1. Belén: Basílica de la Natividad.
Se calcula que Belén fue fundada por los cananeos hacia el año 3.000 antes de Cristo. Es mencionada en algunas cartas enviadas por el gobernador egipcio de Palestina al faraón, en torno al año 1.350 a. C. Después, la conquistaron los filisteos.
Para un cristiano, la Ciudad Santa reúne los recuerdos más preciosos del paso por la tierra de Nuestro Salvador, porque en Jerusalén Jesús murió y resucitó de entre los muertos. Fue también escenario de su predicación y milagros, y de las horas intensas que precedieron a su Pasión, en las que instituyó la locura de Amor de la Eucaristía. En ese mismo lugar –el Cenáculo– nació la Iglesia que, reunida en torno a María, recibió el Espíritu Santo el día de Pentecostés.
En Nazaret hay varios enclaves en los que se conserva el recuerdo de la presencia del Señor: el más importante es la basílica de la Anunciación; otros lugares evangélicos son la Sinagoga y el cercano Monte del Precipicio, que rememoran el rechazo de algunos nazarenos tras haber escuchado la predicación de Jesús; además, están la Fuente de la Virgen, donde según algunas tradiciones antiguas María iría a buscar agua; la Tumba del Justo, en la que habría sido enterrado el Santo Patriarca; y la iglesia de San José, construida sobre los restos de una casa que la piedad popular ha identificado desde hace muchos siglos con el hogar de la Sagrada Familia.
Durante la época bizantina, entre los siglos IV y VII, Emaús-Nicópolis contaría con una nutrida población cristiana, pues fue sede episcopal. En el año 638, los árabes invadieron Palestina y conquistaron la ciudad, que pasó a llamarse Ammwas.
Numerosos testimonios nos hablan de un santuario edificado por los cristianos en memoria de aquel primer milagro realizado por Jesús.
6. Tabgha, Iglesia del Primado.
Este lugar recuerda el sitio donde Jesús confirmó a Pedro como pastor supremo de la Iglesia.