1. 5 DE FEBRERO DE 1959. LA FIDELIDAD.

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Cada día -escribía Lía al Fundador, el 1 de febrero- nos damos más cuenta del valor del apostolado del sufrimiento. Montse se está portando estupendamente, aguantándolo todo con una paz y alegría impresionante. Esta última semana ha tenido la valentía de subir dos días a comer con nosotras y se queda ya luego hasta por la noche. Lo pasa fatal las idas y venidas, pero le compensa la mucha distracción que luego tiene. De todos modos creemos que poco más podrá hacerlo; nosotras que la vemos todos los días le notamos cada día un bajón tremendo, pero tiene una ilusión tremenda por todo, interesándose por todo y encomendándolo a través de sus sufrimientos".

Ante la progresiva gravedad de su enfermedad, Montse hizo, el 5 de febrero de 1959, con la oportuna dispensa, su incorporación definitiva al Opus Dei. Habitualmente, la incorporación jurídica definitiva a esta institución de la Iglesia sólo se realiza cuando los miembros de la Obra gozan de la mayoría de edad y de años de fidelidad en la vocación. La situación de Montse justificaba plenamente la excepción.

Sin embargo, ella era poco partidaria de excepciones. "¿Tú crees que me la merezco? -le preguntaba a Lía-. Todos me tenéis por mejor de lo que soy, pero esta vez no me importa. ¡Me hace tanta ilusión!"

"Fue algo muy emotivo para ella y para todos -recuerda su madre- al verla tan serena y feliz. Mis hermanas Inés y Adela le regalaron un nomeolvides de oro con el nombre y la fecha; también le trajeron flores que, por la noche, se mandaron al sagrario de Llar; y nosotros le regalamos el anillo".

La elección de aquel anillo -que simboliza la fidelidad a la llamada del Señor- había tenido su pequeña historia. "Yo conocía a un joyero, Oriol -cuenta Carmiña Cameselle-, y entonces me fui con Pilar Oriol a casa de su suegro y nos dejó un muestrario de sortijas y de anillos que se lo llevamos".

"¡Lo eligió con una ilusión! -recuerda su madre-: miraba un anillo... y luego otro... y escogía... y no escogía... ¡Como si lo fuese a llevar toda la vida...! ¡Con una alegría!"

Al final, estaba decidida por el más sencillo, pero -recuerda Carmiña- le preguntó a su madre:

-"Mamá, ¿cuál te gusta a ti?

-No, tú elige el que más te guste -le decía su madre, que la conocía muy bien; y añadió, para animarla-: y mira, cuando te vayas le enviaré la sortija al Padre a Roma. Así que elige el mejor...

-Entonces elijo éste, mamá.

Y tomó entonces un anillo de oro blanco".

La incorporación jurídica al Opus Dei se realizó con la sencillez propia del espíritu de la Obra, mediante una brevísima ceremonia. Llegó don Florencio y le dio a Montse el texto de una plegaria para que la leyera frente a un crucifijo. En esa plegaria se expresaba el deseo de servir abnegadamente al Señor durante toda la vida. Luego le dio a besar la cruz y la estola.

A continuación, Montse contestó, con emoción contenida, a las breves oraciones que iba recitando el sacerdote, que bendijo el anillo y se lo puso. Al terminar, don Florencio rezó unas preces bendiciendo a todos los asistentes:

"Dominus sit in córdibus vestris et in lábiis vestris, in nómine Patris et Filii et Spíritus Sancti".

"Amen".

La ceremonia concluyó con una oración en la que se pedía el "gaudium cum pace", la alegría y la paz para todos los que perseveraban firmes en el servicio del Señor en el Opus Dei.

"Estuvo serenísima -se lee en el Diario de Llar-, dándonos una vez más una lección de lo que está siendo su vida de entrega generosa y alegre. Cuando todo el mundo estuvo fuera tuvo un momento en el que su emoción era tanta que no pudo menos que darle salida: lloró, pero de alegría; y también de debilidad por el dolor. Lleva días encontrándose francamente mal".

A lo largo de aquel día observaba detenidamente el anillo. "Me gusta mirarlo -le decía a Lía- porque me recuerda que debo ser fiel; qué bonito es, ¿verdad?"

Fue un día rebosante de alegría; un pequeño oasis en medio de aquellos meses de dolor. Por la tarde vinieron algunas de LLar y estuvieron haciendo un rato de oración con ella; luego estuvieron cantando durante largo rato. Todo parecía sonreírle, hasta en lo más pequeño. Nunca le había gustado que la llamasen Montsita, y hoy... "Fíjate, mamá -comentó, divertida, al terminar la ceremonia-, don Florencio me ha llamado... ¡Montse!"

Su padre pensó que aquella ocasión merecía ser celebrada por todo lo alto. Había una botella de champagne en la cocina; fue por ella, la descorchó y brindó.

Montse alzó su copa también, sonriendo, recordando quizá aquel brindis -tan lejano, tan cercano- de las Navidades del 57...

Al día siguiente, en la cama, volvió a escribir al Fundador del Opus Dei. Era -lo presentía- la última carta que le dirigía, en la que hacía una breve mención a don Alvaro del Portillo, entonces Secretario General del Opus Dei, que había sufrido una intervención quirúrgica.

"Barcelona, 6-2-59

Querido Padre:

Hace días quería escribirle para contarle muchas cosas, y pedirle mi Fidelidad y tuve mucha alegría al ver que Vd. se había anticipado al concedérmela. Le estoy muy agradecida y a la vez satisfecha de pensar que pertenezco totalmente a la Obra.

Tuve mucha alegría porque presenciaron el acto mis padres, vino don Florencio, Tere y Lía y al final descorchamos unas botellas de champagne, pues el acto lo requería, y en la mente de todos, nuestro pensamiento era el mismo, el Padre.

Cada vez que veo mi anillo, recuerdo que debo ser cada día más fiel y que tengo que hacer aún mucho por la Obra.

Como ve, Padre, estoy haciendo auténticas chapuzas, pues escribo con bastante dificultad, pues la pierna no me deja mover y estoy en una postura muy incómoda. Estos últimos días, los he pasado muy excitada, más que dolor. La semana pasada aún pude subir a Llar y asistir a una clase que nos dio D. Florencio a las vocaciones recientes. Estábamos un montón (...) y al final tuvimos una alegre tertulia (...)

Me estoy acordando mucho de D. Alvaro y espero que ya le tendrá a su lado, casi repuesto.

Ve, Padre, con la dificultad que le estoy escribiendo, y pensar que si estuviera aquí le contaría muchísimas más cosas. A ver si le dice a Encarnita que venga pronto y le contaré a ella todo lo que le quisiera contar a Vd.

Le pide su bendición su hija que le recuerda.

Montse Grases"

"Apenas llegué a su casa -recuerda Rosa- le faltó tiempo para contármelo:

-Rosa: ¡He hecho la Fidelidad!

Se la veía tan entusiasmada, tenía tanta alegría, que pienso que aquella tarde no le dolió la pierna. Y añadió:

-Fíjate qué suerte, Rosa: ¡La he hecho para siempre!"

Se habían espaciado sus idas a Llar. "Cada viaje era un sufrimiento -recuerda Rosa- y una vez que bajábamos en el ascensor del Llar, se me abrazó al cuello, llena de dolor, diciéndome: '¡No lo puedo aguantar!' Es la única vez que vi que se le saltaran las lágrimas".