, n. 8 (2014), pp. 91-124. Versión digital en https://opusdei.org/es/article....
San Juan Pablo II, Christifideles laici, n. 34.
Mons. Fernando Ocáriz, A la luz del Evangelio, p. 84.
Antonio Sicari, Ritratti di santi, vol. 1, p. 40.
San Juan Pablo II, Carta apostólica para la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y los políticos, 31-X-2000, n. 4.
Cfr. Gaudium et Spes, n. 16.
10 San Juan Pablo II, Carta apostólica para la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y los políticos, 31-X-2000, n. 1.