Id por Llar

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Hacía dos días que no le habían hecho la cura habitual a causa de su agotamiento. En un determinado momento, sus padres observaron que se reponía un poco. No había tiempo que perder: decidieron que aprovechar aquel tiempo de relativa mejoría para curarla.

Fue una cura muy larga y dolorosa, mucho más que lo habitual. Al desvendarla se encontraron toda la pierna empapada en sangre. Se asustaron y llamaron al médico. El doctor los tranquilizó: era sólo las consecuencias del derrame de un pequeño vaso sanguíneo.

Durante la cura, en el preciso momento en el que descubrieron que se le había reventado una vena de la rodilla, llamaron a la puerta. Era la Sra. Xiol, junto con sus dos hijas, Ana y María Luisa, que habían bajado desde Llerona, donde pasaban la Semana Santa, para verla. Les rogaron que esperaran en la sala de estar. Mientras tanto, en la habitación, las que la cuidaban seguían asustadas por aquel derrame, aunque pronto cesó la hemorragia. Y continuaron la larga cura, lenta y penosa. Fueron quitándole suavemente el vendaje, procurando no hacer ningún movimiento que la pudiese herir...

Pasaba el tiempo y la Sra. Xiol y sus hijas seguía esperando en la sala de estar. Ya era tarde, y su madre pensó que lo mejor era proponerles que aguardaran a que Montse se durmiese, o que, si no les importaba, vinieran en otro momento. De todas formas fue a decírselo a Montse.

-"Montse, están ahí fuera María Luisa, Ana María y su madre, que han venido a verte. Pero ya les he dicho que como estás así, es mejor que no pasen. Tú no te preocupes; yo estaré un rato con ellas y luego cuando estés dormida, pasaremos un momento..."

-"No -dijo con un hilo de voz-. Quiero verlas".

Entraron. Montse les indicó con un gesto que no podía hablar e intentó decirles algo que no entendieron.

"Entonces -recuerda su madre- me dijo que me acercara y casi al oído me susurró con una voz casi imperceptible:

-Mamá, dile que mi última voluntad es que vayan por Llar.

Luego cogió la mano a María Luisa y le dijo:

-Id por Llar, id por Llar..."

"Cuando salimos de ver a Montse -cuenta María Luisa- íbamos llorando por la calle, y nos metimos en la primera iglesia que encontramos. No podía dejar de llorar y de rezar, y sentía a Dios cerca de mí con más fuerza que nunca.

'Te estabas muriendo sola -escribí entonces en mi Diario-. Todo el mundo muere solo... Pero entre aquella angustia de muerte, yo sé que tenías paz... tú, con tu sencillez, habías logrado conquistar la paz. Y esa paz trascendía en alegría...

En aquel momento la vida tenía un perfecto sentido... Tú, Señor, estabas allí: era necesario vivir hacia Ti, vivir mucho más hacia Ti, del todo hacia Ti. Contigo la vida tenía un sentido exacto; sin Ti, perdía todo sentido. Es extraño: encontrar el sentido de la vida a través de la muerte'".

Por la noche Montse se encontraba completamente agotada. A las nueve menos cuarto intentó balbucear unas palabras. Su madre logró al fin entender lo que decía:

-"Mamá, ¡cuánto cuestan las cosas pequeñas!"

-"¿A qué llamas cosas pequeñas?"

-"A esto", le dijo Montse, señalando su boca reseca.

Ya no podía hablar, y estaba totalmente desfallecida. Ahora sí se había quedado sola, como había escrito en su libreta. Sola con su Amor. Se acercaba el momento de lo que cantaban los versos que había escrito poco tiempo atrás:

¡Ya se hace tarde Señor!

Y mi vida paso a paso

va declinando a su ocaso

va perdiendo su fulgor

Viene la "noche"... Pasó

el tiempo de trabajar

sólo en Ti puedo esperar

bienes que no tengo yo.

Ya es tarde. A tu pecho vengo

buscando asilo y calor...

"No podía hablar -recuerda su madre- y sufría una sed espantosa; pero cuando intentaba beber algo, se ahogaba. Recuerdo que fueron a buscar un helado de chocolate con el que intentamos aliviarle el dolor refrescándole los labios. Su sufrimiento aumentaba terriblemente. Y así estuvo durante toda la noche".